La muerte política de Irene Montero deja por el camino a Carrasco y Corredera
Con la marcha de la exministra de Igualdad “ha muerto” una etapa de la televisión que tanto daño provocó. Aún se recuerda cuando se modificó la escaleta de Sálvame para que ella llamara.
Irene Montero es pasado. De momento. Irene Montero y sus voceras mediáticas y políticas desaparecen. Corredera y PAM. El teatro Pavón ya no tiene por qué recibirlas. Este martes Irene Montero ha desaparecido. Y no con silencio. Arremetiendo hacia quien la eligió. El hombre que las propuso. Las designó. Y las nombró. Pedro Sánchez. El mismo que se la ha cargado. A ella y su séquito. Montero no fue responsable. Lo fue el presidente Sánchez.
A Irene Montero le ha faltado llorar en su despedida. Normal. Pierde mucho. Gana menos. La ministra no puede optar a su puesto de funcionaria de registradora de la propiedad en Santa Pola (Elche) como hiciera en su momento Mariano Rajoy. Uno tenía futuro en la costa levantina y la otra de cajera, psicóloga o “penitente”.
Con la marcha de Irene Montero "muere" una etapa de la televisión
Irene Montero está triste. Su cara la delata. “Ha muerto” políticamente hablando. Y con su partida desparecen de la tierra “feminista” frases de sus voceras mediáticas y políticas. Ella era la jefa. Y el jefe Pedro Sánchez. El que la puso la destruyó. Maquiavelo. Este martes también “han muerto” políticamente y Rocío Carrasco. “Ha muerto” una etapa de la televisión que tanto daño provocó hasta destruir una cadena. Hemeroteca. Intentan resurgir de sus cenizas con más mentiras que verdades.
“Han muerto” para siempre aquellas frases que debieron sufrir compañeros que no comulgaron con su religión presuntamente “progresista”. Presunta. Generosamente hablando. “Si no se va del plató Antonio Montero, me voy yo”. Historia de la televisión. Le decía la aún no extinguida presentadora Carlota Corredera al periodista Antonio Montero. Quien dude, que busque en Google. Es muy de Pedro Sánchez.
También “ha muerto” aquella frase lapidaria “Si no te callas, te vas”. Le decía una analfabeta jurídica a un abogado. Ella es Carlota Corredera. Él vive en otro mundo. Y de fondo y encorsetada aplaudía otra abogada de apellido Suárez. El mayor espectáculo circense de la historia del hombre.
“Ha muerto” el día que David Valldeperas intentó controlar la verdad. Y no la de la buena madre. Con ella vivía. Negocio. Valldeperas, el hombre que siguió órdenes supremas para seguir haciendo patrimonio.
“Ha muerto” la censura de este feminismo. Espero. Otras vendrán que bueno me harán. Los 40 días hay que darlos.
“Han muerto” aquellos días que aún se recuerdan en la redacción de Sálvame cuando se modificó la escaleta o guion del programa porque había decidido entrar en directo Irene Montero al programa para hablar de Violencia de Género. Fue el 22 de marzo del 2023. En directo la ministra de Igualdad y fuera tres colaboradores convocados desde tres días antes. Eso fue la censura de la izquierda y el feminismo y la soberbia y la mentira. Aquel día dirigía Alberto Díaz. El mundo al revés.
Irene Montero y los profesionales del mundo del corazón y la tele que dejó en el camino
¿Y dónde está Raúl Prieto? El director que se tuvo que ir porque aquello empezaba a ser una barbarie dictatorial. Prieto no tiene peajes de colegios privados. Prieto, el creador del entretenimiento mas divertido dentro de la “golfería entretenida”. Memoria histórica.
Vamos a dar los primeros cien días. Repito. “Ha muerto” la mujer que lloraba sin piedad vestida de fucsia y sin relación con sus dos hijos. La Justicia le dio la espalda. La audiencia también. Y dejó a la cadena en cuarta posición muchos días. Puede buscar amparo con Julia Otero en TVE. Allí apareció el día de la mujer trabajadora. Ella, que nunca trabajó. Por eso también “ha muerto” el amparo que le ofreció José Pablo López, director de Contenidos de TVE. “Ha muerto” una mentira.
Carlota Corredera, la mujer que hizo libros para adelgazar, Rocío Carrasco la esposa de la sombra alargada del ciprés e Irene Montero, la ministra que este martes no lloró.