Cebrián se busca un lío tras jugársela a traición a Soraya
Atrás quedan los días de vino y rosas en los que el presidente de Prisa adornaba las copas de Navidad de La Moncloa. Cebrián quiere venganza por la licencia de TDT y arrasa con quien sea.
Ni sirvas a quien sirvió ni pidas a quien pidió. La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, ha conocido estos días la certeza del viejo refrán después de ver cómo El País le ha hecho un tremendo feo en la guerra particular del diario que dirige Antonio Caño con Mariano Rajoy. Un conflicto aparecido tras la no consecución de una licencia de televisión digital terrestre y que contrasta con las carantoñas realizadas al Ejecutivo durante buena parte de la legislatura.
"El País no aceptó a Santamaría en su debate con los líderes de los partidos", publicaba el periódico de Prisa después de que el PP ofreciese enviar a la vicepresidenta como representante del partido en lugar de Rajoy al debate digital del próximo día 30 auspiciado por dicho medio. La encerrona, como ya relató ESdiario, consistía precisamente en eso: usar la negativa del presidente del Gobierno, pública y notoria, a debatir con los cabezas de lista de Ciudadanos y Podemos para hacerle blanco de los ataques.
La vicepresidenta no es de las que olvidan, sino de las que apuntan y guardan para otra ocasión. Detrás de la traición del periódico de Prisa, como tras el nuevo trampeo a Rajoy, se encuentra la mano del presidente de Prisa, Juan Luis Cebrián. "No ha soportado de que no le hayan dado una licencia", aseguran fuentes del sector audiovisual. Doble golpe para Sáenz de Santamaría, que tanto ha amparado al máximo ejecutivo de Prisa. Al fin y al cabo, Cebrián sigue aquella máxima de su maestro Polanco: "No hay cojones en España para negarme una televisión".
El empecinamiento del antiguo grupo polanquista por contar con los "cabezas de lista" como argumento para rechazar a Sáenz de Santamaría retrata, además, el ataque de ego de los directivos de Prisa, empeñados en un interés particular y en rechazar la presencia de los argumentos del PP en dicho debate conociendo perfectamente, con premeditación y alevosía, la posición de Rajoy al respecto.
La herida es mucho más honda si se tiene en cuenta que toca a quien siempre ha mostrado una actitud de comprensión hacia los problemas financieros del Grupo Prisa hasta el punto de haber sido blanco de algunos compañeros de partido por una "condescendencia" con ese grupo mediático que permitió el visto bueno gubernamental a la venta de Digital+ a Telefónica. Una operación que insufló oxígeno económico en forma de 700 millones euros en el marchito pulmón de Prisa bajo el pintoresco argumento de que el grupo forjaba marca España.
Incluso se ha señalado el papel de la vicepresidenta en una presunta influencia sobre los acreedores de Prisa.
Incluso se ha señalado el papel de la vicepresidenta en una presunta influencia sobre los acreedores de Prisa. Una alusión velada a esa cuestión por parte de Miguel Ángel Aguilar en The New York Times hace un par de semanas le costó su columna en El País tras veinte años de colaboración.
Atrás quedan los días de vino y rosas en los que la vicepresidenta ponía lustre a la presentación de Elpais.cat -una edición regional, al fin y al cabo- y Cebrián era la comidilla de las copas de Navidad de La Moncloa. Nadie hubiera podido decir que una y otro se habían encontrado en trincheras distintas unos años antes, cuando el PP, cansado de los insultos de un Polanco al borde de la extinción, decretó un cerrojazo a Prisa.
Esos momentos, como en el discurso final del replicante de Blade Runner, parecen haberse perdido como lágrimas en la lluvia entre la negativa a la concesión de una TDT y el desmentido del viernes a la noticia de portada sobre un aumento de la implicación española en la misión militar de Malí. Prisa y el PP vuelven a estar frente a frente.