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Por qué funciona Andalucía

El autor repasa los logros del Gobierno andaluz de PP y Cs y los opone a la larga era del PSOE en una Comunidad que, en apenas dos años, ha dado un salto espectacular.

El Parlamento de Andalucía

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¿Por qué funciona? ¿Sólo por un mera alternancia en el gobierno? ¿Quizá por el poder taumatúrgico que se arrogan con denuedo quienes apoyan medidas legislativas a conveniencia sociológica, pero nada más? ¿O tal vez porque, por primera vez en cuarenta años, se pone Andalucía al servicio de sus ciudadanos y no al de un partido, en este caso, al del partido en el poder?He aquí la clave. Millones de andaluces sobrevivieron durante décadas a los designios de una siglas que hizo de sus mandatos sucesivos una forma de supervivencia política. No es descabellado afirmar que Andalucía pasó, sin solución de continuidad, de un régimen a otro régimen, de una dictadura sin partidos a una dictadura de partido.Pero nada dura para siempre. Ni siquiera la superioridad moral de quienes hicieron de la simbiosis partido-gobierno una lucrativa forma de vida. En menos de tres años, la tierra que dio al mundo el pensar de Séneca, Averroes, Maimónides o María Zambrano, que exporta el arte de Picasso, Velázquez o Julio Romero de Torres, que presume por doquier de los versos inmortales de Góngora, Lorca, Bécquer, Juan Ramón Jiménez o Antonio Machado, esta tierra infinita de posibles, ya no es rehén de quienes la convirtieron en cortijo de privilegios y privilegiados, manchada por una servidumbre al latrocinio y la corrupción.

Se institucionalizó durante décadas la compra-venta del voto. El chantaje como antesala de la urna permitió el paso de terratenientes a señoritos, siempre del mismo carné, para alcanzar un poder omnímodo que nadie discutía, una forma de gobernar caudillista que dilapidó en treinta y dos años (desde 1986 hasta 2018) más de ciento dos mil millones de euros de fondos procedentes de Europa.

Los millones dilapidados

Lo repetiré en números: más de 102.000 millones de euros, una cantidad que supera los últimos tres presupuestos autonómicos y que debería haber situado a Andalucía a la cabeza de las regiones europeas. Pero no. El paro cautivaba más a los gerifaltes socialistas que el pleno empleo.Lo primero garantizaba la continuidad de la poltrona, lo segundo, la presumible pérdida del poder más pronto que tarde. Y por fin, los andaluces que clamaban cambio, que deseaban progreso y no decadencia, que gritaban basta ya de tanto robo y escarnio a su futuro, vieron la luz aquella noche del 2 de diciembre de 2018.

Y es que no hay nada como sacar a un ‘progre’ del poder para que el progreso llegue: eso está pasando en Andalucía

Desde entonces, Andalucía ha cambiado. Está cambiando. En políticas y en formas de entender el servicio público. Ahora, Andalucía funciona porque se ha aplicado una receta simple, al menos desde que Ciudadanos gobierna y condiciona su política: hacer todo lo contrario de lo que hizo el PSOE de la corrupción.Así, donde antes había despilfarro y descontrol en el presupuesto, hoy se principia el rigor y la vigilancia de la caja común. Si antes éramos la tierra del déficit y el desempleo, ahora nos miran desde otros predios con saludable envidia por la manera en la que se ha conseguido, en media legislatura, alcanzar el superávit económico y comercial; las empresas no sólo ya no se van de Andalucía, sino que eligen Andalucía para invertir y crear puestos de trabajo.

En favor de la libertad

En Andalucía crecen los profesionales por cuenta propia, convirtiéndose en la primera comunidad de toda España en número de autónomos que deciden emprender, conscientes de que se puede avanzar en la vida sin necesidad de pasar por la ventanilla de la Junta. Lo que era insólito con los socialistas en el poder, es costumbre con medidas y acciones que fomentan y favorecen la libertad individual y económica. Hemos conseguido, gracias a la confianza del pueblo andaluz y a una forma de entender para qué sirve la política, que la anomalía democrática se convierta en sentido común a la hora de gestionar el dinero de todos. Y luego está el sello inconfundible que las ideas obligan y que hace que una sociedad avance o retroceda, prospere o se estanque. Nunca antes había llegado al Parlamento de Andalucía una ley contra la corrupción y el fraude.Nunca antes se persiguió, fiscalizó y denunció al corrupto como ahora. Tampoco se reconoció a los infantes y adolescentes con una normativa que les protege ni se reconoció al docente con una ley ad hoc. Ahora los profesionales de la justicia cobran a tiempo, las trabajadoras que cuidan a personas dependientes ven incrementado el precio/hora de su necesaria labor, y la formación ya no es la excusa para distraer recursos públicos del erario, sino la profunda convicción de que sólo a través de ella, una sociedad camina y avanza, por educada y preparada.

Donde antes había despilfarro y descontrol en el presupuesto, hoy se principia el rigor y la vigilancia de la caja común

Todo esto no pasaba antes. Porque antes no estaba Ciudadanos. Piense el lector qué sería de nuestro país si no existiera una formación que presionara, exigiera y vigilara al poder y el reparto consiguiente, que no consecuente, de este, y además consiguiera transformar y mejorar la sociedad con reformas adecuadas al contexto temporal.Lo mejor que ha pasado en Andalucía y pasará en España si reproducimos el esquema, no es la consolidación de una alternancia, sino la constatación de una alternativa: al socialismo y a las políticas conservadoras, al populismo y a los extremos identitarios, a los vividores de causas inventadas y a los ninis con cargo al contribuyente.

Durante mucho tiempo, y no sólo en la Andalucía del socialismo, hemos dejado que la palabra progreso la monopolice la izquierda como mantra a usar a conveniencia. La realidad desmiente hoy este falso axioma establecido en la psique colectiva.La Andalucía del cambio no es un manido eslogan, es el día a día de muchos ciudadanos que aspiran a que el gobierno les moleste lo menos posible y les solucione sus problemas cotidianos, que haya personas con sentido común legislando y ejecutando decisiones, y sobre todo, que nos ocupemos de lo que importa a quienes nos votan.Los andaluces ya saben, porque ya lo notan, que el futuro de prosperidad para nuestra tierra depende de la continuidad de las políticas liberales en el Gobierno. Y es que no hay nada como sacar a un ‘progre’ del poder para que el progreso llegue.

Fran Carrillo Guerrero. Diputado de Ciudadanos en el Parlamento de Andalucía. Senador en las Legislaturas XII-XIII-XIV.  Historiador y periodista