Carlos Franganillo rememora su peor momento como corresponsal de TVE
El presentador de los informativos de La 1 se ha convertido en todo un referente tras una intensa trayectoria de corresponsal.
Carlos Franganillo representa para muchos el prototipo ideal de presentador de un informativo de televisión. Vinculado desde hace tres lustros a RTVE, el ovetense se ha convertido en todo un referente gracias a su estilo sobrio y a una capacidad de adaptarse a cualquier situación que proviene de sus años como corresponsal en lugares tan dispares como Moscú o Washington.
Desde septiembre de 2018 presenta la segunda edición del Telediario de La 1 y ha sido parte fundamental sobre el terreno de algunos de los episodios más determinantes de la historia reciente. Amante de la lectura y la música, Franganillo reconoce en una entrevista en 'El Mundo' que sus cuatro hijos le dejan poco espacio para el ocio, que se le da bien cocinar “tres o cuatro platos”, que corre para mantenerse en forma y que ve poco la televisión.
De su experiencia profesional, llama la atención su experiencia como corresponsal desde antes de que cumpliera los 30 años. “En Rusia fue más extremo. El idioma y el clima marcan una gran distancia, la oscuridad, los gestos, la manera de comunicar del vecino, de la cajera del supermercado... Todo me parecía hostil. Cuando llegué a Estados Unidos me ocurrió lo contrario: la gente te saluda por la calle sin conocerte, te sonríe, te dice lo bonita que es tu camisa. Y viniendo de Moscú, aquella amabilidad me resultaba incluso demasiado agresiva. Pero terminas adaptándote, interiorizando esos códigos a un lado del Océano y al otro”, explica.
“Un corresponsal no trabaja ocho horas; tiene que tener estímulos constantemente para depurar su punto de vista y ofrecerlo después al espectador”, añade. Quizá por ello ahora es capaz de transmitir al espectador más que otros compañeros. Muy alabada fue su presencia en la frontera de Ucrania al inicio del conflicto desatado por Rusia y precisamente allí es donde vivió uno de sus peores momentos como periodista.
“Cuando hicimos el Telediario desde la frontera con Ucrania, quedaba un minuto para el directo. Justo detrás de nosotros había un grupo de refugiados y un niño se comenzó a asfixiar con un Chupa Chups. Nos volvimos todos locos, lo pusimos boca abajo, le golpeamos la espalda... y pensamos que se moría. Y unos segundos antes de entrar salió la bola y el niño empezó a llorar. Lo recuerdo con muchísima angustia, con gran terror, pero también con mucho alivio”, concluye el asturiano.