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Un periodista destapa el agujero de la ley sesgada de la hiperventilada Montero

Es el proyecto estrella para el Día de la Mujer de la ministra podemita de Igualdad, pero una pregunta tan sencilla como demoledora ha puesto en evidencia las bases y la lógica del mismo.

La ministra de Igualdad, Irene Montero.

Publicado por
I. D.

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En vísperas del Día de la Mujer, la ley de libertad sexual de la ministra de Igualdad está haciendo correr ríos de tinta digital en las tribunas de opinión de los diarios.

Desde su columna de El Confidencial, Antonio Casado se hace eco de la polémica garantizada por la "ley del solo sí es sí", algo a su juicio lógico, "porque se trata de otorgar al Estado licencia para meterse entre las piernas de un hombre y una mujer en forma de Código Penal. El Estado como árbitro en el ejercicio del derecho a la libertad sexual con nuevos supuestos delictivos".

Una visión, en su opinión, algo sesgada porque tal como ha declarado la propia Irene Montero "son mujeres las inspiradoras del texto, sin perjuicio de los retoques masculinos aportados desde otros departamentos donde había imperdonables olvidos de la jurisprudencia del Tribunal Supremo y los tratados internacionales firmados por España, solapamientos con otras leyes e invasión de competencias ajenas".

Casado se muestra muy crítico porque no cree que "las soflamas de una ministra hiperventilada en el feminismo más gesticulante sean lo más aconsejable en una revisión de tipos penales. Como ha dicho la socialista Ángeles Álvarez, impulsora del pacto de Estado contra la violencia de género, “las políticas de igualdad no pueden ser campos de pruebas para las ocurrencias de Podemos”.

Además, encuentra algunos agujeros en el proyecto estrella de Montero porque "si además la ley se presenta en sociedad como "garantía integral de la libertad sexual", no podemos reducirlo solo a tareas de prevención, acompañamiento y reparación de las víctimas. Lo integral incluye, o debería incluir, la función protectora del Estado frente a las agresiones sexuales (la figura del abuso desaparece), también entre mujeres (lesbianismo) y entre hombres (homosexualidad)".

En este sentido, argumenta, por ejemplo, que "el anteproyecto se centra en las relaciones hombre-mujer" y que "tanto el anteproyecto como las declaraciones de la ministra nacen cosidos al apriorismo discutido y discutible de la prevalencia del macho dominador frente a la mujer desvalida. Y aun dándolo por bueno, justo y necesario, lo discutido y discutible es que la victimización de la mujer solo pueda desactivarse mediante el inequívoco consentimiento, no necesariamente verbal".

Reflexiona el periodista que "nada dice el texto sobre la agresión sobrevenida al consentimiento previo o la violencia física como voluntario acto de sometimiento en una relación sexual que pudo ser inicialmente consentida y finalmente denunciable".

Así, conluye con una pregunta que pone en evidencia a Montero y su ley: "¿Qué papel arbitral puede desempeñar el Estado en una práctica sadomasoquista denunciada 'a posteriori' como agresión sexual por una de las partes?".

Y sentencia que "según el espíritu de la ley consistirá en creer siempre a la mujer (no se contempla que el denunciante sea hombre, ni siquiera en una relación con otro hombre), si se remite a la ausencia de consentimiento expreso, inequívoco y concluyente. Pero, insisto, “no necesariamente verbal”.