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Cruzamos la frontera del río Guadiana para descubrir la 'pequeña Lisboa'

Esta escapada permite extraer la esencia de dos países en escasos minutos: de Ayamonte, un auténtico pueblo marinero de Andalucía, hasta la elegante Vila Real de San Antonio en Portugal.

Vila Real de San Antonio con su plaza central del Marqués de Pombal. (Algarve, Portugal).

Vila Real de San Antonio con su plaza central del Marqués de Pombal. (Algarve, Portugal).

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Nos disponemos a cruzar la frontera entre España y Portugal en su extremo sur, concretamente en el límite natural que marca la desembocadura del río Guadiana. Justo en este punto, dos pueblos se miran casi frente a frente, de orilla a orilla, separados por dos kilómetros de agua: Ayamonte, en Huelva, y Vila Real de San Antonio, en el Algarve.

Las dos localidades tienen un carácter propio y muy diferenciado, parece mentira la escasa distancia que existe entre ellas porque no se han 'contagiado' de nada. Tienen distinto idioma y horario y sólo se parecen en que, más o menos, tienen la misma población. Así que cada una respira a su ritmo, una con la intensidad propia de una ciudad marinera andaluza, mientras que la otra es tranquila y desprende la misma elegancia que la capital portuguesa.

Plaza del Marqués de Pombal, Vila Real de San Antonio, Portugal.

Esta escapada promete experiencias únicas y de manera asequible, como probar la excelente y auténtica gastronomía de Ayamonte, cruzar el río en barco, recorrer la 'pequeña Lisboa', hacer un sendero por una marisma o subir al castillo del pueblo también fronterizo de Casto Marim (Portugal).

Ayamonte, activa y auténtica

Este viaje parte de Ayamonte, ciudad onubense de origen fenicio que fue un enclave estratégico y comercial para romanos, árabes, portugueses y castellanos, debido a su situación junto a la costa atlántica y en la Boca del Guadiana, como ya se nombraba el lugar en escritos del siglo IV. Pero su verdadero auge llegó con el Descubrimiento de las Américas convirtiéndose en un nexo con las colonias.

Su ambiente animado y clima suave permiten disfrutar de Ayamonte todo el año, pero en verano su famosa playa de Isla Canela causa furor entre los turistas y la encontraremos bastante más abarrotada que su vecina de enfrente, porque 'la portuguesa' es toda una desconocida.

Un paraíso gastronómico que sabe a mar

Merece la pena dar un paseo por las callejuelas encaladas del centro de este pueblo, en las que se salpican iglesias con pequeñas y alegres plazas. Pero lo que es 'imprescindible' es probar su gastronomía en cualquiera de sus numerosos bares y restaurantes, más aún teniendo en cuenta que el motor económico de la ciudad, de unos 21.000 habitantes, es el sector pesquero y conservero.

Así que, hasta las cocinas de la ciudad onubense llega el mejor pescado y marisco fresco: atún, gambas, langostinos, coquinas o navajas. Todo un placer cocidos, a la plancha o fritos, pero sobre todo sorprenden cuando entran en juego las recetas tradicionales para convertir estos productos de máxima calidad en riquísimas elaboraciones: habas con choco, raya al pimentón, atún 'encebollao' o albóndigas de choco.


Cruzamos el río hacia Portugal

Para trasladarnos hasta Portugal desde la ciudad andaluza tendremos dos opciones: bien por carretera o cruzando el río. Ambas tienen su interés, la primera será un recorrido de 20 minutos en coche y sólo hay que tomar la salida de la localidad hacia la autovía A-22, que se convertirá en A-49 nada más atravesar el puente internacional del Guadiana. Esta gigantesca infraestructura de 666 metros de longitud se inauguró en 1991 y ofrece unas preciosas vistas de la desembocadura.

La segunda opción será cruzar el río en algunos de los ferrys que operan con frecuencia junto al puerto deportivo de Ayamonte. En unos diez minutos y por un precio muy bajo estaremos en el país luxo arribando en barco a la Vila Real de San Antonio. En el caso de pasar la frontera por carretera divisamos el municipio de Castro Marim, le haremos también una visita en esta ruta pero al final del día, aprovechando las vistas al atardecer desde su castillo. Así que nos detenemos en la 'pequeña Lisboa'.

Elegancia y tranquilidad a un paso

La Vila Real de San Antonio, en la región del Algarve, transporta de repente al viajero, que se ve envuelto por un ambiente calmado y silencioso en comparación con la ciudad andaluza. En las terrazas de sus cafeterías, con mesas ocupadas por algunos vecinos y pocos turistas, impera la paz y sin poder impedirlo vendrá a la mente la imagen de la capital portuguesa.

Hay un motivo que lo justifica, en su origen era una aldea de pescadores, pero la Vila de San Antonio que hoy conocemos fue construida en 1774 por el Marqués de Pombal 8Sebastião José de Carvalho e Melo) para garantizar la que no se perdiera la población en este punto estratégico, después de epidemias y guerras, y para competir con la industria pesquera española y defender sus fronteras.

Pero es que además fue el ensayo arquitectónico de Pombal, que fue primer ministro del rey José I, para llevar a cabo la reconstrucción de Lisboa tras ser destruida por el terremoto de 1755. El estilo pombalino está muy presente en el plano rígido y rectilíneo de la ciudad, con un casco histórico peatonal adoquinado encantador, donde los edificios señoriales con fachadas de colores deslumbran al pasar.

El centro neurálgico de la Vila es la plaza del Marqués de Pombal con su imponente obelisco central y su espectacular suelo de rayas blancas y negra, con numerosos restaurantes o bancos para descansar. Muy parecida a la plaza Baixa de Lisboa.

Un sendero y un castillo

Aquellos que busquen naturaleza en la zona también tienen planes, ya sea en la misma playa de la Vila, que no será de las más bonitas del Algarve pero ofrece tranquilidad, o visitar la Reserva Natural do Sapal de Castro Marim y Vila Real de Santo António. Se trata de una marisma en la que se pueden observar numerosas aves acuáticas, así que los aficionados a la ornitología están de enhorabuena.

Vista de Castro Marim con su castillo, Algarve, Portugal.

Si buscas un final de la excursión más cultural os proponemos ir a Castro Marín, una localidad más pequeña que se encuentra a pocos kilómetros, pero con un rico pasado de fenicios, griegos, cartagineses, romanos o árabes. Su castillo es el monumento más visitado, fue construido en la Edad Media (entre siglos X y XII) y ofrece unas increíbles vistas del río, la marisma, las salinas, el puente y su simpática vecina Ayamonte.

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