Las lágrimas de la Reina Sofía: no es la primera vez que la Emérita se derrumba
Quizás fue la gota que colmaba el vaso ante la situación de tristeza que atraviesa la madre del Rey Felipe, pero no fue la primera, ni mucho menos. ESdiario tiene todos los detalles.
La Reina Emérita ha vuelto a llorar. Y ha sido esta semana. Las revistas de los miércoles la llevan en portada con la coincidencia de su ausencia en la Jura de la Constitución de la Princesa de Asturias este pasado 31 de octubre. Las lágrimas fueron de nuevo protagonistas en la madre de Felipe VI, la Reina Sofía.
La Emérita capitaneó el nombramiento de su amigo Emilio Lora-Tamayo como Rector Honorario de la Universidad Camilo José Cela. El evento tuvo lugar en Villanueva de la Cañada. Una Reina visiblemente emocionada que nos recordó a la de otros momentos de sus últimos 30 años.
Fue en abril de 1993 cuando fuimos testigos de las lágrimas de Doña Sofía en el funeral de su suegro, el conde de Barcelona, Don Juan de Borbón. El Monasterio de El Escorial fue el escenario. El día que se humanizó a ella misma. Así lo recogían las crónicas de la época. Hasta entonces, se desconocía la semblanza más sensible de la que era Reina de todos los españoles desde 1975. Fue la primera pero no la única.
Cuatro años después volvió a suceder. La desolación de la Reina Sofía quedó grabada en la retina de quienes fueron testigos presenciales o televisivos del entierro de la madre Teresa de Calcuta. Aquellos días, el adiós a la monja del pueblo que fue despedida con honores de Estado coincidió con el fallecimiento de Diana de Gales. La Emérita quiso estar con la monja que se convirtió en amiga con tan sólo tres veces de coincidencia física en la vida de ambas. La apoyó en la congregación de la madre Teresa de Calcula siempre que pudo. Fue una gran valedora.
Diez años después un 27 de abril de 2007 fallece el gran amigo de Doña Sofía, el violonchelista Mstislav Rostropovich. Hasta Moscú se desplaza la esposa del entonces Jefe del Estado para decir adiós a uno de sus grandes amigos. Su rostro lo dice todo. Una gran amistad fraguada en Londres.
La última vez fue el pasado viernes en el homenaje a su amigo Emilio Lora-Tamayo. Quizás la gota que colmaba el vaso ante la situación de tristeza por ser sabedora que sería una gran ausente en los actos del Congreso de los Diputados y del Palacio Real, las dos instituciones que definen la Monarquía Parlamentaria, de su nieta y heredera al trono de España, la Princesa de Asturias Leonor de Borbón y Ortiz.