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Hormigas Blancas coloca la figura de Don Juan Carlos a la altura de la farándula

El programa que Telecinco resucitaba cuando creía necesario y enlazaba piezas documentales con la opinión de expertos lo hacía para narrar la biografía de hasta ahora personajes del corazón.

Don Juan Carlos, protagonista del último "Hormigas Blancas".

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Juan Carlos I pisó tierra española como Juanito, un 9 de noviembre de 1948 a bordo del Lusitania Express. En 2020, 72 años más tarde, salió como Rey Emérito, cuasi repudiado por su hijo, rodeado de polémica y dejando a la Monarquía española en uno de sus peores momentos desde la restauración democrática. En medio nos queda su legado. Su presencia resultó indiscutible para que España recuperara la Democracia tras 40 años de dictadura y, sobre todo, para que no triunfara el intento de golpe de Estado del 23F en un momento complicado.

Si hace unos años nos dicen que el rey de España, Don Juan Carlos I, iba a protagonizar un programa de sociedad en prime time en Telecinco, un domingo por la noche, nos llevamos las manos a la cabeza. Sí, este domingo, Hormigas Blancas se centró en la vida de Don Juan Carlos I. Carlota Corredera moderó un debate acompañada en el plató por Iñaki Anasagasti, Rosa Villacastín, Carmen Duerto y Manuel Galiacho.

Los comentaristas empezaron fuerte. “El parlamento legisla y controla y en este caso el parlamento no ha podido controlar”. Tajante, Anasagasti apeló a una ‘perestroika’ en serio, puesto que considera que Juan Carlos ha hecho más por la república que todos los republicanos juntos. “La monarquía tiene los días contados, si no cambia”, sentenció antes de que arrancara la mecánica del programa.

Para Rosa Villacastín la monarquía española se encuentra en un momento muy difícil, puesto que los jóvenes pasan totalmente de ella. “No puede cometer ni una sola equivocación y los Reyes van a tener que ganarse a estos jóvenes que son los sustitutos de los juancarlista de entonces”. Galiacho quiso alabar el papel de Letizia, que para él “merece un monumento”. Por su parte, Carmen Duerto recomendó a los monarcas actuales que “introduzcan toneladas de transparencia” si quieren superar el bache.

La noche prometía, no en vano Hormigas Blancas es un programa de sociedad, de esos de ida y vuelta, un revival que bucea en la hemeroteca para tirar de ingenio y convertir en novedad lo que realmente no lo es. Un programa que Telecinco resucita cuando considera necesario, cuya mayor virtud es el ritmo que le aportan unas piezas documentales entrelazadas con la opinión de expertos para narrar la biografía de, hasta ahora, personajes que han atestado las portadas de las revistas del corazón.

Por las resucitadas Hormigas blancas han pasado artistas como Rocío Jurado, Lola Flores, Miguel Bosé o Julio Iglesias. El penúltimo de la temporada sin duda fue el más osado, no en vano igualó la figura de Don Juan Carlos con la farándula. Algo inconcebible hace años cuando la prensa, los políticos y el poder económico, aun conociendo las presuntas correrías de Don Juan Carlos, jamás se atrevieron a desvelar nada de su vida privada. La familia real era intocable.

La veda se levantó el 13 de abril de 2012 en Botsuana, cuando un tropezón real le rompió la cadera e inició el camino que conduciría a su abdicación. “Lo siento me he equivocado y no se volverá a repetir”, se disculpó su majestad, pero aquello no fue más que el principio del fin. La vísperas del día de la República Don Juan Carlos se dio de bruces con un elefante, con Corinna y más tarde con la corona.

La noche de Hormigas blancas arrancó con la infancia del futuro Rey de España. Su privilegiada educación en la finca de Las Jarillas, propiedad del abuelo del recientemente fallecido Jaime Carvajal y Hoyos, convertida en escuela privada en la que Franco en persona seleccionó a sus compañeros de estudios fijándose en su expediente académico y su origen aristocrático. Allí estaba Juanito, rodeado de empollones y sufriendo con los estudios por su dislexia. Igual estaría bien que lo dijeran más a menudo para dar visibilidad a este problema tan injustamente tratado en Educación. Con ellos se convirtió en Don Juan Carlos y selló una amistad para toda la vida. Por supuesto recordaron la muerte de su hermano Alfonso, el noviazgo con María Gabriela de Saboya, la boda con Sofía de Grecia. Si algo dejaron claro es que el futuro Príncipe de España fue un niño mimado por su madre y criado de manera peculiar.

Las Hormigas blancas de anoche recordaron, para aquellos de memoria frágil, cómo se gestionó la restauración de la monarquía en la figura de Don Juan Carlos; como Franco decidió, por encima de todos los rumores, que el heredero sería él, cómo el Rey fue capaz de dinamitar el franquismo desde dentro, cómo se ganó al ejército y cómo se rodeó de la gente necesaria e imprescindible para restaurar la Democracia en España. Por supuesto, no pasaron por alto el esperado discurso del Jefe de Todos los Ejércitos en la madrugada del 23 de febrero de 1981. Aquella noche pasó de ser Juan Carlos el breve al Rey de todos los españoles, incluso de los republicanos, que se autodenominaron juancarlistas. No cabe duda de que el rey se ganó el trono gracias a su olfato y su gestión de la Transición española.

Mujeriego por naturaleza, pero protegido por una férrea censura y un pacto de editores, el Rey de España pudo alternar una vida modélica con otra paralela repleta de amigas especiales que no vieron la luz por respeto o, como le gusta calificar a Jaime Peñafiel, por el miedo de los “cortesanos reales”.

En 1992, aprovechando el tirón popular que le había otorgado la celebración de los Juegos Olímpicos de Barcelona, Juan Carlos I estuvo a punto de tirarlo todo, quiso separarse “como cualquier español”. Se había enamorado hasta el tuétano, la prensa lo sabía y la revista Época se atrevió a salir en portada hablando de ella con el famoso titular La dama del rumor. Aquella dama era Marta Gayá, hoy una gran amiga.

Los líos de faldas, las agendas de sus amigas entrañables y los presuntos tejemanejes económicos han eclipsado hoy su legado político. Se necesitará tiempo para poder juzgar con cierta perspectiva los acontecimientos de un país y la gestión de quien ha ostentado la jefatura de Estado en un época determinada. De momento, aterrizamos en el siglo XXI pasando de Juanito a Don Juan y vuelta a Juanito. Y yo me pregunto, ¿qué necesidad había?