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Miguel Ángel Oliver se reafirma y pide autocrítica a los periodistas

El secretario de Estado de Comunicación habla de la polémica desatada en la profesión por sus quejas sobre lo preguntona que es la prensa. "No fue un calentón", dice. Y pide una "reflexión".

El secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Oliver.

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“Los compañeros que veo en tertulias son activistas políticos que trabajan como periodistas”. “Los que vienen a Moncloa son todos tertulianos”. “En las tertulias, dan el 10% de información y el 90% es opinión política”. “Acuden como periodistas, pero van a dar opiniones políticas”. Estas frases (y otras) son del periodista, Miguel Ángel Oliver, hoy secretario de Estado de Comunicación del gobierno de Pedro Sánchez.

Planta 50. Torre de Cristal. El paseo de La Castellana y Madrid, abajo. KPMG ha reunido en un acto, a modo de copa de Navidad, a un grupo de periodistas. Previo a la copa, hay un debate organizado por la APIE, la Asociación de Periodistas de Información Económica. El tema: la ética en el periodismo.

El invitado estrella es el secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Oliver. Oliver se excusa y llega al acto con bastante retraso.

El debate, moderado por Íñigo de Barrón, presidente de la APIE, cuenta también con la presencia de Fernando Garea, presidente de la Agencia EFE (que llega con puntualidad) y con las aportaciones interesantísimas de mi querida excompañera de TVE, Anna Bosch, de Vicente Vallés (Antena 3), de Yolanda Gómez (ABC), de Isaías Lafuente (Cadena SER) y de Martí Saballs (El Mundo).

La mesa transcurre en un ambiente distendido y prenavideño. Fernando Garea ha sido muy crítico con el panorama actual de nuestra profesión, pero a nadie de los presentes le ha chirriado el fondo o forma de sus palabras. Ni de las suyas ni de nadie

Al final del acto, el secretario de Estado sale al atril. Su discurso, que ha irritado a la prensa con peticiones de dimisión incluidas, sorprendió a los asistentes, especialmente por el tono empleado. Fue el tema de comentario de la copa posterior.

Veinticuatro horas después, hablo con Miguel Ángel Oliver. Le pregunto si quiere matizar algo. “No tengo nada que matizar”, me responde. “Di lo que dije, simplemente”. “No me arrepiento”, señala. “Dije lo que opino y es mi discurso desde hace tiempo”. “Y además lo que dije nos debería hacer reflexionar a los periodistas”.

Le pregunto por el tono empleado, que pudo sonar, casi, hasta virulento en la misma sala. “Fui a una charla con compañeros”, me dice. “Pero te presentaron como secretario de Estado y tú dijiste varias veces que estabas en representación del gobierno”, le recuerdo. “Sí, pero no voy a contribuir a un lenguaje de madera”. Es su forma de hablar, viene a decirme.

“No fue un calentón. Fue una intervención respetuosa y razonable”, insiste. “Quise contribuir al debate que había tenido lugar antes”.

En su discurso, Oliver reitera que se ha perdido la distinción entre información y opinión, pide autocrítica, afirma que “los periodistas tendemos a generar una dinámica que puede resultar enfermiza”, habla de la “multiplicación insaciable de la demanda” fruto de la “fragmentación política, social y mediática” y exclama: “son tantos los medios y tantas las preguntas”.

“Cuando te preguntan 60 periodistas al mismo tiempo sobre hechos que todavía están cuajando, es realmente complicada la comunicación”. “Políticamente -dijo- no existe un derecho a obtener respuestas”.

El secretario de Estado apunta a que la presencia masiva de periodistas en tertulias (“es un complemento económico en una profesión precarizada”, me dice, “y lo entiendo”) genera dinámicas internas que desborda a los propios medios. “Me lo ha reconocido en privado algún director de periódico”, asegura.

Todo vino a cuenta de las quejas de los periodistas por las restricciones a dos preguntas en las ruedas de prensa de Pedro Sánchez, que empezaron con una periodista chilena, ante toda la prensa internacional, en la Cumbre del Clima y reiteró, hace pocos días, un compañero, Daniel Basteiro, en Moncloa.

Oliver dijo que, desde que está en Moncloa, Pedro Sánchez había realizado 70 “comparecencias” (que no es lo mismo que “rueda de prensa” … y limitada a dos preguntas, que es la cuestión). - Y luego ofreció una cifra de fabricación casera. Tras los Consejos de Ministros “ha habido cerca de 700 turnos de palabra en estos 18 meses”. Los viernes comparece la ministra Isabel Celaá, pero no Pedro Sánchez.

Oliver reconoció que “29 de las 44” ruedas de prensa de Sánchez, habían sido en el extranjero y ”14 ó 15 en España”, pero sin darle importancia. “¡Vaya hombre -exclamó- cuanto viaja este presidente por el mundo!”. La mayoría de comparecencias “fueron en Bruselas” -dijo con ironía- “un lugar relevante, antes muy valorado”.

También se quejó de que los periodistas colaran “hasta ocho preguntas”, pese al límite de dos. Y se lamentó de que “a las 8 de la mañana del día siguiente a las elecciones británicas ya te llamen para pedir una valoración del gobierno español”. “Entonces, ¿tienes que llamar al presidente a esas horas …?”, se preguntó.

“Solo dije que si queremos reflexión y análisis -me reitera- es difícil tener una respuesta a las 8 de la mañana”.

Lo de tener que llamar a un presidente a esas horas -y que te responda- (pensé yo cuando le escuché) debe ya de imprimir carácter para siempre.

Pensemos que un mal día lo puede tener cualquiera, pensemos que hay una “dinámica” “estresante” en la secretaría de Estado de Comunicación y que su trabajo es dar respuesta a esa demanda por “insaciable” que podamos pensar que sea.

Y pensemos, aunque me lo niega, que él mismo, sobre la marcha, quizá pensó que algo no iba bien en su discurso porque al final de su intervención, pisó el freno y pidió “complicidad” por hablar “de manera abierta”. “A lo mejor la he liado y salgo en un tuit”, dijo.

A esas alturas, la reducida y selecta audiencia ya andaba boquiabierta.- “Algún día esto se acabará y tendré que volver a hacer toc toc y llamar a la puerta del periodismo”. Miguel Ángel volverá entonces al lado de quienes hacen las preguntas.