Las 13 conservas imprescindibles en tu despensa (por si acaso)
Son capaces de sacarnos de más de un apuro. Las conservas ponen a nuestro alcance verduras, frutas, pescados, carnes y guisos en un formato no perecedero
La historia de las conservas comenzó en 1810, gracias a un pastelero francés llamado Nicolas Appert. Por aquellos años, Napoleón estaba empeñado en conquistar Europa, pero tenía problemas de intendencia para abastecer a sus tropas. Por eso, ofreció una recompensa de 12.000 francos a quien lograra un método para conservar los alimentos. Apert ideó entonces un sistema para hacerlo: consistía en encerrar herméticamente la comida en frascos de cristal, y hervirlos para conseguir su esterilización. Ese mismo año, el inglés Peter Durand, patentó la lata de hierro y estaño. Había nacido la industria conservera que, en la actualidad, nos permite mantener todo tipo de alimentos durante años. Repasamos algunos de los “básicos” enlatados que debe haber en toda despensa.
TOMATE
Al natural, triturado, en trozos, entero, concentrado, o incluso ya frito. Una lata de tomate en conserva es indispensable en la cocina, ya sea para acompañar una pasta, elaborar una salsa, un guiso, o incluso hacer una ensalada, como la “murciana”, cuyo ingrediente principal es precisamente el tomate de lata.
PIMIENTOS DEL PIQUILLO
Aunque podemos encontrar en el mercado casi cualquier verdura en conserva, lo cierto es que algunas de ellas cambian sensiblemente sus propiedades, especialmente el sabor, al envasarse (sobre todo por la adición del imprescindible ácido cítrico). Sin embargo, hay otras que, aunque tampoco sean exactamente como la verdura al natural, tienen un gusto propio que, para muchos, está al nivel del original. Un ejemplo perfecto son los pimientos del piquillo. De hecho, la Denominación de Origen “Pimiento de Piquillo de Lodosa”, en Navarra, sólo ampara los frutos en conserva, y no los frescos. Se pueden rellenar, o simplemente calentar un poco para convertirse en una estupenda guarnición de carnes y pescados.
ESPÁRRAGOS
Otro producto que no desmerece en lata a su equivalente natural es el espárrago blanco. Aunque la D.O. “Espárrago de Navarra” ampara tanto los frescos como los envasados, lo cierto es que mucha gente prefiere la dulzura y suavidad de unos espárragos en conserva (siempre de calidad, eso sí), al puntito amargo que tienen los naturales. Con una salsa (mayonesa, holandesa, vinagreta…) son una entrada sencilla y deliciosa para resolver cualquier almuerzo o cena.
GARBANZOS
Un bote de garbanzos (o judías, o lentejas) puede transformarse en pocos minutos en un plato completo, usando ingredientes que suelen estar en casa. En invierno, añadiendo un sofrito de verduras, un poco de jamón o chorizo y algo de caldo, tendremos un reconfortante guiso. Y en verano, mezclando las legumbres con atún (también en conserva), cebolla y pimiento picados, huevo duro y unas aceitunas, una ensalada perfecta que puede, además, prepararse con antelación. También pueden elaborarse apetitosas cremas o patés vegetales, y sabrosos salteados.
ATÚN
Es la conserva más consumida en España. Tanto si es en aceite, como en escabeche, o al natural, el atún es una proteína saludable y asequible que puede convertir una ensalada en un plato completo. Además, es imprescindible para algunas recetas muy comunes en la cocina casera española, como la ensaladilla rusa, o las empanadillas de atún.
SARDINAS
A pesar de ser la tercera conserva en preferencia por los españoles, las sardinas son, quizá, la “lata” por excelencia. Es cierto que, el producto fresco tiene poco que ver con el enlatado, pero este último ofrece algunas ventajas. Entre ellas, que, además de mantener muchas propiedades del pescado en crudo (es rico en ácidos grasos omega 3), nos permite consumir las espinas (especialmente en las sardinas pequeñas, que comemos enteras), que son una importante fuente de calcio. Además, mucha gente se resiste a cocinar este pescado en casa por el olor que desprende, y la conserva nos evita ese problema. En aceite, escabeche, en tomate, al limón, o picantes. Cualquiera de las variedades que ofrece el mercado es estupenda para un buen bocadillo, que agradece el punto fresco de un poco de tomate, o incluso de unos pimientos en conserva.
MEJILLONES
En el apartado de mariscos, el mejillón se lleva, sin duda, la palma, en cuestión de conservas. También en este caso, son muchos los gastrónomos que prefieren una buena lata al producto fresco. Seguramente, porque los mejillones en escabeche son el aperitivo perfecto… y mucho más, acompañados de unas patatas fritas. Con los ejemplares más pequeños, o menos vistosos, podemos elaborar cremas untables, mezclándolos con parte de su líquido, con queso crema.
ANCHOAS
Hay que empezar aclarando que, en el caso de las anchoas, no hablamos de una conserva, sino de una semiconserva. Es decir, necesita frío para su conservación. Sin embargo, en esas condiciones, su vida útil es bastante larga: unos 9 meses, desde su fabricación. Las de Cantabria tienen merecida fama, y, cuando son de mucha calidad es preferible consumirlas solas, como aperitivo. Las de menor tamaño son más adecuadas para bocadillos (resultan exquisitas con queso), o incluso para cocinar (como en el caso de la salsa putanesca).
PERDIZ EN ESCABECHE
Aunque la mayor parte de las conservas que consumimos son de pescado y vegetales, hay conservas de carne que podemos usar, incluso para elaborar platos “gourmet”. El mejor ejemplo es la perdiz en escabeche, que no sólo nos permite disponer de carne casi indefinidamente en la despensa, sino ahorrarnos el proceso de elaborarla. Es ideal para una ensalada, utilizando parte del líquido de conserva para hacer una vinagreta ligera. También podemos añadirla a un guiso de judías, elaborado sólo con verduras.
CONFIT DE PATO
No está entre las conservas más populares en nuestro país, y, sin embargo el confit (muslo confitado) de pato es un producto capaz, por sí solo, de salvar una comida. Simplemente calentándolo en el horno, y acompañándolo de unas patatas, fritas en la propia grasa del pato, (o de un puré de patatas instantáneo, si se quiere ganar tiempo), tendremos un plato delicioso.
PATÉ
El paté es uno de los recursos clásicos para preparar un bocadillo o unos sándwiches, cuando no tenemos nada en la nevera (de hecho, es una merienda muy típica, porque suele gustar a los niños). Además, si utilizamos distintas variedades, se puede montar una tabla con algunos panes y unas mermeladas, para una cena de picoteo, en pocos minutos.
FRUTA
No hay nada como la fruta fresca, pero, cuando no es posible acceder a ella, hay unas cuantas opciones a tener en cuenta en cuanto a conservas se refiere. Una de las más conocidas es la de melocotón en almíbar, pero no es la única. En el mercado se pueden encontrar peras, piña, cerezas, mango, gajos de mandarina, litchis, fresas, e incluso macedonias, que pueden consumirse tal cual, o en rAecetas de repostería. La mayor parte de estas conservas se presentan en almíbar, pero, si se quieren rebajar calorías, la mejor opción es la piña al natural.
FABADA
Los platos cocinados son otra de las posibilidades que nos ofrece el mundo de las conservas. Hay algunos más “conseguidos” que otros, y, entre los primeros, destacan los platos de cuchara, especialmente la fabada. Aquí no hay truco: calentar, y listo.