Almeida llegó, vio y venció en "El hormiguero"
El encuentro entre el alcalde de Madrid y Pablo Motos fue el programa más visto de la jornada, alcanzó un 22% de share y sentó frente al televisor a 3.880.000 espectadores.
José Luis Martínez-Almeida llegó, vio y venció. No estamos acostumbrados a descubrir políticos fuera de su registro. No, España no es Estados Unidos. Allí proliferan los talk shows, el público está más que acostumbrado a ver el lado íntimo de los políticos en programas como el espectáculo de Jimmy Fanlon, Oprah Winfreys incluso contestando a las preguntas de James Corden arrellanados en el asiento del copiloto o en un autobús (como acabamos de ver al príncipe Harry). Aquí, al otro lado del charco, tenemos escasas opciones, de hecho, me atrevería a decir que sólo El Hormiguero es capaz de sacar de su zona de confort a los políticos y a quien se atreva a visitar el programa.
Quizá ese sea el motivo de que la mega anunciada visita del alcalde de Madrid haya arrasado. El encuentro entre el corregidor madrileño y Pablo Motos fue el programa más visto de la jornada, alcanzó un 22% de share y sentó frente al televisor a 3.880.000 espectadores. Se ha convertido en el cuarto mejor programa en cuota de pantalla y el sexto más visto en miles de espectadores.
Almeida se presentó en El Hormiguero de calle, sin el uniforme del colegio político. Atravesó el plató en mangas de camisa, sin corbata, con zapatillas, precedido por un talante guasón que auguraba una versión insólita y divertida del mandatario.
Almeida revoluciona el plató de El Hormiguero from ESdiarioTV on Vimeo.
La entrevista arrancó con un duelo de tamaños, muy masculino todo, la verdad. "Póngase recto, alcalde", le espetó el presentador que tampoco es Tkachenko (perdón, la comparación resulta un tanto viejuna) Motos no es Tacko Fall o Pau Gasol. Almeida dio un taconazo y con postura militar (no sé si tiene edad de haber pasado por el servicio militar, sospecho que no) se encajó debajo del metro. "Mides 1,66", le soltó orgulloso Pablo Motos antes de ponerse debajo y confesar al mundo que el mide dos centímetros más que el alcalde. "Pido el bar", bromeó el vencido.
Almeida ya se había metido en el bolsillo a la audiencia. Nada como la frescura, la naturalidad y la ironía, que como dicen los clásicos es el privilegio de los inteligentes. "La primera búsqueda mía en Google es Almeida estatura y la segunda Almeida novia". Risas y a lo mollar. A la sustancia. Contestó con rapidez a todas las preguntas, a las cómodas y a las incómodas. Aceptó los retos con naturalidad y a pesar de que al principio confesó que no se sentía cómodo en estos formatos dio una lección de saber estar.
Desde el otro lado de la pantalla Almeida se mostró como un ser humano más. Colgó en el perchero el postureo político, ese que marca distancias, el que los coloca en edén de los pseudoelegidos y bajó al barro. Sin caretas contestó a todas las preguntas. Con torería política, eso sí. Porque cuando hubo que soltar ideario, tiró de ideario con maestría.
Dio una larga cambiada al asunto de la sede. "Qué importa una sede. Yo soy poco sentimental. Yo en el Calderón he llorado, incluso he ganado y cuando me fui al Metropolitano no me dio pena. Aquí lo importante es el partido". Respecto a Bárcenas sacó al abogado de Estado que lleva dentro y le espetó sin remilgos a Motos: "Quien tenga que pagar que lo pague". Sobre la posible envidia de Pablo Casado o el regalo envenenado de su puesto como portavoz nacional del PP negó la evidencia. Recordó su primer día como alcalde de Madrid, la metedura de pata con Madrid Central, el caos de Filomena, le tiró los tejos políticos a Inés Arrimadas por lo conseguido en Cataluña…
Todo lo referente a la política resultó, en cierto modo, previsible, Almeida triunfó en las cuestiones personales, en lo inesperado, en el marujeo.
A Trancas y Barrancas les confesó que de Tinder nada, que él es muy tradicional, que duerme, como todos los clásicos, con pijama con botones y a rayas. Eligió para irse de fiesta a Ayuso, para un atraco a Pablo Iglesias y a Pedro Sánchez no le dejaría las llaves de su casa jamás.
Aceptó sentarse con su doble en el cuerpo de Carlos Latre, se aventuró a cantar a dúo Hey de Julio Iglesias y recitó la Constitución de memoria a una velocidad irrepetible, inasequible al resto de los mortales. Confesó lo evidente, que vive solo y en la cocina es muy latino, que se alimenta de latas y que para cenar se refugia en los yogures. "Si abres mi nevera te deprimes. Hay yogures, huevos, ketchup del McDonald's y cervezas". Me recordó a mi nevera de antaño, cuando guardaba en ella carretes de fotos y algún que otro yogur perdido o caducado. Listo e inteligente como nadie, Almeida no puso morros. Se mostró libre, con la frescura de quien sabe reírse de sí mismo. Indudablemente, el sagaz y avispado Almeida es el tapado del PP. Que tiemble el partido que ha nacido una estrella. Fue a divertirse a El Hormiguero y se divirtió más que nadie. Lo dicho, llegó, vio y venció.