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La angustia de la infanta Cristina por una atadura hace losa y amarga su vida

En un viaje estrictamente confidencial, la hermana del Rey Felipe VI viajaba sola a Barcelona, mientras Iñaki Urdangarin llegaba días después a Palma para conocer su futuro tras ser juzgado.

La infanta Cristina tiene fe ciega en su marido y defiende su inocencia hasta el final.

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Cegada de amor. El entorno de la infanta Cristina asegura que la fidelidad a su marido es total. Sin embargo, era significativo que la pareja llegaba por separado a nuestro país el día que se hacía público el futuro que le esperaba a Iñaki. La infanta Cristina viajaba sola a Barcelona días antes y no acompañaba a su marido a la Audiencia Provincial de Palma.

De madrugada, Urdangarin salía de su casa en Ginebra, cogía un autobús al aeropuerto y viajaba a la localidad mallorquina para conocer la sorprendente noticia. La resolución levantaba ampollas en muchos sectores de la sociedad, una fianza de 200.000 euros para eludir la prisión y sin la retirada del pasaporte. La sonrisa forzada de la hija de los Reyes eméritos días antes al veredicto cobraba en ese momento sentido.

Ella no ve más allá, su pasión por el exjugador de balonmano que la enamoraba hace casi veinte años supera los límites. Ni con pruebas irrefutables de su implicación en el caso Nóos, ni con una condena a sus espaldas, cambian la opinión de la hija de los Reyes eméritos en defensa a la dudosa inocencia de su marido.

La infanta no va a dar su brazo a torcer, ya lo hizo cuando iniciaba su relación con Urdangarin, en aquella época tuvo la desaprobación de muchos de su entorno por ser la pareja de un jugador de balonmano y no de un miembro noble o de la realeza. Ahora, tiene la desaprobación de parte de su familia y el rechazo de muchos ciudadanos.

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