Rubén Amón abochorna a Iglesias desvelando por qué le excita un golpe de Estado
Su última fantasía no solo es tramposa e irresponsable", sino que también implica "un ejercicio de obscenidad que degrada la memoria parlamentaria", pero ya solo hay una conclusión posible.
Este lunes Rubén Amón comienza la semana en su columna de El Confidencial desvelando por qué a Pablo Iglesias le "excita un golpe de Estado": su "megalomanía" ayuda a comprender el entusiasmo y sobreactuacion con que suscita esa fantasía.
Y es que a juicio del periodista "la hipótesis de un golpe de Estado desenfoca todas las fechorías del Gobierno, subordina la atrocidad del coronavirus y encubre la montonera de los escándalos políticos, ninguno tan nauseabundo como el pacto del pasamontañas ni tan evidente como la crisis de la Guardia Civil que Marlaska aspiraba a domesticar en un problema administrativo".
Aunque "nadie se cree a Pablo cuando proclama la gran conspiración, la intoxicación le permite distraer la bolita, señalar la amenaza de la extrema derecha e identificarse a sí mismo como el garante de la democracia". Así, no es accidental que haya elegido el Parlamento para "protegerla" y que allí haya atribuido al PP la insurrección latente de la Benemérita y convertido a Vox en el brazo político del amotinamiento.
Pero según Amón, "la teoría de la conspiración no solo es tramposa e irresponsable", sino también implica "un ejercicio de obscenidad que degrada la memoria parlamentaria" porque a nadie se le olvida el 23-F.
Pero en su opinión, en realidad "los peligros que amenazan la pureza de la democracia española no son los que ha identificado Iglesias, sino los que él mismo suscita o encubre": uno es el comadreo con el soberanismo y la vergüenza que implica la alianza con Bildu y el otro el abuso del estado de alarma. Ya no en "sus obligados requisitos sanitarios, sino en la prórroga de un estado de excepción que consolida la bicefalia de Sánchez-Iglesias, restringe excesivamente las libertades y fomenta un obsceno régimen de propaganda político-mediático".
Amón cree que "Iglesias es consciente de su cometido en la piromanía de la discordia" y que "lo ejerce como un profesional. No ya exagerando la batalla del bien (la izquierda) contra el mal (la derecha), sino convirtiendo el fantasma del golpismo en un movimiento disuasorio y en un argumento aglutinador que empalma a los partidos soberanistas, más todavía cuando esta misma semana Sánchez necesita recuperar los números que habilitaron su investidura".
En conclusión: "No hay un plan alternativo" a Sánchez y su "camino de supervivencia no tiene límites éticos ni estéticos: ahí está Iglesias inventándose un golpe de Estado para demostrarnos que el gran problema de España no es el coronavirus, sino las derechas".