| 20 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

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Ancelotti y Joselu celebran el pase a la final de la Champions tras la remontada ante el Bayern
Ancelotti y Joselu celebran el pase a la final de la Champions tras la remontada ante el Bayern

No hay milagros en el Bernabéu: es el Real Madrid

Los madridistas no deberíamos aceptar que las gestas que se repiten una y otra vez en el Bernabéu son "magia" o "un milagro". Si es así, ¿dónde está el mérito?. Hay otra explicación mejor.

| Benjamín López Opinión

 

El Real Madrid volvió a repetir una gesta, una remontada de última hora frente al Bayern de Múnich. Y van ya… ni se sabe. Se utiliza mucho la expresión de “un nuevo milagro” o “no intenten buscarle explicación porque no la tiene” o “es la magia del Bernabéu”. Nada más lejos de la realidad.

Atribuir un carácter milagroso o mágico a un hecho cierto y, en este caso, repetitivo es un recurso retórico fácil que denota cierta debilidad argumental, algo impropio de una sociedad que se supone que cada día se apoya más en la ciencia y menos en lo trascendente.

El Real Madrid, jugadores y afición, viven un estado de fe colectiva. Todos están absolutamente convencidos de que se puede conseguir cualquier cosa en una noche europea en el estadio Santiago Bernabéu

Cuando no se sabe por qué sucede algo lo más sencillo es atribuirlo a la magia o a lo sobrenatural. Los madridistas no deberíamos asumir esa explicación que despoja al Real Madrid prácticamente de cualquier intervención en cada una de las gestas que protagoniza. Si es “magia” o “un milagro”, ¿dónde está el mérito?

Normalmente todo tiene una explicación, aunque no sepamos dársela. En este caso me apunto a una que considero la más probable: la fe. No hablo de una fe religiosa sino de una fe entendida como también la define la RAE en varias de las acepciones que encajan como anillo al dedo en lo que sucede en el Bernabéu de manera repetitiva: “conjunto de creencias de alguien, de un grupo o de una multitud de personas”, “confianza” y, sobre todo, “creencia que se da a algo por la autoridad de quien lo dice o por la fama pública”.

El Real Madrid, jugadores y afición, viven un estado de fe colectiva. Todos están absolutamente convencidos de que se puede conseguir cualquier cosa en una noche europea en el estadio Santiago Bernabéu. Esa convicción de que algo es posible derriba muchas barreras y límites mentales que, a pesar de ser reales, pasan a un segundo plano.

El Real Madrid ha conseguido muchas gestas impensables que algunos llaman milagros y otros llamamos fe

El City y la decimocuarta Champions

En el camino hacia la decimocuarta Champions hubo varios ejemplos muy claros de esta fe colectiva, similares a lo sucedido ahora contra el Bayern. De manera especial se vio en el partido de vuelta de la elminatoria contra el Manchester City. El Real Madrid había perdido 4-3 en Inglaterra y jugaba la vuelta en el Bernabéu. Era ya el minuto 89 de partido y el equipo blanco lo tenía muy negro. Perdía 0-1 y necesitaba dos goles para empatar la eliminatoria y jugar la prórroga. Faltaba menos de un minuto para el final, pero nadie lo daba por perdido. En ese instante el brasileño Rodrygo consiguió el empate a 1 y el estadio entero enloqueció.

Podría pensarse que había un optimismo infundado, que no había tiempo material para conseguir otro tanto. Unos segundos después el cuarto árbitro mostró la tablilla con el tiempo añadido: ¡6 minutos! El Bernabéu lo celebró como otro gol. A los que allí estábamos se nos pusieron los pelos de punta. Teníamos la convicción absoluta de que 6 minutos sobraban para conseguir el segundo, como mínimo.

Los jugadores, que venían ya de conseguir otras gestas similares, tampoco dudaron e incluso el rival, el todopoderoso equipo de Guardiola, parecía convencido de ser presa del Madrid. Y sucedió, vaya si sucedió. Rodrygo volvió a marcar un minuto después, en el 91 y antes de terminar el partido tuvo una enorme oportunidad de conseguir el tercero.

El City, dominador hasta unos minutos antes, parecía un equipo menor ante un Madrid transformado en un vendaval, convencido de que era el momento de tumbar en la lona a los británicos. Hubo que esperar  solo un poco más, a la prórroga, en la que Benzemá, de penalti, rubricó la gesta que algunos llamaron milagro y otros llamamos fe.

 

La fe, el convencimiento y la confianza colectiva de 85.000 aficionados y 11 jugadores explican que eso se pueda repetir una y otra vez en esas noches inolvidables del Bernabéu.  Una fe que nace de la convicción de forma parte del mejor club del mundo, de una institución que lleva grabado a fuego que hay que dejarse el alma en el campo, hasta la última gota de sudor, y que no hay imposibles para este equipo. Suena pretencioso, es cierto, pero es un sentimiento arraigado en la afición, en la directiva y en los jugadores. Quizás ese sea el secreto de sus 14 Champions. 

Dios no es del Real Madrid, esa no es la explicación, aunque probablemente a Dios, si le gusta el fútbol, también se le pondrán los pelos de punta viendo lo que sucede una y otra vez en el estadio del Paseo de la Castellana.