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De cómo Manolo Santana hizo que Feliciano López perdiera la virginidad mediática

El amor a primera vista entre el hombre y el tenis deja un legado de éxitos y anécdotas que hace aún más grande su leyenda. ESdiario tuvo la suerte de conocerle y aquí van algunas jugosas.

Manolo Santana.

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Hace casi 20 años Manolo Santana nos recibía en el Madrid Arena para presentarnos a jugadores, representantes de firmas deportivas, marcas patrocinadoras y jóvenes promesas del tenis. Había conseguido su sueño: traer a la capital el mejor tenis mundial. De 2002 al 2008 la Casa de Campo acogía el Masters Series y allí nuestra leyenda del tenis volvió a acercar el deporte de su vida a los españoles como lo hiciera 40 años atrás con su juego en la pista. Lo hizo igual de bien fuera. En el backstage, en sala de prensa, en los pasillos incluso en los vestuarios.

Santana insistió para presentarnos a Feliciano López y Fernando Verdasco

"Ven, que te voy a presentar a un joven que tiene muchas ganas, está arrancando, me gusta y, ya verás, te gustará a tí también", nos dijo el ganador de cuatro Grand Slam en el set de patrocinadores mientras nos indicaba el camino a un stand de pelotas de tenis. Pese a su altura, allí encontramos casi escondido entre bolas amarillas tamaño XXL y carteles publicitarios a un tímido Feliciano López.

Efectivamente, nos gustó ¡que hermosa criatura! Y qué virginidad mediática se perdió aquel día... El maestro hizo las presentaciones y allí nos dejó con el muchacho que 15 años más tarde le sustituiría como presidente del torneo. Lo mismo nos hizo con un casi imberbe Fernando Verdasco que, como el tenista toledano, empezó a gustar no solo a los aficionados al tenis.

Durante los primeros años del Masters en Madrid Manolo Santana trabajó de forma incansable con la prensa para que escribiéramos e hiciéramos reportajes de tenis, de sociedad o de política. Porque allí estaban todos: casi toda la plantilla del Real Madrid, con galácticos como David Beckham, a Ana Obregón, Ramón García con su hoy exmujer Patricia Cerezo, la Infanta Elena con su entonces pequeña Victoria Federica, José Luis Moreno o Lina Morgan.

La ciudad de Madrid recibió a los mejores tenistas del mundo con expectación y muchas ganas. La mano del doble campeón de Roland Garros estaba detrás de todo. Él se lo propuso y él lo consiguió. Por supuesto, con el apoyo de las instituciones. El alcalde Alberto Ruiz Gallardón y la presidenta Esperanza Aguirre no le fallaron y apostaron por convertir la capital de España en una parada obligada para los millones de seguidores de este deporte como lo eran otros Masters Series como ya lo eran Roma, Indian Wells o Miami.

Santana nos enseñó los secretos del Masters de Tenis

Nuestra leyenda del tenis sabía la repercusión mediática de cada cual. Tenista o no. Siempre amable, educadísimo (era un auténtico caballero) y feliz, se le veía inmensamente feliz. "Hablad de esto por favor, lo que necesitéis, ahora que lo tenemos no podemos perderlo", nos insistía Santana que para todos tenía un momento y una sorpresa.

"Mira, antes de salir a esa pista iluminada, ay que trabajo dan las luces, mira donde se preparan", nos explicaba preocupado por la iluminación del recinto (nunca los inicios fueron fáciles) acompañándonos a las pistas de entrenamiento y vestuarios. "Con suerte me cruzo con Rafa Nadal", pensábamos. Y Manolo sacó la varita e hizo magia. Allí estábamos con "la leyenda" viendo a otra futura. En ese momento imborrable el drive nos parecía un revés y un globo, una dejada. Los éxitos del tenista mallorquín fueron el otro gran impulso para que el Masters Series de Madrid arrancara y se consolidara. España tenía a uno de los mejores jugadores de tenis del mundo en activo y otro, retirado. Sin uno quizá no hubiera existido el otro.

El presidente del COI durante 21 años, José Antonio Samaranch, en el prólogo de Un tipo con suerte: Memorias de un Jugador de Tenis (2003, Editorial Hola, S.A.) define al primer español que conquistó la catedral del tenis como el líder de una pirámide invertida a raíz de la cual empiezan a surgir jóvenes tenistas que, tras el impulso del campeón madrileño, se interesan por este deporte que en los 60 era un auténtico desconocido en nuestro país. Lo normal es lo contrario. Que de una inversión y una apuesta deportiva surjan muchos jugadores y de todos ellos salga un héroe nacional como lo es hoy Rafa Nadal para culminar la pirámide. Pero con el tenis en España no fue así. La culpa la tuvo un bocadillo, un saque directo a su corazón y a la linea, porque era bueno, muy bueno.

Visitamos la primera pista de Santana en Cuenca

La historia de cómo llegó Santana a una pista de tenis la conocemos bien estos días que, tras su fallecimiento, la recogen periódicos y televisiones que, sobre todo, destacan su condición humilde y su fortuita llegada al tenis con un bocata bajo el brazo camino al Club de Tenis Velázquez, donde trabajaba su hermano. De ahí a ser recogepelotas y hacerse una raqueta con una silla. La familia Romero Girón hizo el resto ayudándole económica y deportivamente ya que le construyó una pista de tenis en Pajaroncillo, un pequeño pueblo de Cuenca. Y ahí coincidimos con Manolo. Pese a las décadas que nos separan del maestro nuestros orígenes nos acercan.

El dinero que necesitó Manolo Santana para entrenar y convertirse en campeón vino de los pinos de la espectacular serranía de Cuenca. Esta provincia manchega fue durante el s. XX la más importante de España en industria resinera. Todavía hoy podemos ver algunos "vasitos" atados a los troncos donde gota a gota cae la pringosa sustancia. Con el tenista madrileño hablamos de ello. Siempre recordó sus inicios como una buena bolea, con cariño y, para quienes quieran conocerlo, pueden todavía hoy visitar Las Corbeteras de Pajaroncillo, una auténtica joya de la naturaleza y, en el camino apearse en la antigua (ahora abandonada) resinería Salazar, donde el campeón de cuatro Grand Slam empezó a jugar al tenis.

El legado de Manolo Santana tiene nombre propio

Con sus victorias consiguió popularizar el tenis, que lo practicaran jóvenes que no fueran ni de la aristocracia ni de la realeza como hasta entonces sucedía en los Reales Clubs de Madrid o Santander que impulsó Alfonso XIII. Después de Santana hubo un antes vacío y un después rebosante. Tras él, Orantes y Andrés Jimeno, que en 1972 se convirtió en el jugador con más edad en ganar Roland Garros (hasta que lo igualó Rafa Nadal con 34 años el año pasado). Y en las dos décadas siguientes la explosión: Jordi Arrese, Sergio Casal, la familia Sánchez Vicario, Conchita Martínez, Sergi Bruguera, Alex Corretja, Carlos Costa (ahora mánager de Rafael Nadal), Carlos Moyá, Alberto Berasategui y Albert Costa. El siglo XXI más y mejor. Juan Carlos Ferrero, Verdasco, Feliciano... y Rafa Nadal, el mejor deportista español de todos los tiempos.

Por ello Manolo Santana es héroe de su país. España le debe toda esa historia del tenis que tenemos y de la que además podemos presumir en todo el mundo. Deporte antiguamente ligado a americanos y australianos es ahora más europeo que nunca. Y español, sobre todo, español. Así lo hicieron otros campeones en otros deportes. Pedro Carrasco (1943-2001), Ángel Nieto (1947-2017), Paquito Fernández Ochoa (1950-2006) o Severanio Ballesteros (1957-2011). Todos popularizaron su deporte y se convirtieron en mitos, leyendas, lamentablemente todas ya solo en el recuerdo.

Con el permiso del campeón de ciclismo Federico Martín Bahamontes (93 años), diremos que España ha perdido con Manolo Santana al último de sus mitos deportivos. Implicado en su amor al tenis hasta el final. En mayo lo vimos en Mutua Madrid Open, visiblemente envejecido con el Parkinson pillándole a contrapié y su última mujer, la cuarta. Sin duda, sus matrimonios y la relación con sus hijos son el error no forzado de esta leyenda del deporte que volvió siete meses después a la Caja Mágica para marcar en su capilla ardiente su último punto de partido.