A mi amigo Pascual Tamburri
Podía haber aspirado a puestos importantes en el mundo político, educativo y social… pero prefirió ser fiel a sus valores y principios hasta la muerte con honradez.
Transcurridos unos días del fallecimiento de mi querido amigo Pascual Tamburri y con el espíritu un poco más sereno, pero todavía convulso y perturbado, quiero comenzar esta reflexión recordando las palabras con las que Máximo Décimo Meridio, en la película de Gladiator, arengó a sus tropas:
“¡Manteneos firmes! ¡No os separéis de mí! ¡Si os veis cabalgando solos por verdes prados, el rostro bañado por el sol, que no os cause temor! ¡Estaréis en el Eliseo y ya habréis muerto! ¡Hermanos! ¡Lo que hacemos en la vida tiene su eco en la eternidad!”.
Estas palabras podrían ser perfectamente las que Pascual nos dirigiera en estos momentos de dolor y turbación ante su repentina pérdida. Él se asemejaba a la figura de este general romano, que pudiendo aspirar a los más altos honores, no buscó la corona de laurel que se marchita y murió traicionado en la arena del Coliseo.
¡Manteneos firmes! Esta frase resume perfectamente su vida y podría ser muy bien el mensaje que nos dejaría a nosotros en estos momentos de abatimiento. Este tiene que ser nuestro mejor homenaje que tributemos a Pascual: mantenernos firmes en nuestros valores y principios como él lo hizo.
Pascual era una persona con una inteligencia y un talento prodigiosos, acompañados de una capacidad de trabajo enorme, una visión de la realidad como muy pocos la tenían y una valentía fuera de lo común. Podía haber aspirado a puestos importantes en el mundo político, educativo y social… pero prefirió ser fiel a sus valores y principios hasta la muerte con honradez.
Un hombre íntegro de los pies a la cabeza: “La verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero”, solía repetir. Y la verdad incomoda y lejos de ganar amistades encontró por el camino enemigos y obstáculos. También algún amigo incondicional…Pero eso no le amilanó nunca. Apretando los dientes, siempre con una sonrisa, sin perder la compostura siguió cabalgando muchas veces, como este general romano, solo e incomprendido por los verdes prados de esta sociedad, pero con el sol bañando su rostro…y sin el menor atisbo de temor.
La libertad tiene su precio, tú eras muy consciente de ello, pero a ti no te importó pagarlo. Eras como esos viejos militares de los tercios españoles que estaban dispuestos a dar hasta la última gota de su sangre a pesar de no ser reconocidos por esa España por la que combatían.
Los que hemos tenido la suerte de convivir con él hemos sido testigos de ello e incluso hemos compartido algunas pequeñas derrotas que, lejos de achicarnos, hicieron que nuestra amistad se estrechase y se hiciese más sólida.
Gracias por tu amistad a lo largo de estos seis últimos años, conviviendo día a día en el Instituto. Siempre recordaré esos cafés en la sala de profesores, esas comidas junto con nuestro amigo Raúl por los distintos restaurantes de la zona, esas tertulias de departamento donde hablábamos de lo humano y de lo divino, o esos cursos de formación unos interesantes, otros aburridos….pero siempre sacándoles chispa: tú con tu fina ironía, y nosotros con nuestra socarronería baturra.
¡Tu presencia seguirá estando en nuestras vidas pues la huella que nos has dejado ha sido grande!
Y termino con la última frase que pronuncia el general romano, en la película, antes de morir: “Ahora somos libres. Volveremos a vernos. Pero aún no... aún no”.
Hasta siempre.
Tu amigo, José Manuel Cantín