Ussía destroza a los antifranquistas viscerales por su desequilibrio emocional
El escritor pulveriza los mensajes y el discurso de la multitud de pijos y aprovechados que les han robado su resistencia a los auténticos antifranquistas que les contemplan con estupor.
Hay algo que Alfonso Ussía no acaba de entender tal como reflexiona este jueves en su artículo de La Razón: la docilidad social donostiarra con Franco en vida, y el odio visceral con Franco muerto hace ya cuarenta y tres años.
Recuerda el periodista como campaba Franco a sus anchas en verano en la bahía de La Concha a bordo del Azor, siempre vestido con chaqueta azul, pantalones grises y la gorra marina de plato: "Las medidas de seguridad eran nulas. Embarcaba desde el Real Club Náutico en una lancha de la Comandancia de Marina, sin ocultarse. Jamás sufrió un intento de agresión o atentado, y lo tenían a huevo frito, expuesto continuamente".
Vamos, que según Ussía, "un valiente abertzale lo habría fulminado de haber existido un valiente abertzale. Pero nada. En 30 años, ningún vasco se atrevió a disparar contra un blanco perfecto. Cuando falleció Franco, todos lo querían matar, pero ya era tarde. Y hoy, 43 años más tarde, los valientes derriban sus estatuas, los héroes borran sus huellas, y como dijo Felipe González, "ninguno se atrevió a descabalgarle en vida, y ahora se creen muy atrevidos derribándolo en bronce".
Es por eso que le resulta divertido al escritor "el antifranquismo visceral sin Franco protagonizado por personas que no vivían durante el anterior régimen. Resulta preocupante su desequilibrio emocional. Los auténticos antifranquistas contemplan con estupor cómo una multitud de pijos y aprovechados les ha robado su resistencia. En el País Vasco, en San Sebastián, Franco era recibido y despedido por multitud de embarcaciones chiflando sus sirenas. Nadie les obligaba. Mi padre, como leal juanista jamás contribuyó al homenaje. Y hoy, los hijos y nietos de los agasajadores, se han convertido en contumaces luchadores contra nadie, porque Franco ha muerto, el franquismo murió con Franco, y aquí paz y después gloria".
En conclusión, "Franco vive y está presente por la obsesión de quienes lo aborrecen. Jamás se le pasó por la cabeza seguir siendo el protagonista de la actualidad cuarenta y tres años después de muerto. Pero, graves injusticias aparte, estos pijos que hoy sólo piensan en él, viven bien gracias a él".
Por el contrario, "yo aborrecí a Franco. Para mí, es una postal de mi juventud. Una postal que han llenado de color los antifranquistas tardíos que hoy le rinden homenaje de recuerdo todos los días".