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Instalaciones À Punt
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En su palacete madrileño, Diana Morant no sintoniza À Punt

El trámite parlamentario de esta proposición pretende la promulgación de una Llei de Corts que ponga fin al caos jurídico y operativo que dejó como herencia envenenada el Botànic en RTVV.

| Josep Maria Felip Edición Valencia

Dime con quien andas y te diré quién eres. Tres años en los zapatos de Pedro Sánchez han convertido a Diana Morant, su delegada en la franquicia valenciana del PSOE, en una artista del funambulismo político. Viene a cuento tal aserto al leer en su entrevista del pasado fin de semana en Valencia Plaza lo que alegremente dice: “Y luego están las otras leyes que en definitiva pues sí, vuelven a suprimir derechos (…) y el derecho también a una comunicación libre a través de À Punt, el ente público valenciano”. Inaudito, si no fuera porque su intención esta clara: descalificar, sin más, la Proposición de ley de la Corporación Audiovisual de La Comuntat Valencina por ser una iniciativa de los grupos PPCV y Vox en Les Corts que dan apoyo al Consell de Carlos Mazón. Un texto que Diana Morant no se ha leído.  Y ni le interesa. En su palacete madrileño, eso de la RTVV le pilla lejos.

El trámite parlamentario de esta proposición pretende la promulgación de una Llei de Corts que ponga fin al caos jurídico y operativo que dejó como herencia envenenada el Botànic en la Radiotelevisión Valenciana (RTVV). Hoy, la herencia de Ximo Puig en la RTVV es la de un auténtico embrollo que en absoluto garantiza esa “comunicación libre” a la que apela Diana Morant. En la práctica, no son una, sino dos las empresas que hay detrás de la marca À Punt. La versión que puso en marcha el primer Botànic en la sede de la que fue la antigua Canal 9, la ‘Corporació Valenciana de Mitjans de Comunicació’ (CVMC) creada a través de la Ley 6/2016, del 15 de julio del servicio público de radiodifusión y televisión de ámbito autonómico, de titularidad de la Generalitat. El primer presidente de su Consejo Rector fue el letrado de Les Corts, Enrique Soriano, jurista de reconocido prestigio que aún hoy no se explica que hacia él allí. Antes de terminar su primer mandato, solicitara al otrora inquilino de el Palau su relevo. Y Ximo Puig no pudo colocar a uno de los suyos, no le dejó Ciudadanos.

De esa CVMC, emana la segunda empresa Societat Anónima de Mitjans de Comunicació’ (SAMC) siendo nombrada el 2 de marzo del 2017 directora general la exdelegada de TV3 en Valencia, Empar Marco. Larga y agónica gestación el nombramiento de quien no supo decir que no la oferta de El Palau, terminando anulado en septiembre de 2020 por el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana por irregularidades en el proceso de selección, llegando tal fallo 6 meses después de su salida, en febrero del mismo año.

No tuvo, pues, un buen inicio la singladura de À Punt. Debería preguntarle Diana Morant a Ximo Puig la razón de todo ese embrollo. Un ente y una sociedad anónima con capacidades jurídicas propias, es decir, cada una con sus órganos de dirección, sus trabajadores, sus diferentes bolsas de trabajo, sus comités de empresa, y entre otros, y como consecuencia de ese funambulismo, un festival jurídico por resolver.

Pero no es solamente el lío jurídico que ha dejado de herencia el Botànic. Es el demandado en los tribunales de lo social, ya que hoy en día siguen pendientes de juicio toda una serie de demandas presentadas por trabajadores de ambas corporaciones que, con la misma categoría laboral, según pertenezcan a una mercantil o a otra cobran diferente salario ocupando físicamente el mismo puesto de trabajo. Como gestores, unos malabaristas.

¿Dónde estaban ustedes estos últimos 6 años?

Con la salida de Empar Marco llegó Alfred Costa. Un directivo atado de pies y manos por un modelo audiovisual que no es el suyo: es el que había diseñado y heredado de su predecesora, más parecido a su oficina de TV3 en Valencia que a una empresa audiovisual. Con una plantilla desmotivada y material pendiente de modernizar. Limitado en sus decisiones operativas por un Consejo Rector caducado desde hace un año, sin renovar y con pocas luces. Diana Morant haría bien en visualizar la sesión en Les Corts de la Comisión de Radiotelevisión Valenciana y del espacio audiovisual celebrada el pasado 3 de mayo del 2024. Entre los comparecientes, los presidentes de los comités de empresa de las dos mercantiles CMCV y SAMC. Se daría por enterada de un diagnóstico imposible de poner remedio sin un antes y un después en la dirección de informativos, de producción, técnica y de imagen. Vamos, sin poner fin al modelo actual de RTVV.

En la Comisión, el síndic de Vox les pregunta a ambos presidentes después de exponer estos sus quejas: “¿Dónde estaban ustedes estos últimos 6 años? Yo te lo contestaré, con la cabeza agachada ante el Botànic y las dos direcciones generales porque ‘No vamos a fastidiar a los nuestros’, y esos ‘nuestros’ dejaron a la plantilla con el culo al aire, sin convenio, con una RPT obsoleta y nada funcional, con unas oposiciones en el aire, etc… Esa es la herencia recibida del Botánico. De una directora general elegida fraudulentamente (Empar Marco), y una estructura montada por ella y sus ‘asesores’ que da pena”. Ambos dan la callada por respuesta.

Es de esperar que la futura Ley de la Corporació Audiovisual de la Comunitat Valenciana resuelva aquello que jamás debió haber ocurrido: el dejar en 2017 la puesta en marcha de una cadena de radio, televisión y web en manos inexpertas del mundo de la gestión audiovisual por parte de un siempre peleado Botánic. Y también es de esperar que, con el posterior desarrollo de la ley por el Consell de Carlos Mazón, un nuevo Consejo de Administración se haga cargo de poner orden en el caos a través de una nueva empresa que absorberá a las dos anteriores y subrogará en igualdad de condiciones a sus trabajadores

Mire Sra. Morant, en su entrevista no sabe de lo que habla. Y la RTVV es importante. Con esta Ley, del paquete de las cinco que pone a caldo, sin más y tirando de argumentario, la marca À Punt puede convertirse en una marca vertebradora del territorio de la Comunitat, tanto en extensión como por segmentos de edad. Le hago sabedora de las nuevas tendencias audiovisuales de las jóvenes cohortes. Como radio y televisión públicas, no le queda más remedio que aumentar su cuota de audiencia y pantalla frente a la competencia feroz del circuito audiovisual de las privadas de la M-30 apostando por la Comunitat. Apostar seriamente por el futuro de las plataformas. Por una televisión cercana, de una vez, y sin complejos, a la realidad bilingüe de nuestro territorio. Libre, donde puedan tener cabida todas las opiniones. Y recuerde:  todo aquello que en RTVV lleva la palabra el Botànic, que herede siempre a beneficio de inventario.