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La "vieja y amortizada" Maruja Torres la lía mezclando coronavirus con Godzilla

La veterana columnista de El País se enreda en un artículo que mezcla la peor epidemia en lustros con sus manías personales y su propio vecindario y pasa esto.

Maruja Torres, en una foto reciente

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Y.L.

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Fue la gran dama del columnismo en El País, y su firma femenina más ilustre junto a la de Rosa Montero, entrevistadora canónica en el dominical, por el que aún aparece. Maruja Torres es un género en sí misma, capaz de levantar pasiones y repudios a partes iguales. Lenguaraz, desinhibida y contundentes, siempre contra la derecha, tiene legión de seguidores.

Pero ella ya se siente "Vieja, amortizada y en casa", que es el nombre de su sección fija en su periódico de siempre, desde la cual cultiva sus manías y placeres. Y su última entrega ha despistado a casi todo el mundo, por su críptico lenguaje para alguien que ha hecho del choque directo su estilo.

Mezclar el coronavirus con Godzilla, el monstruo cinematográfico japonés por antonomasia, ya tiene miga. Y utilizar las vivencias en su vecindario para, de algún modo, atacar al a derecha, también. Porque ésa es su intención, aunque no sea fácil de afirmarlo rotundamente.

"No todos los godzillas son visibles pero sí útiles. Porque en estas historias catastróficas siempre hay un mezquino, alguien que no piensa más que en sí mismo, en sus intereses, ideologías y fanatismos. Y no lo digo por el músico de mi escalera, bendita sea su estampa. Lo digo por los babosos y babosas que nos salpican con su memez maligna", dice sin ponerle nombre a su objetivo.

Aunque a lo mejor ayude a entender lo que quiere decir esta otra afirmación, con una palabra clave entre todos los ilustres columnistas de la izquierda: "Pura civilización, pura convivencia. Desde ambas es muy fácil retroceder a la caverna. Guardémonos".

Lo cierto es que por Torres han pasado los años y que, tal vez, conserve muy bien su afilado verbo, pero no está tan claro que los reflejos sean lo mismo: hace nada, no se hubiera conformado con utilizar un eufemismo, o un monstruito, para calificar a sus "pesadillas" de siempre.

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