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Roberto Brasero, el gran profeta del tiempo

Puede que la pandemia nos haya pillado de improviso, pero lo de Filomena ha sido una crónica de una tempestad anunciada por el hombre del tiempo de Antena 3, y nadie se lo tomó en serio.

Roberto Brasero

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No estábamos preparados para Filomena. Tampoco para la covid-19. Mientras los estragos del temporal de nieve acaparan titulares de periódicos, radios y televisiones, los contagios suben como la espuma. Nos despertamos un 12 de enero con 61.422 contagios y 401 fallecidos. Siento que en 10 meses de pandemia nos hemos anestesiado. Algunos. Confieso que no me acostumbro, no olvido que detrás de cada cifra hay una historia, una tragedia. Entiendo que el ser humano se habitúa a todo. Entiendo también que el hombre posee una gran capacidad para adaptarse al dolor y al sufrimiento. El óxido del tiempo nos insensibiliza.

Sostiene Gregorio Luri que "el dolor es lo que nos permite disfrutar de la belleza". Es el dolor quien nos descubre aquello que no sabíamos cuánto amábamos hasta que lo perdemos. Ya sea la salud o una persona. Puede que entre tanto dolor la sociedad necesitara un analgésico y, como tal, aterrizó Filomena, convertida en el mayor paliativo social. Por unas horas nos olvidamos de los muertos, de los encierros de la epidemia, del agotamiento emocional, de la carencia de certidumbres y del futuro inescrutable.

Continúan las administraciones utilizando las desgracias como arma arrojadiza, unos a otros, de un color a otro

Tras el primer golpe de optimismo, Filomena, como el Covid, se nos ha vuelto a ir de mas manos. "No hay suficientes medios". "No esperábamos una nevada de estas características". Han sido unas de las frases más escuchadas. Continúan las administraciones utilizando las desgracias como arma arrojadiza, unos a otros, de un color a otro. Mientras, la ciudadanía asiste atónita a esta pelotera y comienza a mostrar su hartazgo. Somos el país de la improvisación, no cabe duda. Acostumbrados a que al final todo sale, nos ha vuelto a pillar el toro. ¿Estaremos alguna vez preparados para encajar un imprevisto en este país? ¿Estaremos preparados para asumir los errores sin lanzar balones fuera?

Puede que la pandemia nos pillara de improvisto, pero lo de Filomena estaba cantando, tan cantado como las miles de advertencias de Roberto Brasero. El hombre del tiempo de Antena 3 es el verdadero triunfador de esta historia. Llevaba días, qué digo días, semanas, anunciando la que se nos venía encima. Con una precisión pasmosa, ajustando incluso hasta la hora del inicio de la tremenda nevada.

Como recuerdan en la web de la cadena, Brasero daba los primeros avisos el 29 de diciembre, dos semanas antes de la llegada de Filomena. "Habrá heladas generalizadas, bajada de las temperaturas y en caso de que llegue una borrasca con humedad, tendremos numerosas nevadas", señalaba el manchego en su espacio del tiempo.

El 7 de enero afinó cual Nostradamus. "La borrasca que viene mañana continuará la tarde del viernes, la madrugada del viernes al sábado y el sábado entero". Al día siguiente entró en directo en Espejo Público y en todos los informativos de la cadena para advertir a la población de la que nos venía encima. Los 20 centímetros de nieve se iban a convertir en 40 o más. Recordaba que la alerta roja se había instalado en el centro de la península e insistía en las recomendaciones de no salir de casa en esas zonas. "Cuando te están diciendo que algo es de riesgo extremo, tienes que modificar tu comportamiento. Las empresas deberían dejar salir antes a sus trabajadores. A partir de las 6 de la tarde estaremos en avisos de nivel rojo. A lo mejor hay que tomar decisiones que no se han tomado antes y que parecen descabelladas, como irte antes a casa", avisó.

No le hicieron caso. Filomena, como el mentiroso Pedro de la fábula de Esopo, llegó justo como se anunciaba, en horario punta. Pero como al pastorcillo, nadie hizo caso de las advertencias. Mira que vivimos pegados a un Smartphone y todos cuentan con una aplicación del tiempo que no suele fallar. Henchidos de soberbia, desdeñamos las advertencias de los que saben.

Filomena llegó, vio y venció. Devoró las carreteras en menos de una hora, provocó el mayor caos que se recuerda en la capital, asoló la Mancha y Castilla y León. Tan solo necesitó 48 horas para arrasar en su huida hacia el norte, dejando tras sí una ola de frío polar, desconcierto y desorden.

Si alguien ha salido triunfante de esta crónica de un temporal anunciado ese es Roberto Brasero. Heredero de los inolvidables hermanos Medina, lleva años desmarcándose como como un magnifico comunicador. Roberto Brasero no es un busto parlante. No lee, cuenta las cosas como si las estuviera viviendo. Su talante divulgativo y didáctico hechiza al espectador de tal manera que el mando desaparece. No puedes dejar de escucharle. Reconforta su capacidad para explicar las cosas sin abusar de los tecnicismos. Cuando suelta uno, inmediatamente aclara el concepto para que se le entienda. Pedagogía pura. Es la única persona que conozco capaz de dar malas noticias sin que se le tomen en cuenta.

Brasero rezuma el calor de su apellido, da gusto escucharle, en Tu tiempo, su espacio personal, tan pronto desvela la climatología como explica por qué se forman las trombas marinas, pulula como nadie entre isobaras, altas presiones y el anticiclón de las Azores.

No se olvida Brasero del campo, de las cosechas, del cambio climático y de denunciar las barbaridades que el ser humano está engendrando en el planeta, como tampoco se olvidó de mostrar durante el confinamiento cómo la naturaleza se abría paso sin echarnos de menos. Sus relatos son dignos de premio.

Predijo con claridad la que se nos venía encima. Anunció que Madrid se iba a convertir en Siberia y no se equivocó. Más que nada porque hace muchas décadas que los hombres del tiempo no van en blanco y negro. Desde el siglo pasado no escriben sus predicciones en tiza sobre una pizarra, hace tiempo que sus pronósticos no patinan.