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La eterna novia del Rey encuentra el amor en un millonario, veinte años mayor

Don Felipe tuvo un gran amor de juventud. Desde entonces, ella arrastra el título de novia del hoy rey. Una historia que pudo haber sido y no fue por culpa de un grave problema de drogas.

La eterna novia de don Felipe encuentra el amor

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El de Isabel Sartorius es un nombre que siempre irá unido a don Felipe. Se conocieron cuando era muy jóvenes y saltó la chispa. Se lo pasaban bomba disfrutando del verano en Palma. Ella era una más en el grupo de él. De aquella época datan fotos donde se les ve felices, cómplices y enamorados. Sin embargo, Isabel cargaba con un secreto familiar que la incapacitaba para encontrar la estabilidad emocional, de ahí que lo suyo con el entonces príncipe fuera imposible. Esta es la versión de la coach. Otros afirman que en Casa Real su nombre fue descartado al conocer interioridades de los suyos que escandalizaban. Sus padres, Vicente Sartorius e Isabel Zorraquín, se casaron y tuvieron tres hijos, Isabel, Cecilia y Luis. Llevaban una existencia tranquila, marcada por los cánones de la época, hasta que el noble descubrió Ibiza, el movimiento hippy y a una hermosa italiana que lo encandiló. Tuvo claro entonces que su matrimonio se había acabado. Zorraquín fue incapaz de digerir la situación. Estaba profundamente enamorada y no entendía cómo su esposo podía abandonarla.

En el horizonte de Zorraquín apareció Manuel de Ulloa, un político peruano que llegó a ser primer ministro de su país. Fue en Lima donde la pareja se casó por lo civil. Isabel se instaló allí con sus hijos. Sin embargo, esa relación fue el principio del fin de Zorraquín dado que la adicción de su marido a la cocaína la arrastró a ella. Sobre Ulloa, Isabel Sartorius escribió en sus memorias lo que hizo con su madre: “La convirtió en una adicta a la coca, además de maltratarla psicológicamente y serle infiel mientras ella luchaba en una clínica contra su adicción”. Un hecho que marcó profundamente a la que fuera novia de don Felipe, al punto que la sumió en la codependencia hacia su progenitora. Vivía por y para ella. Quería salvarla y estaba siempre alerta por si necesitaba ayuda. El amor pasó a un cuarto plano, así como el resto de circunstancias que tenían que ver con ella. Sin duda, una espiral de compromiso tóxico que la atrapó.

Isabel tiene claro que la codependencia influyó muy negativamente en ella y que arruinó muchos de sus sueños. Así no es extraño que sus relaciones sentimentales hayan sido un fracaso. Se fue a Londres para tres meses y estuvo tres años. Allí nació Mencía, su única hija, fruto de su relación con Javier Soto. Sea como fuere, el caso es que cuando abandonó el hospital con su bebé en brazos, estaba sola. Ni rastro de Soto, tampoco del certificado de matrimonio que se dijo contrajeron en la capital del Támesis días antes de convertirse en padres. Si de algo pueden hacer gala los padres de Mencía es que siempre han mantenido una buena entente por su hija. Cuando la niña era pequeña, compartían salidas de ocio como si de una familia se tratara. En aquellos días, anunciaron que iban a casarse. Sin embargo, Isabel rompió el compromiso al darse cuenta de que se había dejado llevar por la felicidad que veía en los ojos de su hija y de Javier. Fue un espejismo que duró muy poco y durante el mismo confundió el cariño con el amor.

A sus 52 años, Isabel se ha enamorado de Cesar Alierta, de 72. La diferencia de edad no es problema para ella, que se manifiesta totalmente cautivada por la forma de ser y el altruismo de su compañero. Tienen claro que es preferible ir paso a paso antes de lanzarse a una relación que podría malograrse por falta de conocimiento mutuo. La verdad es que comparten mucho. Su forma de ver el mundo es coincidente en muchos temas. Aunque él viaja con asiduidad, tiene claro que cuando esté en Madrid saldrá con Isabel. Ni el uno ni la otra van a esconderse para que la prensa no les capte. Ya son mayorcitos para eso. Quieren disfrutar de esta oportunidad que la vida les ha puesto por delante.