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Pedrojota y Ana Rosa: el "malvado" y la "buitre" para Boyero

Ninguno de ellos echará de menos a la pluma más viperina de "El País", Carlos Boyero, que deja un reguero de víctimas tras su salida del diario. Estas son algunas de las perlas que escribía.

Boyero se va de "El País".

Publicado por
J. F. Lamata

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Mucho se ha comentado por el hecho de que Carlos Boyero se haya despedido como columnista de El País tras nueve años con elogios al que durante años fue considerado bestia negra del grupo propietario de este medio, Pedrojota Ramírez. Claro que a lo mejor el elogiado no se ha sentido del todo halagado con las líneas de Boyero.

"Tuve broncas y censuras en los periódicos que dirigía Pedro J. Pero ahí estuve durante más de 20 años. Por algo sería, nos interesaría a los dos. (…) Pedro J. podía ser malvado, pero sobre todo intuitivo y muy inteligente".

Dejando al margen lo mucho que se abusa del término censor (parece lógico que el director, como responsable legal de todo lo publicado bajo su batuta, haga los cambios que considere oportuno en los artículos bajo su mandato), las palabras de Boyero aunque puedan parecer duras hacia el primer director que le seleccionó, son cariñosísimas en comparación a los adjetivos que usaba cuando era columnista suyo para hablar de otras figuras de los medios de comunicación. Junto a su innegable talento prosaico y su condición de erudito cinéfilo, no es menos cierto que Boyero se hizo popular en los noventa como uno de los columnistas que más usó el recurso de la descalificación (eufemismo de “insultos”) hacia los profesionales que evaluaba:

De Encarna Sánchez escribió que era una "populista apestosa de grimoso tono de voz", de Nieves Herrero que era "una atildada y cursi pititona", de Julián Lago que era un presentador "patético" y "siniestro" del que "sentiría placer si su plató se incendiara con las puertas cerradas", de Pepe Navarro que era un "viscosamente amoral" que "le producía mala hostia su existencia por su ruindad moral", de Javier Sardá que era un "emperador de la mierda" y de Ana Rosa Quintana que era una "buitre con estilo de señora sofisticada".

Esa habilidad para dictar severas sentencias le valió a Boyero más fans que muchos otros críticos de televisión contemporáneos (¿Será que el arte descalificar ayuda a fidelizar como bien supieron en su día García o Jiménez Losantos?) pero también supone afrontar el coste de las presiones y las patadas. De Diario 16 echó a Boyero el directivo José Luis Gutiérrez, según él porque las multinacionales amenazaron con retirar la publicidad si no prescindía de su columna.

Pasó entonces a la revista Tribuna de Actualidad de donde le despidió su director, Julián Lago, "por su lenguaje de calumnias e insultos", según declaraciones de la época del propio Lago (de quien Boyero se vengó ampliamente, como reflejaba en el ejemplo de unas líneas más arriba) y de Protagonistas le largó en 1993 Luis del Olmo de manera más discreta. Aunque el primer patadón se lo dieron a Boyero en Guia del Ocío, una publicación que editaba un joven empresario llamado Florentino Pérez.

En El Mundo su salida fue más pacífica, aunque Boyero se encargó de lanzar un par de recados a su jefe: "Con Pedro J. estoy cada vez más asfixiado. (…)En los últimos oscuros y mezquinos tiempos tengo demasiados problemas. Estoy un poco harto y censurado".

Boyero no es el único columnista de Pedrojota Ramírez que acusó al director de los tirantes de retocar sus textos (ahí están los testimonios de Pablo Sebastián, Martín Ferrand, Jesús Cacho o Javier Ortiz, por poner cuatro ejemplos), el quid del a cuestión es… ¿Se reconoce o no el derecho de un director a decidir íntegramente sobre los contenidos de los artículos –y los adjetivos -que se publican bajo su dirección y bajo su responsabilidad legal? ¿Ejercer ese derecho es censurar?