Borrell señala al cerebro del órdago catalán y destapa sus verdaderos objetivos
El exministro socialista hace añicos la imagen de Puigdemont atizando donde más le duele: en su papel de muñeco de paja al que los independentistas echan "de más" cuando la cosa se pone fea.
Siguen proliferando las reacciones sobre la entrevista de Jordi Évole al presidente de la Generalitat, que no sale muy bien parado de los análisis, precisamente.
Josep Borrell le pone la puntilla este martes en El Periódico con una columna demoledora en la que destapa al verdadero cerebro de la gravísima situación en la que nos encontramos: "Nunca había visto un naufragio político como el del 'president' Puigdemont ante un periodista. Llegó al Palau de rebote, pero los independentistas habrán echado en falta a Junqueras, quien al menos tiene el cuajo de no contestar, inventar o negar cuando conviene".
El exministro enumera todas y cada una de las contradicciones de Puigdemont en la entrevista en la que "reconoció abiertamente que el referéndum que ha convocado es ilegal de acuerdo con el propio Estatut de Catalunya, que exige una mayoría cualificada de 90 votos para reformar la ley electoral. Al señalarle el entrevistador que era así incluso para elegir a los directivos de TV3, y que el se disponía a declarar la independencia con una exigua mayoría simple de 72, su inocente respuesta fue, que si no lo hacía así no lo podría hacer. Asombroso. "Es que es el único camino que hemos encontrado".
Borrell se pregunta en voz alta: "¿Cinismo al cubo o supina ingenuidad? Pero, ¿quién le ha eximido de conseguir de los catalanes los votos necesarios para hacerlo? ¿Y ese es el que dice defender los derechos y las libertades y denuncia un "Estado de excepción" implantado por el Estado contra Catalunya?".
Y es que, a su juicio, "Puigdemont ha dado la razón a los que defienden que no hay que participar en un referéndum ilegal, que no reúne ninguna garantía democrática. Los 'no' a la independencia serán usados para legitimar la participación en lo que algunos presentan como un inocente ejercicio de "movilización ciudadana", cuando de lo que se trata es de dar un salto al vacío de gravísimas consecuencias".
Los verdaderos objetivos de Junqueras
En este sentido, resume que "no desautorizó a Forcadell cuando dijo que el PP y Ciutadans no son catalanes. Justificó las palabras de Junqueras reconociendo que "solo con la foto de la policía impidiendo una votación ya hemos ganado", lo que desvela sus verdaderos objetivos. No reconoció que Junts pel Sí planteó las elecciones del 27-S como un referéndum que ponía en el mismo saco los votos al PP que a los comuns. Y no desautorizó a su portavoz, Jordi Turull, cuando negó la condición de ciudadanos, tachándoles de súbditos, a aquellos que decidan no votar. Toda una catástrofe dialéctica".
En su opinión, "en Europa, se considera que el desafío al ordenamiento constitucional lanzado por el independentismo catalán puede poner en peligro el proyecto comunitario. El relato, en gran medida falsificado en su dimensión histórica y económica, que los independentistas han vendido con gran habilidad, es lo opuesto a las bases de la construcción europea. Disfrazan como defensa contra un Estado opresor, todos los clichés del nacionalismo más rancio, con tintes de supremacismo cultural y de clase".
Borrell identifica a Junqueras como el gran cerebro de la situación límite en la que nos encontramos: "Sí, la actitud del PP y el pasotismo de Rajoy tienen mucha responsabilidad. Pero también la tiene, y se olvida, el relato de mentiras y exageraciones del que Junqueras ha sido el gran fabulador, basado en el "España nos roba" y "España nos odia".
En resumen: "El desenlace de esta crisis, a la que nos han conducido irresponsables aspirantes a un martirologio 'low cost', a costa de crear una grave división en la sociedad catalana, es una cuestión europea. Si se permite a un territorio saltarse el Estado de Derecho y ejercer unilateralmente su autodeterminación, se habrá acabado con "la intangibilidad de las fronteras cuya actual definición tanta sangre costó".
Por eso concluye que "si de nuevo triunfa el discurso de un nacionalismo excluyente que falsea la historia y la realidad derribando el orden constitucional imponiendo su hegemonía, y si la ya intolerable violencia verbal se convierte en violencia física, el proyecto europeo retrocederá a la situación que había conseguido superar. Es muy grave que un líder político reconozca que viola su propia ley básica para lograr lo que pretende. Y que alguien como Serrat sea tachado de fascista y de traidor mientras el siniestro Otegi sea un héroe que encabeza las manifestaciones...".