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La parca, de la que tanto se burló, se lleva a Quique San Francisco

El rostro del cine quinqui español ha fallecido este lunes 1 de marzo a los 65 años a causa de una neumonía. Un desenlace que se ha producido después de que llevara más de un mes ingresado.

Quique San Francisco

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De tanto bailar con la parca al final se dejó seducir. No era su momento, a Quique San Francisco no le tocaba, pero como siempre, a ella no le importó. Le tenía tantas ganas que cortó prematuramente el hilo que le aferraba a la vida, tiró de guadaña y se lo llevó nueve días antes de cumplir 66 años. El actor ha muerto este primero de marzo víctima de una neumonía necrotizante que le mantuvo ingresado en el Hospital San Carlos de Madrid desde el pasado 5 de enero.

Quique San Francisco estaba loco por salir del hospital. Así lo había confesado en una entrevista para ¡Hola! Estaba loco por poner en marcha los proyectos que guardaba en el cajón, entre ellos, un falso documental autobiográfico al que había bautizado Cómo ser Enrique San Francisco y soñaba con continuar con la gira de La penúltima. Ingresó en el hospital de la mano de Filomena y ya estaba aburrido del encierro. Debilitado y en una silla de ruedas apostaba por su futuro. Acostumbrado a salir indemne de miles de batallas, esta parecía una más.

Una semana en su vida cundía como un año en la del común de los mortales

Quique era de esas personas que se beben la vida a tragos, que no saben de sorbos lentos. Vivió su vida al límite, franqueando lo infranqueable. Una semana en su vida cundía como un año en la del común de los mortales. Superó un accidente de moto que le dejó grandes secuelas en la movilidad, superó una politoxicomanía que debilitó su salud y su aspecto, superó los vaivenes típicos de la edad… ¿Cómo iba a pensar que esto era el fin? Pensando en él, pululan entre las teclas los acordes del inmortal tema de los Doors: This is the end.

El quiqui, el junco de los ojos saltones y rizos de querubín deja huérfanos a buena parte del cine, la televisión y el teatro de este país. Su inconfundible voz, rota por los excesos, su físico indescriptible y su carisma interpretativo le convirtieron en secundario imprescindible. Inolvidable su Cascales de Amanece que no es poco. Aquel joven rubio de mirada alucinada que pretendía cambiar su papel. "Que te cambio mi personaje por el tuyo. Sí, hombre. Me chupo yo toda la carrera de ingeniero, saco una plaza cojonuda en Oklahoma y, ahora te paso a ti el personaje para que te limpies el culo con él… ¡Vamos, hombre no me jodas, no me jodas!".

Si no hubiera hecho más, Cascales le habrían sentado en el olimpo de los cómicos, pero San Francisco fue mucho más que todo eso. Aprendiz de clown, capaz de plantarle cara hasta al mismísimo Charlie Rivel, cómico irreverente, rostro del cine quinqui y personaje excesivo siempre.

San Francisco debutó en el cine con seis años. Hijo de Enriqueta Cobo y "de alguien que se dedicaba a la farándula", no supo hasta la adolescencia que su padre era Vicente Haro. Rebelde sin causa, se alistó en la Legión para hacer el servicio militar, donde no se reenganchó no por falta de ganas sino por presiones familiares.

De la mano de Fernando Fernán Gómez conoció la fama. Le bastaron dos apariciones en la serie de televisión El pícaro para consagrarse en la España del VHF y las 625 líneas. Desde el principio, actor y personaje se fundieron en uno, jamás supimos donde acababa el intérprete y donde nacía el individuo.

Rozó la gloria y el infierno en la década de los 80. Fueron tiempos de excesos, libertad y cambios. También fueron años de desinformación y pérdidas. El cine quiqui de la época que encaprichó de su rostro y de su veracidad. Protagonizó películas como Navajeros (1980), La mujer del ministro (1981), Colegas (1982) y El pico (1983). Su director, Eloy de la Iglesia, le cobijó y le acompañó en su danza con los excesos. Le costó despegarse del personaje. Manuel Gutiérrez Aragón también tiró de él en su apuesta por el universo mangui y en el debut de Cristina Marcos en Maravillas (1981.

Entre exceso y exceso, dejó muchos amigos en el camino. Una de las pérdidas que más le dolió fue la de Antonio Flores, el que fuera su cuñado durante años. Sí, ahí donde lo ven, Quique San Francisco fue el primer novio famoso de Rosariyo, porque entonces, Rosario Flores era Rosariyo, la benjamina de la Faraona.

Insuperable robla planos, que es lo que suelen hacer los secundarios de lujo, Quique San Francisco despuntó con su presencia en decenas de películas como Orquesta Club Virginia (1992), de Manuel Iborra; Acción mutante (1993), de Álex de la Iglesia; La ley de la frontera (1995), de Adolfo Aristarain o París-Tombuctú (1999), de Luis García Berlanga. Y así hasta pasar la cuarentena. En televisión pasó por clásicos como Estudio 1, Curro Jiménez, Mariana Pineda, incluso por La bola de cristal. Inolvidable su Tinín de Cuéntame como pasó (2001 hasta 2008).

Su última burla fue meterse en la piel de la parca para protagonizar un anuncio de Campofrío. "Qué manía tenéis todos con que suba. ¿Qué tal por ahí arriba?".

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