A Sánchez "se le ve el cartón": al garete con la imagen estética del presidente
La imagen de "playboy" que fue dejando el líder del PSOE durante sus primeras semanas en el cargo dista mucho de la que están viendo los españoles en los últimos tiempos. Ni con postureo.
La afición del nuevo Gobierno de Pedro Sánchez por cambiar de opinión en tiempo récord trae de cabeza a los analistas políticos, tal como señaló David Gistau este jueves y hace este viernes Ignacio Camacho en su artículo de ABC.
Y es que "la glosa de este Gabinete se está convirtiendo en un ejercicio de riesgo porque ha tomado la costumbre de cambiar de criterio a tal velocidad que cualquier opinión vertida sobre sus proyectos o acciones se queda enseguida en fuera de juego" pero ahora ha batido su propio récord "al autorizar sin saberlo la inscripción registral de un autodenominado Sindicato de Trabajadoras del Sexo, evidente subterfugio que legalizaba la prostitución de hecho y de derecho".
Para Camacho, a la ministra Magdalena Valerio le honra el gesto de admitir el error "sin echarle la culpa al maestro armero, pero su sincera y contrita sorpresa no mengua la sensación palmaria y generalizada de desmadre manifiesto".
Vamos que "el Consejo de Ministras y Ministros ha transformado la administración del país en un pentimento, esa autocorrección de los pintores que acaba dejando huellas en el lienzo. Le ha cogido tal afición a la técnica de la enmienda que la gente empieza a tomarse el asunto a cachondeo. El día que no varía de idea comete algún error de procedimiento. Para gobernar no es imprescindible, aunque sí conveniente, venir aprendido de casa ni ser un experto pero al menos cabría esperar de gente tan arrogante un cierto rigor técnico".
A juicio del periodista es que "el problema de la gestión sanchista no es que le falte un centro de gravedad, lo que parece claro, sino que no hay siquiera indicios de que lo esté buscando".
A saber, "la geometría inestable de sus apoyos parlamentarios le obliga a dar continuos bandazos" pero es que además "llegó al poder sin más programa que el de ocuparlo y lo utiliza para hacer propaganda con gestos y clichés ideológicos que expresen su voluntad de cambio, pero lo que le sale es un conjunto de propuestas deshilvanadas, ideas sin madurar y tumbos improvisados".
En conclusión: "Un postureo de saldo al que se le transparenta el cartón al primer vistazo. Lo único que ha hecho con contundencia, hasta ahora, es un desacomplejado y exhaustivo reparto de cargos. El resto son guiños de progresismo retroactivo. Más que de la típica inexperiencia del novato se trata de una falta de rumbo político que produce un efecto contradictorio, vacilante y errático. El modelo opuesto de lo que se supone que debería ser un liderazgo".