Jesús Calleja y su equipo nos "roban" la entrevista que todos querríamos hacer
El pasado viernes, Telecinco emitió un nuevo episodio de "Planeta Calleja" en el que el aventurero charló con el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias.
A estas alturas, seguro que se han escrito cientos de columnas sobre la presencia de Fernando Simón en Planeta Calleja. "Te voy a meter en un lío" le dijo el aventurero leonés a Simón nada más arrancar el programa. "Te voy a reventar", continuaba amenazando con esa sonrisa socarrona que siempre le precede. Probablemente la mía llegue tarde, pero necesitaba digerir con calma lo que vi el viernes por la noche en prime time. Sí, fui uno (una) de los 2.542.000 espectadores que se sentaron frente al televisor la noche del viernes, fui también uno (otra vez una) de los 3.261.770 de espectadores que a las 22.49 horas otorgaron el minuto de oro (que no el ticket) a Planeta Calleja (20,6 % de cuota de pantalla).
Aterrizaba Simón en el Planeta Calleja rodeado de polémica. Parece que la labor del director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad y la gestión de la pandemia no ha dejado a nadie indiferente. A Fernando Simón lo adoran o lo detestan. El gris no parece entrar en su vida, salvo para la vestimenta.
No voy a entrar en materias políticas que no son de mi incumbencia en estos lares. Me voy a centrar en lo que vi desde el punto de vista televisivo y profesional. Y lo que vi me sorprendió.
El pasado 16 de marzo, Fernando Simón se coló en nuestros hogares, abandonó el anonimato, para prestar su rostro aguileño de sienes plateadas, su mirada clara y esa voz áspera a la comunicación de la peor crisis sanitaria de los últimos cien años (la mal llamada gripe española arrasó el planeta entre 1918 y 1920). Desde el 16 de marzo, el día que se coló en nuestros salones y nuestras cocinas, Simón fue el responsable de informar de la evolución de la pandemia. Se equivocara o no se equivocara, se presentó como la voz cantante, le cayeron bofetones de Norte a Sur y de Este a Oeste, a mano abierta, como la que inmortalizó a Gilda; también obtuvo elogios, porque si algo me ha quedado claro es que su labor, la de su equipo, como poco ha suscitado las mayores polémicas y los abrazos más calurosos de la pandemia. Fue él quien capeó el temporal, quien informó a los españoles de la evolución de la enfermedad, de las normas básicas para evitar el contagio, quien un día nos dijo que las mascarillas no y más tarde sí, quien con la naturalidad que le otorgaba permanecer en el equipo de los hombres normales, acostumbrado, si acaso, a investigar epidemias, compartía con naturalidad el desconocimiento de la nueva enfermedad heredada de China.
Confiesa que es un hombre normal y que cuando Calleja le ofreció la posibilidad de participar en su programa no se lo pensó. "Solo hizo falta una llamada". Sinceramente, creo que sí se lo pensó y que es fruto de las cavilaciones de su equipo de comunicación. Así a priori, cuando se fue de vacaciones la semana del 13 al 17 de septiembre, al tiempo que la segunda ola de la pandemia andaba a punto de romper, en plena marejada, aluciné. "Le van a caer chuzos de punta por irse de vacaciones", me dije cuando su sustituta desveló en rueda de prensa que Simón estaba de "descanso merecido". "Si en verano cuando le pillaron con la tabla de surf se lio parda, ahora no sé yo lo que va a ser", continuaban mis pensamientos. Así que cuando le pillaron en Palma con Calleja (le pillaron o fue un globo sonda que en comunicación nadie da puntada sin hilo) me esperaba la tormenta perfecta.
Los medios se iban a cebar. Y así fue.
A mí, si algo me ha enseñado la vida y la maternidad, es a no prejuzgar, a no hablar sin meterme en los zapatos del prójimo. Así que hasta que no he visto el programa me he quedado calladita en el sofá. El viernes, con los créditos finales de Planeta Calleja, en caliente, sólo pude decir esto: "Menudo programón les ha quedado, divulgativo y didáctico. Muy grandes los dos: entrevistador y entrevistado". Más de 48 horas después sigo pensando lo mismo.
No sé dejó ni una pregunta en el tintero, cómodas, incómodas y más incómodas todavía
Muero de envidia como periodista por tener la oportunidad de entrevistar a un personaje con la calma y la paz con la que Calleja se pudo enfrentar a Fernando Simón. Yo, que aborrezco esta moda de entrevistas telefónicas que nos ha impuesto el periodismo de ratón, ese periodismo de súbelo ya, de tenemos que ser los primeros sin tiempo a reposar y a analizar la información por culpa de la tiranía de los clicks, babeaba viendo a Calleja. No sé dejó ni una pregunta en el tintero, cómodas, incómodas y más incómodas todavía. Tiene el montañero la habilidad de preguntar lo que le da la gana, a quien le da la gana y sin ofender, parapetado por ese rostro decolorado que le roba edad.
Cuando veo programas con famosos, no puedo evitar pensar que detrás de esa puesta en escena hay un grupo engarzado al milímetro, una producción de lujo y un equipo de redacción apoyando al presentador, una brigada que trabaja en negro para iluminar al rostro conocido, como lo hay siempre detrás de todos los espacios de entrevistas encabezados por personajes populares. ¡Chapeu por ellos! Es de recibo acordarse de los que laboran en la oscuridad, sin ellos nadie puede brillar.
Calleja supo sostener los silencios con maestría, esos que hablan más que las palabras, algo que muy pocos son capaces de hacer
El programa paseó a Fernando Simón por tierra, mar y aire. Montó en globo, en bici, buceó, escaló y le llevó a casa de Miquel Montoro. "¡Hostia, pilotes!". Entre prueba y prueba se iba sucediendo un titular tras otro. Mientras los escuchaba, yo auguraba un palo matinal de un color u otro, según la tendencia del medio. Calleja supo sostener los silencios con maestría, esos que hablan más que las palabras, algo que muy pocos son capaces de hacer. Eso también es de recibo señalarlo.
Fernando Simón fue a tumba abierta, se sinceró, contó cosas muy personales, familiares, desveló cómo vivió los momentos más duros de la pandemia y de su enfermedad, puesto que él también se contagió. En ningún momento se amilanó, contestó a todo sin perder la calma, salvo cuando Calleja le preguntó por los negacionistas y los antivacunas. Entonces a Fernando Simón le cambió la cara y mostró un genio desconocido, con datos y con toda la razón.
Creo que fue todo un acierto que, pudiendo ir a cualquier plató de televisión, Simón decidiera alejarse de las prisas que rezuma la información hablar sin prejuicios de sí mismo, de la economía, la salud, la conciencia, los errores, los aciertos, las decisiones y el futuro… Porque Simón se atrevió a vaticinar el final de esta pesadilla mundial y nos dejó cierto sabor a esperanza.