Doña Letizia, sola y aislada de la Familia Real: duro dato de lo que se vive en Zarzuela
Sin pelos en la lengua la cronista Pilar Eyre habla de la “gran damnificada” de lo que ahora está ocurriendo en la Casa Real
De nuevo la veterana cronista de las casas reales, Pilar Eyre, ha vuelto a poner en la diana a la Reina Letizia. En su último post en su blog de Lecturas, la periodista catalana lo tiene claro y relata el aislamiento de la mujer del Rey Felipe VI.
Titula Eyre: “Letiza, la gran damnificada por la unión de la Familia Real” y lo desarrolla explicando a sus lectores que “la Reina ha cumplido 52 años en un momento crucial de su vida. Porque la sorprendente y apabullante presencia de la Familia Real unida en amor y compañía estas últimas semanas tiene una clara damnificada: Letizia. No estuvo en la boda de Victoria López Quesada, la ahijada de su marido, dejando su sitio y todo el protagonismo a la Infanta Cristina quien, por primera vez desde que fue despojada de su título de duquesa, apareció al lado de su hermano con todos los honores. Esta rehabilitación es evidente que se ha hecho al margen de los deseos de la Reina”.
Además, destaca que “tampoco estuvo Letizia en el entierro privado y familiar del primo hermano de su marido, Juan Gómez Acebo y Borbón, al que sí fue Felipe. Y tampoco acudió al cumpleaños de su sobrina Victoria Federica en Zarzuela. Un sencillo almuerzo con la reina Sofía, las dos infantas y algunos primos, así como Juan Carlos, que llegó emocionado al que fue su hogar, del que está ausente desde hace cuatro años, mostrando así que poco a poco va recuperando su lugar en la familia y en la sociedad. Felipe recorrió los trescientos metros que separan su casa de la de su madre con un obsequio en las manos para su sobrina. Letizia se negó a ir”.
Pilar Eyre relata escenas de tensión: “En las dos ocasiones en las que su presencia era inevitable, el funeral oficial de Juan Gómez-Acebo y el del empresario Alejandro Fernández de Araoz, Letizia tuvo que ver como su papel, y el de su marido, era opacado por su suegro, el Rey Juan Carlos, recibido en ambas ocasiones con gritos de viva el Rey y aplausos. Felipe y Letizia llegaron a la catedral castrense donde se celebró el funeral del primo a pie, evitando coincidir en la entrada con el emérito o con la infanta Cristina. Letizia iba, como hace siempre en las ocasiones en las que se siente desplazada, del brazo de su marido y se mostraba incómoda y nerviosa, tocándose el pelo y con expresión tensa”.
Y prosigue con el conflicto: ¡A la entrada saludó a los hermanos del difunto de la misma manera que se conversa con personas que apenas conoces, y después, al finalizar la misa, fueron los primeros en salir, sin que nadie los despidiera en la puerta, únicamente dos señores les tendieron una mano que Letizia y Felipe estrecharon calurosamente, aunque era evidente que ninguno de los dos sabía quiénes eran. En ese momento tuvo lugar un gesto muy significativo”.
Y cierra Eyre este capítulo narrando lo que ocurría a continuación: “Felipe pareció sentirse molesto por tenerse que ir así, a la carrera, y se volvió para esperar a sus padres o hermanas, pero Letizia le puso la mano en la espalda y lo dirigió muy sutilmente hacia el coche”.