Así es la vida "humilde" de Omar Montes: la razón por la que vendió su Ferrari
El ganador de 'Supervivientes' se sincera recordando las dificultades que pasó de niño y relatando el tremendo tren de vida que se permite ahora tras tanto "sacrificio".
Lo pasó muy mal de niño y adolescente. Le acosaron e insultaron en el colegio, tuvo que robar pañales para su hijo y comprar ropa sustraída de grandes almacenes. Pero ahora todo ha cambiado. Omar Montes, ganador de 'Supervivientes' y uno de los reyes del 'trap' español, está en la cima, se da una vida de lujo y derroche y sus andanzas interesan incluso a los grandes grupos mediáticos.
Así ha sucedido con la entrevista que ha concedido a El País, con la firma de Luz Sánchez Mellado, donde da todos los detalles de su transformación "a base de esfuerzo y sacrificio" y, sobre todo, "de hostias".
"Yo he aprendido a palos. Era boxeador profesional y, para ganarme la vida, me han dado bien. También te digo que los palos de la vida duelen más que los del ring. Pero no han podido conmigo y aquí estoy, soy un ser de luz precioso", cuenta el que fuera novio de Isa Pantoja.
No tiene problemas de autoestima, como es evidente, y todo guarda relación con su dura infancia y los problemas en sus comienzos: "Soy un chaval que me lo he currado, buena gente con todo el mundo y Dios me recompensa con el éxito. A mí me han hecho bullying. Me han llamado gordo de mierda, gitanaco, puto moro. Si me hubiera dejado llevar por esa gente, hoy no estaría aquí. Estaría en mi casa con depresión o me habría pegado un tiro".
Y siendo, como es, un personaje hecho a sí mismo ("Yo no vengo de que mis padres me hayan dado todo, o de Operación Triunfo. Vengo de boxear, de hacer canciones a mi rollo..."), no piensa en escatimar en lujos y caprichos y siempre lleva un buen fajo de billetes a mano. "Imagínate pasar un día por una tienda de Gucci, ver un piquete guapo de 6.000 euros, no poder comprármelo y que al día siguiente ya no esté", argumenta.
Aunque también piensa en su círculo íntimo y en su familia. "Sí, me he vuelto un consumista de cojones. Me doy caprichos para mí y los míos a diario. Me gustan los coches. Vendí el Ferrari porque a mi abuela le costaba entrar, y ahora estoy a ver si me compro un Lambor. Pero, quitando eso, no soy ostentoso", confiesa el 'trapero'.