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Eyre revela la desgracia de Doña Elena y la "tirria" de Doña Letizia y su cuñada

Sus hijos han copado titulares polémicos y/o morbosos todo el confinamiento, pero ¿qué hay detrás de la actitud actual de la hermana mayor del Rey? Capítulos oscuros que ahora vuelven.

Aunque de sus dos cuñadas Doña Letizia se llevaba mejor con Cristina ahora solo tiene trato con Elena.

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Mientras sus hijos Froilán y Victoria Federica siguen copando titulares polémicos y rosas, este miércoles Pilar Eyre se encarga de su madre, la Infanta Elena, en su blog de Lecturas.

En concreto hace un recorrido por su vida con especial detenimiento en las "desgracias e injusticias" que han marcado su vida.

En la actualidad, según la periodista, es la que se encarga de hacer la primera llamada del día a su padre ("Hola, papá, ¿cómo estás?"; "bien, chiquitina") en conversaciones breves porque ni uno ni otra son personas cariñosas, pero saben que siempre están ahí.

Por lo demás durante el confinamiento se ha mantenido de lo más activa, paseando a su perra Tula dos veces al día, sin servicio y sin hijos, aplaudiendo religiosamente a las ocho de la tarde, grabando vídeos festivos...

Según Eyre, una gran diferencia con aquella Infanta a la que "yo vi bailar varias veces en el podio de la discoteca Tiffanys de Baqueira y que de pronto desaparecía y veías a los escoltas recorriendo el hotel Montarto de arriba abajo para tratar de encontrarla" o con "aquella muchacha entregada a la música que bailaba en la discoteca Cats de Puerto Portals jugueteando con dos abanicos a la manera de Locomía, a la que intentó fotografiar Gustavo González, pero fue expulsado de la ‘boîte’ por los miembros de seguridad que siempre la acompañaban y protegían".

La periodista especializada en Casa Real cree que la primera desgracia/injusticia que sufrió fue al nacer: "Le tocaba reinar al ser la primogénita, ya que en este país no impera la ley sálica. Pero fue el propio Rey el que insistió a los ponentes de la Constitución para que se precisara que el heredero debía ser varón porque, según dijo: “Mi hija mayor no está en condiciones de reinar”, señalando a Elena de por vida con esta frase demoledora, achacándole algún problema que nunca hemos sabido cuál es en realidad".

Aunque sus profesoras en la escuela de Magisterio dijeron que era "perfectamente normal", también "averiguamos que Sabino Fernández Campo, el que fue jefe de la casa real, la acompañó durante muchos años al psicólogo".

Después se enamoró de su compañero en la hípica, Luis Astolfi, "que la abandonó por la que después fue su mujer" y rondando los 30 la prensa empezó a preguntarse si se "quedaría para vestir santos". Fue justo cuaando se empezó a ver a su lado "a un muchacho larguirucho con cara de enterrador, que al poco supimos que era su novio", Jaime Marichalar, cuyo sueño "era casarse con una infanta y convertirla en la mujer más elegante del mundo, un papel en el que Elena nunca se ha sentido a gusto, pues lo suyo es el ambiente rural de cacerías, caballos y fuego en la chimenea".

Aunque tuvieron dos hijos solo 5 años después de la boda se empezó a rumorear que Doña Elena no era feliz y quería separarse pero en 2001 a Marichalar le dio un ictus y resistió al lado de su marido "tres años terribles": "Se fueron a vivir a Nueva York para tratarlo en el Mount Sinai con Valentín Fuster y se alojaron en el hotel Intercontinental, mientras sus hijos iban a una guardería de los jesuitas en Manhattan".

A partir de ahí, relata Eyre, "el carácter de Jaime se vuelve desconfiado, agresivo e irascible, le monta a la infanta unas escenas espantosas" y "cuando regresan a Madrid, la infanta está embarazada, pero pierde a su hijo. A partir de ahí no hay marcha atrás".

La dura semblanza que la periodista hace de la hermana mayor del Rey llega solo unos días después de que destapara la enemistad entre su hermana menor, la Infanta Cristina, y su esposa, Doña Letizia.

Todo comenzó en el bautizo de Irene Urdangarin. Aunque de las dos cuñadas con la que mejor se llevaba la hoy Reina era con Cristina, cuando la Infanta organizó el bautizo de su hija en Madrid, pensó que sus suegros merecían trato especial y se le ocurrió que podrían alojarse en casa de su hermano: un extenso palacio/chalet de 3.200 metros cuadrados: los padres de Iñaki Urdangarin aceptaron encantados y Cristina llamó a Felipe para pedírselo.

El entonces Príncipe de Asturias le dijo que sí, "pero que de todas formas llamase a Letizia, que no dejaba de ser la anfitriona, aunque no habría ningún problema. Así lo hizo la infanta y cuál fue su sorpresa ante la respuesta de su cuñada: se negó en redondo a invitar una noche al discreto matrimonio Urdangarin, Juan María y Claire. No es que le pusiera pegas, es que le dijo lisa y llanamente que no porque "estoy embarazada, no me siento bien y no me apetece tener en casa a unas personas que no conozco".

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