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Bosé se retrata con sus patéticas declaraciones y su desprecio al sufrimiento

"¿Qué respeto tengo que tener yo a esta mierda, a estos mierdas? ¿Quién se puede creer semejante estupidez?" "Lo de Bosé" sedujo a 2.659.000 de espectadores en La Sexta, un 15% de share.

Miguel Bosé

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Anda Jordi Évole de boca en boca por su bientrevista. El domingo pasado, a Miguel; anoche, a Bosé. Si el primer round fue bien recibido por la audiencia, el segundo bajó ligeramente, aún así fue el programa más visto del domingo. La versión pública del hijo del "torero favorito de Franco" y de Miss Italia 1947 sedujo a 2.659.000 de espectadores, lo que le supuso a La Sexta un 15% de cuota de pantalla.

Con la primera entrega han corrido ríos de tinta en los medios, las redes sociales y en las camarillas de barra, carajillo o caña. Sorprendió al auditorio con su actitud y sus confesiones personales, por supuesto los que hemos tenido la oportunidad de entrevistarlo o de asistir a una rueda de prensa ni nos inmutamos. Lo de ayer fue de un exhibicionismo paranoico y negacionista insoportable. Una boutade de un iluminado.

Miguel Bosé siempre ha sido muy divo. Toda la vida ha caminado a dos metros del suelo, por encima de los pobres mortales, mirando de soslayo a aquellos que no tuvimos, como él, la oportunidad de ser apadrinados por Luchino Visconti, la suerte de crecer con personajes como Picasso, Hemingway o Salvador Dalí. Invariablemente, Miguel Bosé se ha vendido segmentado. Por una parte, Miguel, la persona; por otra Bosé, el artista. "Miguel y Bosé se detestan", admitía anoche.

Que Jordi Évole lo haya aprovechado para dividir su encuentro en dos entregas dominicales no es más que algo que el cantante lleva alimentando desde su debut en el Florida Park, un 26 de abril de 1977. Aquella noche, en directo, José María Íñigo presentaba a un efebo Bosé en Esta noche… fiesta. Con 21 años el cantante buscaba su hueco en el mercado del fenómeno fan, peleó con personajes y personajillos como Iván, Pedro Marín, Los Pecos y Leif Garrett. Me acuerdo como si fuera ayer. Se marcó tres bolos, Mi Libertad, Eres todo para mí y Linda. Por supuesto, los pseudocantantes fueron flor de un día, al tiempo que Miguel Bosé demostró al mundo que lo suyo no era el capricho de niño mimado. Por sus venas corría sangre de artista y así lo demostró. Ahí queda su legado musical. Y ya. El resto se me antoja inenarrable.

Lo de ayer, Lo de Bosé resultó incalificable, incluso, patético. Évole ejerció de Évole. No seré yo quien se atreva a despreciar los años de entrevistas que el ex follonero ha regalado a la audiencia. Momentazos como los del Papa Francisco I o Villarejo, historias con las que cualquier periodista sueña con toparse algún día. Considero que las entrevistas jamás entran en conflicto con el código deontológico, siempre y cuando se hagan las preguntas oportunas, sin peloteos y sin blanqueos de ningún tipo. El único reproche, la única cuestión que le haría a Jordi Évole, la pregunta que pulula por mi mente es otra: ¿por qué siempre entrevista a hombres? En Lo de Évole se cuentan con los dedos de una mano. En las 14 temporadas de Salvados, con las dos basta.

Anoche arrancó fuerte el cantante. "Bosé es un demente. Se lleva la fama, es el que gana el dinero para mantener a Miguel, por eso Miguel le aguanta. Yo nací con Miguelito, Miguelón y moriré con Miguelito, Miguelón".

Aseguró que con la edad se ha vuelto más lúcido, que hoy no votaría al PSOE de la ceja ni a nadie, porque los políticos no poseen la altura suficiente. Miguel Bosé vota, pero vota en blanco.

Aferrado a la soberbia le espetó a Évole que está más acreditado que él para hablar de ciencia. "Yo soy negacionista". Sostuvo Bosé que toda esta pandemia es "producto de un grupo de multimillonarios psicópatas llamado Foro de Davos".

Évole sufrió lo suyo. Era evidente que no quería dejar a su admirado artista a los pies de los caballos. El cantante le dio un capotazo. "¿Estás agobiado? No te preocupes. Yo asumo mis pensamientos y te hago irresponsable de lo que te pueda decir". Desde su altivo púlpito, eximió al entrevistador de toda culpa.

En la vida de Bosé parece que no existe el gel hidroalcohólico, no sabe lo que pica una PCR y reparte besos y abrazos a quien los quiera recibir. Defendió su verdad frente a todo y a todos, confesó que aborrece del Sistema. "No hay nadie que se salve, ni la derecha, ni la izquierda, ni el centro... Ni la madre que parió a Bolsonaro. Yo quiero un mundo nuevo, que caiga todo esto y te aseguro que va a caer. Ya te lo digo yo".

Évole le recordó la incongruencia de sus declaraciones, sobre todo cuando su equipo iba por otra dirección. Por lo visto les exigieron todo tipo de pruebas sanitarias y todo tipo de precauciones para acercarse a la estrella, incluso más que en otras ocasiones.

En una entrevista protagonizada por un virus, inevitablemente pululó otro, el del sida. "Yo quiero venganza, pero no quiero la vacuna. Quiero una cura para el sida. He perdido muchos amigos y he visto la demonización social. ¡Ojalá esa horrible enfermedad sea erradicada!".

Le vino al pelo recordar su entrevista con Mercedes Milá y el día que este país hiperventiló cuando algunos medios le dieron por muerto, enfermo de sida. "Hay una obsesión por llamarme drogadicto y maricón. Y si fuese drogadicto, ¿qué? Y si fuese maricón, ¿qué? ¿A quién le importa?", gritaba el cantante a la cámara. Para los millennials aquel supuesto fallecimiento fue una de las mayores trolas de la historia A.RR.SS. (Antes de las Redes Sociales).

Bosé, que entonces fue víctima de una campaña de bulos por culpa de un virus, ayer enarboló la bandera de su supuesta "verdad negacionista", pese a que los científicos le demostraran que lo suyo también es mentira. Se negó a hablar o a debatir con uno de ellos. Le pareció una encerrona escuchar la los que saben de verdad. Despreció Bosé los datos de las residencias vacunadas y se vanaglorió de su capacidad de estudio, investigación y análisis. "¿Qué respeto tengo que tener yo a esta mierda, a estos mierdas? ¿Quién se puede creer semejante estupidez? Dos coma seis millones de personas muertas… No me digas. Frente a siete mil seiscientos millones. ¿Iba a ser una pandemia? No tiene ni la casta epidemial". Qué falta de respeto al sufrimiento. Qué daño hacen ciertos consumos. Nada más que añadir. Évole hizo lo que pudo, Bosé se retrató con sus declaraciones.

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