La terapia pública de Kiko Matamoros hace grande al 'colaborador más temido'
Las cosas más nimias destapan auténticos tsunamis en las paradisiacas islas de Supervivientes que alimentan los debates en los platós.
70 días es lo que ha durado el periplo de Kiko Matamoros en los Cayos Cochinos. Semanas, días, minutos, en los que ha llenado de contenido el reality por excelencia de la cadena en la que trabaja. Días en los que el tertuliano “más temido” de Mediaset ha tenido que soportar las altas temperaturas, una humedad en ocasiones asfixiante, tormentas tropicales que apabullan y rugen dantescas sobre todo en las oscuras noches hondureñas y lo peor de todo, la convivencia con personas que poco o nada tienen que ver ni con él, ni con su vida.
Y en ese convivir entra, por ejemplo, el tener que escuchar conversaciones insulsas y poner cara de que te interesa lo que te están relatando. Eso un día tras otro, mina la paciencia y la fortaleza intelectual hasta del más experto en esto de la televisión.
A todo ello hay que sumar la lucha diaria por la supervivencia física, y cada día tienes que pelearte por un ridículo trozo de coco o por cuatro granos de arroz, cosas que, desde la tranquilidad de un salón, con la nevera llena es imposible que nadie se aproxime a sentir lo que se llega a pasar en aquellas islas.
Y por eso las cosas más nimias destapan auténticos tsunamis en las paradisiacas islas de Supervivientes que alimentan los debates en los platós. Un escenario repleto de ex concursantes y de colaboradores que sentencian desde la distancia, el desconocimiento y la osadía de aseverar siendo conscientes de que ellos nunca serán los suficientemente valientes como para embarcarse en la experiencia más dura, pero también más hermosa que te pueden ofrecer en Mediaset.
Pero lejos del reality televisivo en Honduras no luchas sólo por el concurso, la peor lucha es la que se batalla en tu interior, la lucha contra tus propios demonios y ese es el premio más importante que te llevas. Demonios que salen libres y se agudizan cuando la oscuridad desdibuja el horizonte de las islas y solo te guías por la inmensa luna de Honduras.
La terapia pública de Kiko Matamoros
Noches en las que tu pasado, tu presente, tus anhelos y sueños futuros martillean tu cabeza, tu corazón y hasta tu alma. Demonios a los que se les pone una alfombra roja para que se exhiban sin pudor en el “Puente de las emociones”. Una terapia pública, perfectamente calculada por el equipazo que todos los días trabaja desde allí para que Supervivientes siga siendo el espectáculo más esperado de la temporada.
Allí los concursantes expulsan todo aquello que les atormenta y en un intento de limpiar su conciencia, practican un exorcismo público hasta el punto de llegar a sorprender a familiares y amigos, que por lo general se desconocen las confesiones que realizan sobre unas maderas raídas por el tiempo.
Puede que Matamoros no haya ganado Supervivientes, estoy segura de que no iba con esa intención. Pero nadie puede dudar que a pesar de las críticas recibidas ha ganado mucho más de lo que supone lo que te ingresan por cada semana de concurso. Sí, ha sido uno de los concursantes más criticados amparándose en que él siempre lo ha sido cuando otros ocupaban el lugar que él acaba de dejar.
Pero Kiko ya ha regresado, ha vuelto con cerca de veinte kilos menos, pero creo que con más salud de la que se pudo imaginar. A su lado ya disfrutan de él unos hijos que lo adoran y una novia que soñaba cada día con la protección de su amor. Ahora a Kiko le toca disfrutar de lo que sí controla de los tiempos televisivos y de la experiencia de la que todos aprendemos cada día de él. Y ante determinadas críticas le digo lo que le dije nada más aterrizar “Felicidades porque sólo los que hemos estado entendemos lo que pasamos allí”. Bienvenido a casa.