Camacho destapa la "chulería" que puede cargarse el "papel de regalo" de Sánchez
El papel celofán de supuestas estrategias que trata de envolver la cruda realidad apenas si puede disimular lo que hay debajo. Y lo que hay debajo no va a gustar al presidente del Gobierno.
Viendo lo que pasó este lunes con motivo del aniversario del referéndum separatista del 1-O, Ignacio Camacho ha llegado a la conclusión desde su columna de ABC que "el discurso separatista ha sufrido en un año un visible retroceso, pasando de declarar la independencia a reclamar la libertad y/o el indulto de sus líderes presos".
A su juicio, esto no sería mal balance "si no estuviesen por medio dos matices concretos imprescindibles para situar la cuestión en sus justos términos".
A saber, "el primero y más significativo es que el actual presidente se apoyó en los golpistas para acceder al Gobierno. El segundo es que, a consecuencia de este hecho, la única institución del Estado de Derecho que permanece en el sitio correcto es la Justicia y, de forma más precisa, el Tribunal Supremo" y, según Camacho, "la instrucción de la causa contra el Proceso parece estorbar al Gabinete en su política de apaciguamiento, que va bastante más allá de la distensión para adentrarse en el territorio del compadreo".
Es por ello, añade que "cuando el portavoz del PSOE califica de asumibles los actos de sabotaje y violencia perpetrados por las brigadas que el independentismo utiliza como milicia de choque callejera, está confundiendo sumisión con templanza e impunidad con transigencia".
Porque "los radicales, a los que Torra jalea pidiéndoles que aprieten con más fuerza, son conscientes de que su guerrilla urbana goza de dispensa para apoderarse del espacio público sin que nadie los entorpezca".
Y lo peor de todo es que "en cada ejercicio de intimidación o de chulería con que el nacionalismo lo pone a prueba, el Gobierno de Sánchez responde con la desacomplejada exhibición de sus amplias tragaderas. Las de quien sabe que su cargo depende en última instancia de la condescendencia aleatoria del fugado de Bruselas. Ésa es la cruda realidad, a duras penas disimulada en el celofán de supuestas estrategias".
En conclusión: "Cataluña es un limbo político. Tiene un presidente títere de un prófugo, un Parlamento inerte y un sistema institucional destruido, cuya única actividad relevante consiste en decorar el paisaje con lazos amarillos. El régimen autonómico no funciona y la clase dirigente, rehén de un grupo de exaltados levantiscos, vive instalada en la soflama de un monólogo propagandístico".
Aunque solo fuera por simple dejación de responsabilidades "cabría volver a invocar el artículo 155". Pero hay un gran problema: "Este presidente no lo puede hacer sin lesionarse a sí mismo porque su propia estabilidad depende del apoyo de los causantes del conflicto. Así, la legislatura española está también atrapada en el bucle de un doble laberinto: el de unos sediciosos que no encuentran salida a su desvarío y el de un poder ejecutivo sostenido en precario por no se sabe qué clase de compromisos".