El Siglo de oro español, literario que no gastronómico... ( III )
Lo que bebe el Madrid de la época
Los vinos manchegos son los que se beben, y mucho más vino que agua, no existía el Canal de Isabel II, tardaría más de 200 años, y no está canalizada. No hay alcantarillado y las inmundicias, orines y heces son arrojados a la calle, con la consiguiente insalubridad, hedor fétido y muchas veces pútrido, perros, gatos, ratas y otros se alimentan de ellas y dicen, las malas y sabias lenguas, que algunas de sus carnes acaban en salpicones o pasteles de carne en los bodegones callejeros, los de punta pie.
Si el pan era malo, el agua carecía de salubridad, canalización y distribución doméstica. Sólo las casas con pozo podían beber, a veces, agua por eso de los buenos, pozos o manantiales, se surtían los 'aguadores', que Velázquez inmortalizó, que recorrían las calles clamando la sed a esa población urbana.
Lo que se bebe, entonces son vinos. Chicos, mayores y ancianos, mujeres y hombres, se hidratan con vino como casi alimento, con cosas, miel, hidromieles, especias, pellejos, siropes o jarabes y agua, mucha agua, para hacerlos económicos, bebibles, tragables, tienen fama en la Corte los vinos de Fuencarral, pueblo, de San Martín y de Pinto.
Se bebe y mucho, en jarras y azumbres, recipiente manchego para beber vino, por sed y por necesidad de calor y cierto aturdimiento que engañe al estóago, concilie la desesperación y caliente el alma ante el infortunio.
Pero los más bebidos son los de la cercana provincia de Toledo, como los de Noblejas o los afamados de Yepes por ejemplo, que se reseñan en varios pasajes de literatos de este siglo XVII, cuando esta provincia era la bodega suministradora de la Corte de los Austrias y de los primeros Borbones, cuyo reflejo literario es patente en las citas siguientes:
“(…) Pero Sancho sacó la vergüenza a su amo, pues a dos carrillos se comió todo lo que quedaba de la olla y conejo, con la ayuda de un gentil azumbre de los de Yepes, de suerte que se puso hecho una trompa (…)” . (Alonso Fernández de Avellaneda, El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, 271)
“(…)
La que no pega la peste; de Yepes a Madrigal
del vino caro de Yepes, la regalada corriente,
Ande yo caliente
y ríase la gente” de Luis de Góngora.
“Que yo más quisiera pasar
escurrida como azumbre
del vino caro de Yepes,
estaba doña Tomasa,
más triste que doce viernes (…)”
de Francisco de Quevedo en Romances varios:
”Quejas de una cortesana viéndose ociosa”).