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Un adiós digno para "Cuéntame"

Si la serie tiene que acabar, qué mejor que ahora. No existe un final más acertado que llegar a la actualidad con una temporada en la que se rinde homenaje a los sanitarios y a los mayores.

"Cuéntame cómo pasó"

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Cuéntame es el paraguas de la nostalgia, no cabe duda de que bajo ese amparo habita su longevidad. Desde el minuto uno, la serie producida por Ganga se aferró al apego sentimental de varias generaciones de españolitos para dejarnos pegados frente al televisor.

Aquel 13 de septiembre de 2001 la familia Alcántara entró en nuestras vidas apelando a la morriña, a la melancolía, a la añoranza de tiempos pasados.

La juventud de varias generaciones, una abuela que recordaba a la de tantos, la vida del barrio, los juegos y las trastadas callejeras, un pueblo al que ir de vacaciones, la España tardofranquista en blanco y negro, la explosión de color y libertad que supuso la Movida, la España de la UCD, del PSOE, la del pelotazo y así hasta llegar a 1992, el año de las Olimpiadas, de la Expo y el de la capitalidad europea de Madrid (lo sé pasó sin pena ni gloria), pero pasó.

¿Quién no ha encontrado entre tanta trama algo para identificarse? Así llevamos 20 temporadas. Con el estreno del jueves 14 de enero, caminamos hacia la vigesimoprimera.

Confieso que me desenganché de la serie en plena Movida. La viví en directo y me costó reconocerme en ella. Ahora bien, que yo decidiera cortar mi relación con la serie no le quita el valor de ser la historia más longeva de la televisión. Piensen que los jóvenes que rondan la década de los 20 no conciben su vida sin la familia Alcántara, como no la conciben sin Gran Hermano y algún que otro reality más, pero esa es otra historia.

Probablemente no estemos ante la mejor serie de la historia, no siempre ha sido la más vista, pero no cabe duda de que rezuma la calidad suficiente como para mantener un gran nivel de fidelidad entre la audiencia. De hecho, el primer capítulo de la temporada 21º alcanzó un 13.3% de cuota de pantalla y superó en espectadores al arranque de la temporada anterior. Sedujo a 2.275.000 espectadores, 73.000 más que aquel capítulo.ç

Como espectadores siempre nos hemos preguntado qué pasaría cuando la familia Alcántara aterrizara en el presente. Al paso que iban, estaba claro de que la cita sería inevitable. Hacíamos cábalas, la fecha decisiva se nos antojaba cada vez más cerca. Los Alcántara se despidieron de la audiencia el pasado jueves 12 de marzo de 2020. Nosotros en plena pandemia, a las puertas del confinamiento que nos robó la primavera de 2020; ellos dando la bienvenida al 92.

La situación era tan anómala que los guionistas decidieron jugar con el tiempo en la nueva temporada y asomarse al presente desde 1992. Las nuevas entregas entrelazan dos líneas temporales de la familia Alcántara que pivotará de 1992 a 2020. "Rescatamos nuestro pasado desde el presente. Era imposible hablar de Cuéntame sin la pandemia", confesaba Joaquín Oristrell en la presentación de la temporada.

España entera se detiene para aplaudir a los sanitarios que se están dejando el alma en la batalla contra el coronavirus. Entre ellos se encuentra María Alcántara que, como médico, intenta salvar el mayor número posible de vidas (no voy a entrar al trapo de las críticas de las redes al ver que María se quita la mascarilla para hablar por teléfono con su hermano, más que nada porque los fallos de script los encontramos hasta en los clásicos).

Carlitos, encarnado por fin en Carlos Hipólito (narrador de la serie desde el minuto uno), pasa el confinamiento en San Genaro con Merche y Alba, la hija de María. Ambos están preocupados por la salud de Antonio. "Dice el doctor que va a ser esta noche", le confiesa su hermana entre lágrimas.

En plena tercera oleada de contagios, cuando las cifras de fallecidos ascienden a 53.079 oficiales, a los que algunos estudios suman 20.000 más, cuando los casos de contagio suben a 2.211.967 y la tasa de incidencia acumulada supera los 500, esas imágenes sobrecogen.

El contagio está descontrolado. Para cortarlo deberíamos vivir un confinamiento breve pero intenso

Vivimos devorados por el día de la marmota. Con un futuro incierto. Nadie se atreve a agarrar al toro por los cuernos, estamos huérfanos de liderazgo y no parece que haya un valiente capaz de alzar la voz para tomar de nuevo la decisión más impopular y necesaria en estos momentos.

El contagio está descontrolado. Para cortarlo deberíamos vivir un confinamiento breve pero intenso. Lo advierten los especialistas, los virólogos y todos los sanitarios que saben a ciencia cierta el nivel de saturación que sufren los hospitales.

Cuéntame es un doloroso déjà vu que se alivia con una vuelta al 92, "al año en el que el mundo envidió a nuestro país". Un año que rezumó optimismo, pero que también fue el del auge del sida, la corrupción y el inicio de una crisis económica que provocó un gran número de huelgas. En los siguientes capítulos, San Genaro sufrirá la de los servicios de limpieza en Madrid que soliviantará a sus habitantes.

Los Alcántara celebran el cumpleaños de Antonio que sigue siendo el machista, protestón y desagradable que siempre fue. Un personaje insufrible por cansino. No ha evolucionado nada desde aquel 1968, el año en el que lo conocimos. Como primer capítulo de temporada los guionistas apuntaron las tramas que vivirán los Alcántara en 1992.

Confieso que me aburrí, ya no me interesan los Alcántara del pasado, puede que la culpa sea mía por haber abandonado la serie hace tiempo. Anhelo volver al 2020, quiero saber de María y de su trabajo, quiero recuperar a Carlitos en la piel de Hipólito, me interesa menos las peleas conyugales de Toni y mucho menos sus cuitas profesionales. Ya las he vivido y la redacción que sugiere la serie me es familiar, misógina, insensible y competitiva.

Cuéntame regresa al futuro para cerrar el capítulo y no puedo evitar el acordarme del día que salí del hospital. Pasé por la UVI y allí me instalé durante 17 días por culpa de una neumonía y un neumotórax allá por el pleistoceno. Al salir del confinamiento entre cristales, vinieron dos meses de ingreso en soledad y muchos más de rehabilitación.

El reloj se paró. Postrada en aquella cama metálica caían los días como una losa, lentos, pesados, asfixiantes. ¿Lo peor? La soledad. El paso del tiempo lo marcaban las visitas del médico, las enfermeras y las bandejas de metal.

Recuerdo el frío del oxígeno en la nariz, la molesta mascarilla, el ruido constante del motor de aquel tubo por el que no paraba de manar líquido del pulmón, la ventana abierta y el murmullo del tráfico a lo lejos. Recuerdo también el olor de las almendras, el olor del yogur de coco. Cierro los ojos y no puedo apartar de mi cabeza todos y cada uno de los enfermos de hoy.

¡Cuánta soledad, cuánta tristeza! Eso no se olvida jamás. Si Cuéntame tenía que acabar algún día, este sería un final más que digno, rindiendo homenaje a los sanitarios y a nuestros mayores, los más castigados por esta pesadilla interminable.

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