Arranca la edición de Supervivientes más cutre y desleal
La primera gala del concurso fue como un tiro, alcanzó un 30,4% de cuota de pantalla y sedujo a 2.859.000 espectadores. Un arranque que, sin duda, conquistó a los espectadores de Telecinco.
Supervivientes ha sido desde siempre eso que llaman mi guilty pleasure, es decir, mi placer culpable. He sido una forofa del formato desde aquel 10 de septiembre de 2000. Entonces participaban personajes anónimos y molaba, molaba mucho. Más que nada porque el programa rezumaba verdad, ingenuidad y frescura. En estas dos décadas, la espina dorsal del formato ha variado tanto que si nos despertáramos hoy de un coma, como Toni Cantó en Siete vidas, no seríamos capaces de asociar aquel primer Supervivientes con el último.
Anoche arrancó la vigésima edición del concurso con 16 famosos travestidos en presuntos Supervivientes. Un estreno que alcanzó un 30,4% de cuota de pantalla y sedujo a 2.859.000 espectadores.
El plantel de este año es un variado collage de personajes que van desde la serie z fruto del star system de Mediaset, al olvido televisivo, pasando por los protagonistas tangentes de los culebrones del año. O lo que es lo mismo: desde nombres como Tom Brusse y Melyssa Pinto (nacidos en la factoría de cerebros reptilianos de MHYV y La isla de las tentaciones); hasta el rescate de personajes arrumbados por la fama como Antonio Canales, Sylvia Pantoja o Agustín Bravo, pasando por Marta López y Alexia Rivas, las chicas de Merlos Place, y la gran damnificada de esta edición, Olga Moreno. La mujer de Antonio David Flores firmó el contrato con la productora antes de que Mediaset arrancara con el mal llamado documental de Rociíto Carrasco. Lo siento, me niego a calificarlo como documental, en primero de comunicación se estudian los géneros periodísticos y ese formato no encaja con un documental, si acaso entrevista pagada.
Menuda doble putada le han hecho a Olga Moreno. Perdón por la expresión, pero no me sale una más suave. Sí, doble. No creo que hubiera aceptado la oferta sabiendo la puñalada trapera que le tenía guardada la cadena de Fuencarral. En caso afirmativo, sospecho que su caché se habría triplicado. De ahí la doble bribonada. Lo de Olga ha sido una FELONÍA con mayúsculas.
Con un plantel de este porte, sin ser nada del otro mundo, la pugna chabacana, el comadreo y el alcahueteo están servidos. Lo de la supervivencia a estas alturas ya es secundario. Antes de tirarse desde el helicóptero ya han tenido a la audiencia en vilo con las gatas del Merlos Place y con la situación emocional de Olga. Por lo visto la pobre anda llorando como las plañideras de esquina en esquina. Motivos tiene. Ahora bien, me pongo en su pellejo y tengo muy claro lo que haría. Tirar de rejo navarro, poner a dios por testigo como Escarlata O'Hara y llegar, como mínimo, a la final. No digo ganar porque se supone que eso queda en manos del público y del azar.
Lo dicho, Supervivientes no es lo que era. Los personajes del corazón han desvirtualizado su esencia, a pesar de que los de esta edición me resulten casi anónimos. Ahora bien, no creo que pueda dejar de verlo. El concurso tiene algo que, a pesar de sus protagonistas, atrapa.
La voz en off de Jorge Javier levantó el telón del programa y recordó que este año todo está en manos del público, puesto que decidirá cómo se repartirán estos 16 aspirantes entre la isla del pirata Morgan y la zona encallada.
Jorge Javier cruzó la puerta del plató, encantado de conocerse, inauguró la edición y dio paso a Lara que mostró la supuesta gran novedad de la edición, el barco encallado donde vivirán 8 de los concursantes. No quiero ni pensarlo, vivir en un cutre barco fondeado en una playa, estoy convencida de que largaría hasta la primera papilla que me dieron.
En el plató, Anabel Pantoja y Lucía Dominguín con un florero en la cabeza, prometieron defender al Negro y a Palito (novio e hija respectivamente). Sandra, la novia de Tom Cruise (perdón Brusse), Sergio, el excéntrico hermano de Lara… confesaron un cambio de parejas que me despista y que me interesa cero. Como espectadora me pierdo entre estos personajes creados para alimentar la parrilla de Mediaset. Jorge Javier parece que tampoco conoce a nadie. De hecho, se lió entre la amiga de Antonio Canales y otra defensora de vaya a usted saber quién. Él a lo suyo, continuó con las presentaciones y anunció el cierre de la votación.
Este año solo saltaron los privilegiados, los que vivirán en la isla del Pirata Morgan antes llamada Cayo Paloma
La velada trascurrió como todas las primeras galas. En cierto modo aburrida. Vídeos de la preconvivencia trufados con las declaraciones de la familia, la primera pelea entre Marta y Alexia (estas chicas van a dar mucho que hablar), la desorganizada subida al barco encallado y, por fin, el esperado salto del helicóptero de los elegidos. Porque este año sólo saltaron los privilegiados, los que vivirán en la isla del Pirata Morgan antes llamada Cayo Paloma. La cara de Marta López al enterarse de la novedad, de que todo dependía de la elección del público, era un poema. Como si presintiera que el público la iba a dejar varada en el barco. Pero no.
A las 23.00 horas la suerte ya estaba echada. Melisa, Omar y Lola fueron los tres primeros concursantes que saltaron del helicóptero. Mientras Jorge Javier llamaba a los tres siguientes, las caras en el barco eran de ajopuerro. Albalá, Tom y Marta López, los siguientes. ¡Qué grupo más polarizado se estaba gestando para la convivencia en la isla! Me cuesta creer que solo fuera elección del público. Habrá que confiar.
La pandilla playera se completó con Gianmarco y Olga. Se acabó. La cara de Antonio Canales al saberse grumete de barco varado y letrina en forma de cubo era un poema.
Una vez resuelto el enigma vivimos el mejor momento de la gala. La primera prueba, el clásico baño de barro. Que me perdone Canales, no soy la más adecuada para perder los papeles en una situación como la que vivió anoche, pero sus problemas con la prueba y las pasadas que se dio Jorge Javier con él me arrancaron una carcajada de las que hacia tiempo que no salían de mi alma. No podía parar de reír, aún sabiendo que el bailaor las estaba pasando canutas. En fin, Supervivientes 2021 no ha hecho más que empezar.