La denuncia de otra pareja de Ángel Garó descubre su cara más amarga
El humorista está de máxima actualidad desde que hace unos días su pareja le denunciara por un presunto delito de lesiones. Anteriormente, tuvo problemas con otra de sus parejas.
El humorista Ángel Garó brilló con luz propia en la década de los noventa. Su gran oportunidad le llegó de la mano de Chicho Ibáñez Serrador en 1992. El director le ofreció trabajar en su Un, dos, tres y ahí nació la estrella. Cuando estaba en lo más alto de su éxito televisivo, Ángel decidió volver a sus orígenes: el teatro. La experiencia no fue como él imaginó y años más tarde lamentaría que su esfuerzo no fuera lo suficientemente valorado.
Si en lo profesional conocemos todo de Garó, otra cosa es en lo personal. El humorista ha cerrado a cal y canto esta faceta de su vida. Sin embargo, hace unos días fue noticia tras ser detenido por agredir, presuntamente, a su última pareja. Aunque ha quedado en libertad con cargos, él ha negado los hechos al considerarse víctima de una caza de brujas: "He tenido muchos amantes pero lo que me ha pasado en el último año y medio es muy fuerte", explicó a Sálvame. Pero no es la primera vez que Garó tiene problemas con sus parejas. Le ocurrió con A. Guthier, que le interpuso una querella por falsedad en documento mercantil y delito societario de impedimento de los derechos sociales a propósito del restaurante que ambos montaron en sus días de vino y rosas y cuya titularidad se repartían, tal y como publicó ESdiario en exclusiva.
Gauthier nos explicó que lo suyo con Garó empezó en 1997: “Nos fuimos a vivir juntos a la casa que él tenía en Las Lomas. Como Ángel había acabado la relación profesional con su manager, me pidió que me encargara de ese tema”. Gauthier ejerció como representante del humorista hasta que ambos decidieron montar un negocio en Málaga. La pareja cambió de vida y de trabajo: “Ángel compró un edificio y la planta baja la dedicamos al restaurante. Constituimos una sociedad en la que él tenía un porcentaje del setenta y yo el treinta restante”.
A. no guarda un buen recuerdo de su larga convivencia con Ángel: “Vivir con él era un estrés continuo porque es muy exigente consigo mismo y con los demás. Quiere controlarlo todo y no tiene paz. Y, claro, yo no he nacido para sufrir ni para ser un mártir”. No obstante, en los primeros tiempos de la relación, el enamoramiento hizo que Gauthier se pusiera una venda en los ojos e intentara disfrazar la realidad: “Me centré en el trabajo y quise creerme lo que su familia me explicaba. Ellos me decían que Ángel era muy normal y que estaba viendo fantasmas donde no existían. Pero no era así. Es una persona muy especial. A veces le sugería que viajáramos a Nueva York para ver los espectáculos que se hacían allí y así poder tomar ideas, pero siempre se negó porque a él nadie le aporta nada. Vive dentro de una burbuja”.
Viendo que la convivencia era insostenible, A. compró un piso enfrente de donde el humorista tenía el suyo. Le planteó la posibilidad de vivir separados pero manteniendo la relación sentimental. Sin embargo, Garó se negó: “Para Ángel esa posibilidad no era viable, y menos cuando no la había planteado él”. La tormenta arreciaba entre la pareja y Gauthier no sabía qué hacer para amainarla: “Por nada Ángel armaba un escándalo. Chillaba y no se controlaba. Era yo quien tenía que recordarle que era una persona famosa y que ese tipo de comportamiento podía perjudicarle. La situación era muy violenta para mí. Sobre todo, cuando teníamos el restaurante lleno y se presentaba para perseguirme por todo el local con el único fin de armar bronca. Yo optaba por marcharme corriendo de allí para que los clientes no presenciaran semejante espectáculo”. Fue Alexis quien decidió acabar la relación con el humorista. Sin embargo, éste “no se lo tomó nada bien. No entraba en su cabeza que alguien pudiera dejar a Ángel Garó. Se cree que es Dios”.