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Rubén Amón hunde la imagen antifranquista de Iglesias en una columna tragicómica

Verlo para creerlo. Sólo en un caso de enajenación mental transitoria se nos ocurriría pensar que iba a ocurrir lo que está ocurriendo ahora con dos símbolos antagónicos del franquismo...

Rubén Amón hunde la imagen antifranquista de Iglesias en una columna tragicómica

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Visto lo visto y la escalada de tensión que no cesa en el conflicto catalán, Rubén Amón ha decidido tirar de ironía desde su columna de El País. Entre la comedia y el drama se plantea que "solo desde un estado de enajenación podría haberse imaginado que Manolo Escobar se convertiría en icono de la canción protesta y que Lluis Llach degeneraría en los comportamientos de un opresor. Estaban cambiados los papeles en tiempos de Franco. Y no porque Escobar fuera un opresor ni un esbirro, pero su repertorio cañi proporcionaba al régimen una anestesia de caspa, tronío y salero, mientras que el quejido de Llach representaba en el exilio francés la plegaria contra la tiranía y la vejación del pueblo catalán".

Así, reflexiona, "el himno de la opresión ha derivado en instrumento de pureza étnica y cultural. Y Lluis Llach se ha ofrecido como guardián de las esencias y expresión intimidatoria, montonera, hasta el extremo de haber propuesto perseguir y denunciar a los funcionarios que se resistan a someterse a la ley de transitoriedad".

Según Amón, esa ley "podría haberse redactado en cualquier modelo de democracia imitativa y degenerada" y por eso "no termina de entenderse que las víctimas del franquismo y las personalidades que lo padecieron, Lluis Llach, por ejemplo, suscriban un proyecto político que desfigura el parlamento, neutraliza la oposición, manipula los referendos, exalta la nación, multiplica la propaganda, excluye la diferencia y organiza grandes movilizaciones populares".

En este punto llega a la conclusión de que "Franco está vivo. No ya porque lo resucitan obsesivamente el movimiento indepe, Pablo Iglesias y los adalides fanáticos del nacionalismo, sino porque la misma Cataluña que padeció la discriminación y el asedio del caudillo se ha propuesto parodiarlo".

En su opinión, "Llach es un converso. De oprimido a opresor. De la resistencia al dogma. Y produce embarazo escuchar las reflexiones sobre el Estado tiránico, cuando la revolución que él mismo dice encarnar proviene del sistema y aglutina todos los recursos del sistema. Nada más sencillo en la patria oprimida ni más convencional que adherirse al movimiento soberanista. El heroísmo, la transgresión, consisten en la defensa del orden constitucional y de la cultura compartida, de forma que Manolo Escobar asume de manera abradacadabrante la melodía de la provocación. Y no porque sus canciones conmuevan el alma sino porque el sentido del humor y la percusión de la pandereta adquieren un valor catártico frente al fundamentalismo".