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Combina la vuelta al gimnasio con una dieta adecuada

La vuelta de las vacaciones siempre implica enfrentarse a los excesos del verano, y mucha gente se apunta a dietas depurativas que pueden ser peligrosas si no se hacen bajo supervisión.

Combina la vuelta al gimnasio con una dieta adecuada

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Una dieta depurativa (o de desintoxicación) es un régimen alimenticio que implica un cambio en los hábitos de consumo con el objetivo de “desintoxicar” el cuerpo, mediante la eliminación de toxinas u otros contaminantes.

Las dietas depurativas sugieren que las frutas y las verduras deben suponer la mayor proporción en el consumo de comida. A menudo abogan por limitarse a comer alimentos no procesados. La limitación o eliminación del alcohol es también un factor principal, y se recomienda beber más agua.

Algunos métodos desintoxicantes incluyen eliminar alimentos que son difíciles de metabolizar, como cafeína, alcohol, comida procesada (incluido cualquier clase de pan), alimentos enlatados o prefabricados, sal, azúcar, trigo, carne roja, carne de cerdo, alimentos fritos, queso amarillo, crema, mantequilla y margarina, manteca, etc.

Consumir alimentos “puros” como frutas crudas y verduras, granos enteros (excluyendo el arroz blanco), legumbres, nueces crudas y semillas, pescado, aceites vegetales, hierbas y tés de hierbas, agua o alimentos crudos. Ayuno, incluso ayuno de agua y de zumo. Aumentar el consumo de pescados como el salmón. Combinación de alimentos. Restricción de calorías. Desintoxicación con hierbas. En definitiva son rápidas, supuestamente efectivas… y potencialmente peligrosas.

¿Sabes lo que le pasa a tu cuerpo cuando lo despojas de los nutrientes básicos?

Después del primer sorbo. Las señales de hambre que envía tu cerebro son respondidas con una oleada de azúcar procedente de la fruta (y no, sustituirlas solo por verduras tampoco es una buena idea). Esta reacción obliga al páncreas a segregar insulina, que es la responsable de transportar el azúcar (en forma de glucosa en tu sangre) a las células.

Después de 30 minutos. Mientras tus células absorben la glucosa, tu nivel de azúcar en sangre empieza a venirse abajo. Puede que comiences a sentirte mareada. Mientras tanto, debido a la falta de calorías, tu cuerpo se ve privado de glucógeno, una fuente de energía rápida que se almacena en los músculos y en el hígado.

Después de dos días. Con cada sorbo de zumo, tus niveles de insulina se disparan, para luego estrellarse. Tus reservas de glucógeno hace tiempo que se extinguieron, dejando tu despensa vacía (y, con ello, una sensación de debilidad). Desde que empezaste a tomar aproximadamente la mitad de las calorías que necesitas, tu cuerpo recurre a dos fuentes de energía: los triglicéridos, un tipo de combustible almacenado a modo de grasa (¡viva!) y las proteínas, sacadas directamente de tus músculos (¡ups!). Por eso empiezas a perder masa muscular, incluso aunque estés haciendo ejercicio cada día.

Después de tres días. Tu cerebro no está nada contento. Ha entrado en un modo de inanición y ahora engulle cetonas, una energía que procede de la quema de grasas. Las cetonas funcionan, pero son algo así como una gasolina de mala calidad; como resultado, lo más probable es que te sientas desconcentrada e irritable. Tu cerebro también acusa la falta de aminoácidos, que son básicos para los neurotransmisores y mantienen estable tu estado de ánimo. Si eres propensa a las depresiones, casi seguro que a estas alturas te sientes triste.

Las proteínas de tus músculos se descomponen en amoniaco y ácido úrico, elementos nada recomendables en tu torrente sanguíneo. Ahora, tus riñones trabajan a destajo para desintoxicarte de tu particular ‘desintoxicación’. Permanece cerca del lavabo: el alto porcentaje de carbohidratos del zumo causa la entrada de mucha agua en tus intestinos. Ese extra de líquido en tu vientre te provocará diarrea.

Después de cuatro días. Sin comida que digerir, tu intestino se siente ignorado. Las pequeñas vellosidades que lo cubren (para convertir la comida en alimento para la sangre) empiezan a atrofiarse. Puede que tu diarrea empeore, acercándote cada vez más a la deshidratación… y por ahí se va el atractivo tono rosado de tus mejillas.

Después de ocho días. ¡Comida sólida al fin! Pero… has perdido músculo. Incluso si recuperas tus hábitos alimenticios normales, ahora tienes menos masa muscular para quemar esas calorías, de manera que lo más seguro es que se transformen en grasa. Y ahí es cuando hace acto de aparición el temido efecto yo-yó de estas estrictas dietas. La desproporción entre grasa y masa muscular altera el metabolismo y consigue que las calorías sean mucho más difíciles de quemar.

Consulta siempre que puedas a un equipo de nutricionistas como el que disponen en los Centros O2 Wellness para que te asesoren acerca de la mejor manera de perder peso. Lo mejor es evitar las toxinas, no detoxificarse. Aquí van unos consejos útiles: toma alcohol con moderación, no fumes (¿de verdad hay que decirlo?), evita respirar los gases de tubos de escape, evita respirar disolventes, no abuses de los medicamentos, lava bien las frutas y verduras, cuidado con los insecticidas, consume alimentos orgánicos

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