Perdónanos Nevenka, te debemos una disculpa social
La concejala de Hacienda de Ponferrada tenía 26 años cuando denunció al hombre que la acosaba sexualmente, Ismael Álvarez, el alcalde. 20 años después, Netflix estrena una docuserie.
"Os he convocado para que conozcáis que en el día de hoy presento mi dimisión como concejala de este Ayuntamiento que tanto quiero, porque tengo 26 años y tengo dignidad". El 26 de marzo de 2001, Nevenka Fernández, entonces concejala de Hacienda de Ponferrada, denunció públicamente y en los juzgados al alcalde del PP, Ismael Álvarez, por acoso sexual. Querellarse fue una necesidad para poder sobrevivir al infierno que había fagocitado su existencia. En el peor momento de su vida, Nevenka entendió que denunciaba o moría. Fue una decisión de supervivencia, meditada, consciente, muy consciente. Sabía de la vergüenza pública que le iba a suponer, pero no le quedaba otra.
Nevenka pasó de ser un personaje público en Ponferrada a estar en todos los telediarios. Hace 20 años la víctima fue tratada como verdugo. El pueblo miró para otro lado. Eran otros tiempos, se escudan. "Para la sociedad fue un shock que Nevenka pusiera todo patas arriba…", confiesan algunos testigos. ¿Eran otros tiempos? Hace 20 años, que como dice el tango no son nada, lapidamos socialmente a la primera mujer que osó denunciar un #Metoo y llevar a juicio a su alcalde por acoso sexual.
Volver la vista atrás, enfrentarse a Nevenka, la docuserie que acaba de estrenar Netflix, es lo más parecido a recibir una bofetada sin manos, un soplamocos colectivo, un hostión (perdón por la expresión) que duele en el alma. En cierto modo todos somos culpables, ya sea por acción u omisión. Nuestra memoria comunal es tan frágil que, si no fuera por los tres capítulos de unos 40 minutos de duración, ni nos acordaríamos de Nevenka. El caso Nevenka, lo bautizamos en los medios, cuando lo deberíamos haber llamado el caso Ismael Álvarez. Criminalizamos a la víctima sin piedad, por ser mujer, inteligente, preparada y… guapa.
El Día de la Mujer debería celebrarse todos y cada uno de ellos hasta que se acaben los motivos
Duele ver al otro lado del espejo el tipo de sociedad insensible y machista en la que vivíamos hace tan solo dos décadas. Duele aún más descubrir que a pesar de las denuncias y las luchas no hemos evolucionado tanto como creíamos. Y el que tenga alguna duda que bucee por el vídeo que ha volado este fin de semana en las redes sociales con unos comentarios machistas, intolerables y vergonzosos en la alfombra roja de los Premios Goya. El Día de la Mujer debería celebrarse todos y cada uno de ellos hasta que se acaben los motivos.
Perdónanos Nevenka. Perdónanos por no apoyarte como sociedad, por no entender tu sufrimiento. Por no ser capaces de reconocer el deterioro físico provocado por meses de acoso y derribo. Años en los que incluso tú te sentiste culpable. "Fue una relación basada en la pena y la admiración. Yo le veía como una buena persona que había salido de la nada y que había sufrido un montón en la vida. Nunca estuve cómoda con él. Me dejé llevar", confiesa Nevenka.
Atrapada en este punto, ya resultaba muy difícil salir. Solo lo entiende quien ha estado en su pellejo, aquella que conoce el significado de ese infierno, la que se ve reflejada en su piel esa falta de autoestima que provoca la dejadez y el abandono del alma propia en favor de la del que se encuentra enfrente. Malditos sean la falta de autoestima y el miedo al qué dirán.
El verdadero conflicto comenzó cuando ella rompió la relación, cuando ella dijo no. Nevenka se convirtió en un pez de colores encerrado en una pecera de machos. "Aprisionada en un mundo de hombres en el mal sentido de la palabra", afirma Juan José Millás, autor del libro Hay algo que no es como me dicen: El caso de Nevenka Fernández contra la realidad.
El despecho del machito heterobásico acostumbrado a tener en su entrepierna todo lo que se le antojara le llevó a machacar a la joven concejala. "Tú eres una hija de puta y yo voy a ser más hijo de puta contigo". Y vaya que si lo fue. Tanto que consiguió que el partido cerrara filas en torno a su figura y a ella la dejaron en el vacío más absoluto. "Me sentía fatal, responsable de lo que había ocurrido y esa culpabilidad me hacía sentir vergüenza de mi misma".
La docuserie avanza y desvela el momento en el que Nevenka, atormentada, desapareció sin dar explicaciones. Huida que el político bravucón aprovechó para levantar falsos testimonios. Expandió el bulo de que había ingresado en una clínica de desintoxicación. Aquella fuga fue el principio del fin. Nevenka colapsó y en el vahído se topó con una psicóloga que le ayudó a poner nombre a todo lo que estaba padeciendo. ACOSO. Con mayúsculas. Aquel infierno era la definición perfecta de acoso sexual. "Práctica ejercida que tiene por objeto obtener los favores sexuales de una persona cuando quien lo realiza abusa de su posición de superioridad sobre quien lo sufre".
"Cuando le pusimos un nombre a lo que me estaba sucediendo empezó el proceso de recuperación, ahí surgió la otra Nevenka", confiesa sola frente a la cámara.
Infeliz, a pesar de que encontró el apoyo de Charo Velasco, portavoz del Partido Socialista, a Nevenka le quedaba enfrentarse a un juicio inaceptable. Su rival política ignoró las provocaciones del alcalde respecto a la desaparición de una edil que manejaba el presupuesto de la ciudad, pero tuvo que soportar la denigración, el desprecio y la soberbia de un fiscal que la increpó en público como si fuera culpable de los hechos. "Usted no es la empleada de Hipercor, que le tocan el trasero y tiene que aguantarse porque es el pan de sus hijos". Nevenka le respondió con un hilo de voz: "Estaba jugando con mi dignidad. Querían que me marchara como si hubiera hecho algo malo, como si fuera una incompetente". "Uno se marcha si tiene dignidad y luego renuncia", le reprochó García Ancos.
Tal fue la injuria y la difamación que el juez se vio obligado a recordar al fiscal la joven declaraba en calidad de testigo, no acusada. "Es mi forma de hablar. Estoy contento con mi actuación. De los miles de juicios que he celebrado éste es uno más, quizá un poco más original, pero nada más. A mi no me cambia ni Dios una convicción. Pase lo que pase la mantengo". La actuación del fiscal fue absolutamente inenarrable.
Menos mal que alguien puso cordura entre tanta injusticia y El caso Nevenka pasó a ser el caso del fiscal José Luis García Ancos. Al final lo apartaron del caso, Nevenka ganó el juicio, pero perdió el juicio social. Se tuvo que ir de España, rehízo su vida y nunca regresó.
El todopoderoso alcalde se vio obligado a dimitir, jamás se disculpó. Es más, el infecto personaje, con la sentencia inculpatoria en la mano, envió a todos los vecinos de Ponferrada una carta de seis folios en las que desveló todo tipo de intimidades de su relación. "Soy absolutamente inocente, lo diga un juez o lo digan 100 mil jueces. No hay nada de nada de acoso sexual y de ningún tipo de delito. No tengo nada de que arrepentirme", declaraba en rueda de prensa.
El 7 de junio de 2002, unas 3.000 personas se manifestaron en la plaza de Ponferrada en defensa de Ismael Álvarez. Escuece ver esas imágenes. "A mí no me acosa nadie si no me dejo", brama con rabia descontrolada una mujer ante las cámaras. Me pregunto qué pensarán esas gentes al verse 20 años después.
Mientras, Nevenka se despedía de España con una rueda de prensa. "He sufrido enormemente, pero ha merecido la pena luchar por mi dignidad. Mi mayor deseo es que estas palabras puedan servir de apoyo a quienes estén viviendo una situación similar. No hay que rendirse nunca porque, aunque queda mucho camino por recorrer, no callar es el único camino para conseguir que se haga justicia". Lo dicho, Nevenka te debemos una disculpa social.