El nieto más díscolo de la reina Sofía provoca una revolución en Casa Real
Felipe de Marichalar lo tiene claro. No volverá a Estados Unidos para cursar estudios universitarios. Su paso por una academia militar en ese país ha sido una pesadilla que no va repetir.
El hijo de la infanta Elena y Jaime de Marichalar ha dicho a sus padres que no volverá a Estados Unidos para cursar estudios universitarios. Y es que Pipe guarda un terrible recuerdo de los dos años que ha pasado en una academia militar en Norteamérica, donde se ha sentido prisionero de su estatus social. Sus compañeros no conocían su verdadera identidad y eso hacía que no pudiera mostrarse tal cual es. Al fin y al cabo, un chico de su edad que gusta de pasarlo bien sin las ataduras que el convencionalismo de la realeza impone.
Elena y Jaime tuvieron claro desde el principio que nadie debía saber quién era su hijo en la academia militar. Así lo comunicaron a la dirección del centro y obtuvieron un compromiso que ha durado hasta el final de la graduación. Ni rastro de Pipe en ninguna de las fotografías que se almacenan en las galerías de imágenes de la institución educativo. Algo que cuadra perfectamente con el deseo de sus progenitores, alejar a su retoño del interés de los medios. Tanto la infanta como Marichalar fueron con mucho cuidado de que no se filtrara el nombre del centro para evitar que los paparazzi se desplazaran hasta allí y captaran a Felipe en su nueva vida. De hecho, se filtraron varios estados de USA como posible destino del nieto más díscolo de los reyes Juan Carlos y Sofía para despistar.
Felipe de Marichalar paga las malas relaciones de sus padres con la prensa. Aunque a la infanta Elena se la considera muy simpática y cercana a los medios, la realidad es muy distinta. En uno de sus embarazos, llegó a taparse la barriga para chafar el trabajo de los fotógrafos que la seguían. En otra ocasión en que montaba a caballo, descabalgó para pedir que dejaran de fotografiarla. Por su parte, su ex marido, siempre ha creído que los medios son el enemigo y que el único interés en seguirle era para captarle en situaciones comprometidas, como una caída a causa de un traspiés.
A sus dieciocho años, Pipe ve la vida con la normalidad de alguien de su edad. Sin malicia y con esa frescura propia de la juventud. Sabe que por ser quien es debe guardar unas normas pero no ser prisionero de ellas. No se niega a cursar estudios universitarios pero quiere hacerlo en Madrid, donde están sus amigos. Entiende que tiene derecho a divertirse y sabe que eso puede salir en los medios, bien por el trabajo de los periodistas o por amigos traidores. Sin embargo, no está dispuesto a quedarse en casa, cruzado de brazos, para así no romper nunca un plato. Quiere que el sol y el aire le rocen la cara. Y vivir. Sobre todo, vivir.