Arguiñano arremete durante contra el “tongo” de Masterchef y le da la puntilla
El concurso está asediado por las críticas. Contratos leoninos para los participantes que incluyen cláusulas "abusivas". Acusaciones de "tongo" y mucho más. Arguiñano remata al buque de TVE.
Hace tiempo que Masterchef está en el punto de mira. El concurso sigue encandilando al público y es una apuesta segura para TVE. Sin embargo, sorprende que una televisión pública mantenga en la parrilla un espacio que está asediado por las acusaciones de “tongo” tanto en su versión anónimos como en la de famosos. Todo empezó cuando se desveló el contrato leonino que tienen que firmar los elegidos para entrar en la cocina televisiva.
Los concursantes perciben un salario de 1.000 euros mensuales durante los tres meses que dura la grabación del concurso. Una vez en antena, no ven un céntimo. Esos noventa días, permanecen en una casa a las afueras de Madrid y el contacto con el exterior se reduce a diez minutos semanales de teléfono, que pueden repartir en dos llamadas de cinco minutos, o bien una de diez. Mientras hablan, un miembro del equipo de producción de Masterchef les acompaña. La máxima aquí es la confidencialidad dado que hablamos de un programa que se emite una vez ya está grabado. Y pobre del que revele algo, porque se enfrenta a una sanción que puede dejarle tiritando per saecula saeculorum.
Cuando José Luis Losada accedió a Supervivientes ya llevaba a sus espaldas el honor de haber sido uno de los finalistas de la cuarta edición de Masterchef. A pesar de eso, su contrato como Supervivientes lo negoció una persona de Shine Iberia, productora del concurso de cocina. ¿El motivo? El contrato que rubrican para participar en el reality de TVE incluye una cesión de los derechos de imagen durante los dos años siguientes a su firma, y si no avisan con tiempo suficiente antes de que transcurra el tiempo estipulado, se renueva automáticamente. Así las cosas, Shine Iberia se embolsa un 30% de lo que sus pupilos ingresen. En el caso de José Luis, negociaron tan a la baja con Supervivientes que su caché era de 1.000 euros a la semana. Sí o sí, el de Albacete necesitaba ganar para poder resarcirse económicamente. El cocinero superviviente es un claro ejemplo de que la televisión no siempre significa dinero, de ahí que quisiera romper el vínculo con Shine Iberia animado por sus allegados, hartos ya de verle sufrir, aguantar y callar.
Un punto y aparte merecen las críticas que Masterchef recibe por el equilibrio perfecto entre concursantes masculinos y femeninos. En una carta enviada por Armando Relaño, profesor del Departamento de Física Aplicada de la Complutense de Madrid, a Público, abordaba esta cuestión: “La probabilidad de que se forme un grupo de ocho varones y ocho mujeres como consecuencia de elegir dieciséis personas al azar es del 19,64%. Esto implica que, en promedio, solo uno de cada cinco castings para escoger a dieciséis concursantes generaría, por azar, un perfecto equilibrio entre varones y mujeres. Igualmente, la probabilidad de que sean siete varones y ocho mujeres, u ocho varones y siete mujeres, los elegidos para conformar un grupo de quince personas es del 39,28%. Finalmente, el resultado de que se den cinco resultados como el primero y cuatro como el segundo, de manera consecutiva, es extraordinario; la probabilidad es solo de 1 entre 140.000”.
La puntilla a Masterchef se la ha dado alguien con renombre y solvencia en temas culinarios. Esta semana, Karlos Arguiñano ha concedido una entrevista a Rumore donde habla del concurso de Televisión Española. Así respondía el entrañable cocinero a la pregunta “¿Ves Masterchef?”. “No lo veo porque no es un programa de cocina, es un reality. Y no puedo con los realities. Les gusta la lagrimita, que llore la madre, que lloren los niños, todo el mundo llorando”. Sin duda, la claridad y contundencia de Arguiñano representa un duro golpe para la credibilidad de un espacio asediado por preguntas sin respuestas. Y es que el blanco, cuando no es puro, también destiñe.