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Camacho identifica el error flagrante de los independentistas que tumbó el mito

Visto desde la distancia parece increíble que la revolución catalana llegara a ser tan inquietante. Pero la cosa pudo haber ido a mayores de no haber sido por una gran metedura de pata.

Camacho identifica el error flagrante de los independentistas que tumbó el mito

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Vista desde una cierta distancia y "con el artículo 155 triunfante, la autonomía intervenida, Puigdemont fugado y la cúpula soberanista procesada o en la cárcel" a Ignacio Camacho le cuesta creer que la revolución catalana de octubre llegase a parecer tan inquietante.

En su artículo de este jueves para ABC se plantea que al final "el procés no tenía ni media bofetada, y su actual desplome obliga a preguntarse cómo fue posible aquel momento crítico en que la estabilidad de España zozobró bajo la presión del separatismo en las calles".

Reflexiona Camacho con que tal vez hubiera ido a mayores de "no haber cometido los independentistas unos errores tan flagrantes. El principal, su tendencia narcisista a autosobrevalorarse. Sabiendo que les faltaba masa crítica y un plan de fondo más allá del ataque, se lanzaron en picado sin pensar en el aterrizaje. Se obcecaron con la declaración de ruptura creyendo que la propia dinámica de la insurrección tendería a solucionar sus carencias estructurales. Su célebre hoja de ruta estaba mal calculada: al minusvalorar la energía del Estado no tuvo en cuenta que la DUI no era el principio sino el final del viaje".

Es por eso que, en su opinión, ahora el nacionalismo "no sabe cómo reformular sus objetivos, responde a una orfandad política e intelectual manifiesta tras el desengaño de su gran mito. La proclamación de independencia no ha servido para nada salvo para disparar en una salva la bala decisiva y dejarles a sus propios promotores una penosa sensación de proyecto fallido"·.

A su juicio, "fue un desahogo, una efusión calenturienta, un éxtasis autocomplaciente de efectos mínimos. O máximos, según se mire, pero en su contra: ahora tienen el autogobierno suspendido, a sus partidarios en estado de shock y la cárcel como expectativa para ellos mismos. Aún pueden ganar las elecciones, sí, pero ya no les sirven de plebiscito. Y además han movilizado en Cataluña a una sociedad civil replegada y han despertado en el resto de España una oleada inédita de patriotismo. Su mejor horizonte es el de mantenerse en una especie de empate infinito".

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