Lo que realmente hay detrás de Sánchez abochorna al más fan de sus votantes
Su negativa a pactar con Pablo Iglesias se debe, según desvela Ignacio Camacho, a algo tan superficial que da miedo hasta a sus más incondicionales. Su legado dejará a más de uno atónito.
Para Ignacio Camacho está claro lo que sucederá cuando Pedro Sánchez abandone la Moncloa: "dejará allí el colchón –para que lo cambie su sucesor– y se llevará un álbum. De fotos, claro. Fotos con mandatarios internacionales, fotos entre las estatuas del jardín como un presidente americano, fotos de campaña, fotos en el Falcon. Ése será su legado: una colección de cromos, de retratos".
En su columna de ABC, llega a una demoledora conclusión: "Sánchez no gobierna, posa: su presidencia, hasta ahora, no es más que un largo cuaderno gráfico. Al principio se trataba de crearse un halo de hombre de Estado" pero "ahora posa de dirigente que quiere gobernar y no le deja una perversa oposición empeñada en achicarle el campo y en regatearle un triunfo electoral diáfano".
En otras palabras: "La política es para él un encuadre perpetuo, un marco en el que salir ante la posteridad bien perfilado; su negativa a pactar con Iglesias se debe, en el fondo, al temor mal disimulado de que un socio tan narcisista como él le robe los mejores planos".
Tanto es así que "mientras sigue en funciones, sometido a la limitación forzosa de sus facultades ejecutivas, aprovecha el verano para entregarse a la pasión de la fotografía".
Y enumera Camacho alguno de sus grandes hitos: "Esa placa del helicóptero en Canarias, sobrevolando con las célebres gafas de sol un paisaje de cenizas, o la de comandante en jefe ante los hidroaviones, los coches de bomberos y las tropas formadas en perfecta fila. Esta última, con su estampa adelantada en un exacto vértice de mando, requiere el diseño de un experto en escenografía, un gurú publicitario de esos que tiene contratados para su mayor gloria propagandística".
Pero no hay que olvidar el "esfuerzo logístico para desplegar todo ese atrezzo de aparataje civil y militar sobre la pista".
Y precisamente en eso consiste su visión del poder: "en la capacidad de organizar en torno a sí mismo un decorado simbólico a su medida".
En resumen, "en 14 meses apenas si ha logrado aprobar unos pocos decretos de escasa eficacia operativa, pero ha construido una figuración, una estructura aparencial, una mística" por eso se ha convertido en un "presidente bidimensional, un formato apropiado para camuflar su falta de profundidad, su carencia de proyectos o de ideas. No los necesita; le vale con proyectar reflejos e imágenes que ofrezcan la sensación de que gobierna".