Juan Manuel de Prada vuelve al género de íntriga con la novela Lucía en la noche
El amor de una joven rescata del abismo a un escritor echado a perder. Su desaparición le enfrentará a dos incógnitas perturbadoras: quién era en realidad y, sobre todo, que quería de él.
Lucía en la noche es la tercera novela "de género" de Juan Manuel de Prada. Primero fue La tempestad, Premio Planeta 1997, y más recientemente Me hallará la muerte (2012), cuya trama, ambientada en la España de la División Azul, trascendía el abordaje histórico en un absorbente thriller de suplantación de identidad.
Esta nueva obra impone una primera observación: el hecho de que Prada consiga subirnos la adrenalina a base de misterios y sorpresas con la misma aparente facilidad con la que nos hace vivir, en sendas obras maestras, la hazaña de Baler (Morir bajo tu cielo, 2014) o las relaciones entre Santa Teresa de Jesús y la Princesa de Éboli (El castillo de diamante, Premio de la Crítica de Castilla y León 2015), da idea de la versatilidad de una de las grandes plumas de nuestra literatura actual.
A lo que se añade un giro singular: el protagonista de Lucía en la noche es el mismo de su novela inmediatamente anterior, Mirlo blanco, cisne negro (2016), el escritor Alejandro Ballesteros, por quien, entre una y otra, han pasado los años, los triunfos y los fracasos. En rigor, no puede hablarse de una continuación, pese a tan importante hilo conductor.
Mirlo blanco, cisne negro es una aproximación al mundo editorial real desde la perspectiva de un escritor primerizo. Lucía en la noche sitúa a ese mismo escritor, con más edad y más callos en el alma, ante un drama y un misterio ajenos a lo cotidiano.
Ballesteros, borracho de éxito, había terminado por echarse a perder, sustituyendo el cultivo de la literatura por los saraos televisivos. Avergonzado de sí mismo pero incapaz de retomar el pulso de su vida, entrando ya en la madurez con mayor inmadurez que nunca, es rescatado del abismo por el amor de una joven desconcertante a la que conoce en un tugurio.
Prada nos va contando la historia en dos planos paralelos y capítulos alternos. En un plano, el año que transcurre entre ese encuentro redentor y la perturbadora desaparición de Lucía: cómo construyen su relación, la creciente intimidad, los fantasmas que asoman, la recuperación de las ganas de escribir. En el otro plano, tras perder a su nueva musa, el relato de sus esfuerzos por saber quién era ella en realidad y, sobre todo, qué quería de él.
Son, pues, dos thriller conexos, pero distintos, contados en primera persona. En el primero, el lector intenta descubrir por sí mismo, en el pasado, las incógnitas sobre Lucía con las que Alejandro se va topando en el presente.
Prada nos sitúa así en una perspectiva privilegiada, retando nuestras dotes detectivescas: cuando vamos siguiendo los avatares de Ballesteros en su enamoramiento, sabemos cosas que él ignoraba entonces. Esto es, vamos un paso por detrás del protagonista hoy, pero un paso por delante ayer. Una delicia para los amantes del género.
Lucía en la noche tiene algo de homenaje a Vértigo (1958) de Alfred Hitchcock. ¿Por qué "algo"? No porque el homenaje sea sutil (es explícito, en voz de Alejandro mismo, y en esto, sin duda, Prada habla a través de su personaje), sino porque el planteamiento y la resolución de Vértigo sirven al cinéfilo para entender mejor la inquietud de Ballesteros. No tanto para descubrir qué esconde Lucía.
Juan Manuel de Prada cuaja un buen estudio de personalidades y psicologías. Descuella la del policía que investiga la desaparición. Rompe algunos estereotipos del género: ni corrupto, ni escéptico, ni solitario. Emilio Avendaño es un buen padre de familia con quien, pese a todo, no sabemos nunca si hemos de simpatizar. ¿Colabora con Alejandro o mueve las piezas para engañarle?
Los habituales del Prada columnista van a quedar satisfechos con Lucía en la noche, porque algo de su cosmovisión desliza en momentos clave. Los habituales del Prada narrador, también, porque desde el principio querrán saber a qué atenerse… y no lo lograrán hasta el final, que a fin de cuentas es lo que da aliento a una novela. Y unos y otros pueden jugar a descubrir las citas de autores consagrados que el autor ha desperdigado por el texto, íntegras o parafraseadas, a modo de campanilla literaria para el lector cultivado.
Lo malo de pasar la última página de Lucía en la noche es que ahora toca esperar a pasar la primera de la siguiente obra que tenga en perspectiva Juan Manuel de Prada. Con o sin Alejandro Ballesteros.
JUAN MANUEL DE PRADA, LUCÍA EN LA NOCHE, ESPASA, BARCELONA, 2019, 413 págs.