Rocío Carrasco y su "Ensayo sobre la lucidez" (sin ser José Saramago)

La hija de lo tiene claro. Su exposición es lúcida. Sin rodeos. Rocío Carrasco no miente. Lo tiene claro. No le interesa nada. Ni sus hijos ni sus hermanos. Desde este punto, el resto de la familia está muy lejos. Su familia es su marido. El ser de luz. La paz se consigue si quieren las dos partes. La guerra comienza con que una de las partes lo desee. Rocío Carrasco quiere pasta. Más allá de la verdad que ya ha contado. La suya claro. No hay que forzar la máquina del sentimiento cuando se tiene tanta lucidez en sus querencias.

Carrasco ha encontrado un medio de vida. Con un guión. El guionista es inteligente. A veces detrás de una mujer con verborrea se encuentra un hombre lúcido. Y no al contrario. Al menos en este caso. Rocío está dispuesta a poner a su hija al límite. Lo ha conseguido esta semana. La hija de la chipionera es conocedora de que sus palabras tendrán sentido y fuerza si se atraviesa la línea. No se puede quedar a mitad de camino.

Rocío Carrasco está dispuesta a todo con su hija Rocío Flores

Rocío Flores lo está pasando mal. Muy mal. Una cosa es ser consciente de que su madre no quiera nada con ella y otra cosa distinta es que está dispuesta a "arrastrarla" hasta el infinito aún no contando con el beneplácito del público. El público "de calle" se cree cada día menos a Carrasco porque ve los intereses crematísticos que hay detrás de la protagonista.

Carrasco ha memorizado muy bien el guión y ha incluido un vocabulario muy elevado para su nivel de formación. El abogado es su marido. Ella llegó a lo justo en sus estudios. Muy justita. Con 17 años quiso ser mayor y ser madre. Y ahí comenzó su carrera. Sin pasar por la universidad. Tuvo otros maestros.

Cae en saco roto lo que deseen Gloria Camila, Rosa Benito, Ortega Cano, José Fernando, Tita Gloria y marido José Antonio. Rocío Carrasco no quiere nada con ellos al 100 por cien. No hay dudas. Es clara. Queda por desempolvar tres habitáculos de Montealto y no hay solución. O sí. El objetivo era hacer caja. Y se ha llegado a destino. El fin justifica los medios, dijo Maquiavelo.