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Miguel Lago y Antonio Castelo, lo poco gusta y lo mucho cansa

De "Los teloneros" a "Todo es mentira", este dúo de humoristas pluriempleados diariamente repiten roles en la parrilla de Cuatro corriendo el peligro de empachar a la audiencia.

Antonio Castelo y Miguel Lago

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Ponga en una coctelera un cuarto de Caiga quien caiga, otro de El Intermedio, una cucharada del Tomate (el Tomate se puede sustituir por Crónicas Marcianas), una chispa generosa de El informal, otra de Aruser@s, sazónelo todo con el sabor a flúor de cientos de colores estridentes, colóquelo en un plató y seguro que les sale algo parecido a Los Teloneros, un pseudo informativo matinal basado en el humor impertinente de Miguel Lago y Antonio Castelo.

Lago y Castelo aterrizaron en la mañana de Cuatro el pasado 13 de septiembre directamente de Todo es mentira con la intención de revitalizar la audiencia de la cadena roja de Mediaset. La estrategia no parece que haya funcionado. No han sido capaces ni siquiera de alcanzar el promedio de cuota de pantalla de las reposiciones de Alerta Cobra, la serie programada por la cadena en esa franja matinal. Los teloneros registra habitualmente datos en torno al 3% de share, a veces incluso menores, quedando lejos de la media diaria del canal.

Las causas del fracaso, a priori, parecen evidentes. Para empezar, no resulta nada fácil eso de arrancar una sonrisa al respetable. Lo cierto es que no todo el mundo puede dedicarse al humor. La ironía es el privilegio de los inteligentes y si te pasas de rosca corres el riesgo de caer en la chabacanería, la repetición o el aburrimiento. Para escribir estas líneas me he auto castigado a ver el programa durante una semana seguida. ¿Mi conclusión? Visto uno vistos todos.

Con su pluriempleo, la versión castiza y barbuda de Abott y Costello, a partir de ahora Lagott y Castelo, corren el peligro de estar más vistos que el TBO, igual que aquel dúo del que beben sus nombres, la pareja que rompió cifras de audiencia en la radio y la televisión estadounidense de la década de los años 40 y mediados de los 50.

Tampoco entiendo el porqué de la estridencia del plató y la supuesta desmesura en la indumentaria. Da la sensación de que para ser moderno tienes que aferrarte a la excentricidad, emperifollarte con modelos desorbitados cuyas mezclas de pantone ofenden al buen gusto. Sospecho que para ser disruptivo hay que tirar de la disonancia cromática. Ojo, que como dice el refranero español, para gusto, los colores. Cada uno es muy libre de lucir el ropaje que le venga en gana. Lo que me chirría es que se busque la cacofonía cromática para seducir al publico joven que, por cierto, a esa hora la mayoría anda entre el instituto, la facultad o dando sus primeros pasos profesionales. Me pregunto por qué los programas supuestamente destinados a un nicho joven son siempre un batiburrillo de color con ciertas pinceladas de supuesto gracejo impertinente. Jamás lo entendí. Ni ahora, ni mi yo del pasado.

La incorporación de Carme Chaparro a "Los Teloneros"

Un mes ha aguantado el dúo como tal. Bastante menos que el original. Al cumplir el mes de emisión, Lagott y Castelo se transformó en un trío.

"Ahora sí, con Carme Chaparro aquí, puedo decir más alto que nunca que esto es la vuelta de los informativos a Cuatro", bromeaba Miguel Lago el día del debut de su compañera.

La periodista se estrenó el pasado miércoles 13 de octubre como copresentadora de Los teloneros. Tras su salida de Cuatro al día a finales de 2019, Carme Chaparro se puso al frente de la segunda temporada de Mujeres al poder y este verano copresentó por sorpresa Todo es mentira desde plató debido al positivo en Covid de Risto Mejide y Marta Flich. El caso es que desde entonces la periodista y escritora es un rostro habitual en el programa que tendrá que compaginar su aventura con la nueva temporada de En el punto de mira.

Así las cosas, la parrilla de Cuatro termina la programación matinal con este trío y arranca la vespertina con el mismo trío conducido por Risto. El lunes pasado, sin ir más lejos, si no se hubieran cambiado de ropa, desde el otro lado de la pantalla no hubiera habido forma humana de saber en qué hora vivíamos. Lago, Castelo y Chaparro al cuadrado. Se me antoja empalagoso, cansino y pesado.

Qué manía detentan las mentes pensantes de los despachos, qué empeño tienen los gestores en mover caras de un cuadrado a otro de la programación como si fueran piezas de ajedrez. Todo el mundo sabe que un peón no sirve para lo mismo que un caballo, un alfil o una reina. Igual les iría mejor si se arriesgaran con caras nuevas, si apostaran por la frescura y la variedad. O en su defecto, que se aferraran a la calidad. La de Joaquín Prat, por ejemplo, que es capaz de capitanear la salita del corazón en Ana Rosa y un magazine de actualidad cambiando de registro sin inmutarse, con la profesionalidad que lleva en el ADN.

Sobre caras nuevas, otro día hablamos de Mejor contigo, de nuevo una historia de fracaso matinal, esta vez en la cadena pública.