Los anteriores suicidios del PSOE vistos desde 2015
La visión de un experto sobre los años más duros y confusos del PSOE. Una lectura que… ayuda a entender muchas de las cosas de la izquierda de hoy en día, y su relación con la historia.
Pocos hay hoy en día que conozcan tan bien la historia del PSOE como Víctor Manuel Arbeloa Muru, no en vano antiguo socialista. Y en él confluyen varias otras cosas importantes, como son su excelente formación académica (que ciertamente los políticos de generaciones posteriores no alcanzan), su toque italiano tanto de gusto como de sentido común, su experiencia nada fácil en la política como es y su condición de navarro.
Y no es fácil. El socialismo español, de cuyo suicidio y muerte en estas primeras décadas del siglo XXI tanto se habla y no del todo sin razón, ha sido uno de los ejes de la vida política y social española en el siglo XX. Entender su complejidad implica sumergirse en sus múltiples matices pero es un requisito ineludible para entender exactamente qué sucedió en España entre 1931 y 1939 y de nuevo a intervalos en los mandatos de Felipe González y de José Luis Rodríguez Zapatero. Ahora que está tan de moda revolver en las cunetas y volver a contar el pasado quizá sea imprescindible contar la historia de los que quieren imponer “su” memoria histórica. También la historia que pesa y que no gusta recordar como fue. Como ésta.
El Movimiento Obrero español, rico y variado como fue, fue distinto por ejemplo del alemán o del francés, y lo fue entre otras cosas por el peso comparativamente alto en él del factor anarquista y de las tendencias católicas. Hubo ciertamente una UGT y un PSOE, pero proporcionalmente menos fuerte que en otras naciones europeas. Una segunda diferencia fue la nunca curada tentación revolucionaria armada, quizá heredada de los hermanos ácratas. Y un tercer rasgo, que quizá no diferencia, fue –y es, sospecho- la fragmentación interna, por facciones personales e ideológicas, de lo más incómoda para el socialismo español durante grandes partes des de su vida.
Víctor Manuel Arbeloa ha hecho un trabajo portentoso de investigación y de recopilación, partiendo de la situación del socialismo tras la Revolución Soviética. Una situación confusa y peligrosa, también de gran responsabilidad social, en la que los pesos pesados del PSOE se dividieron primero sobre cómo afrontar el Régimen de Primo de Rivera y después la misma República, con Francisco Largo Caballero, Julián Besteiro, Andrés Saborit, Enrique de Francisco, Pascual Tomás, Amador Fernández, Aníbal Sánchez Ferrer o el médico Ramón Pla y Armengol optando por colaborar con los intentos reformistas de don Miguel, y con otros, como Teodomiro Menéndez, Indalecio Prieto, Gabriel Morón o José Ruiz del Toro eligiendo la no colaboración.
Esa división, sumada a la causada por la ruptura comunista de la Internacional y a las múltiples de distinto signo acumuladas desde el inicio de la República en 1931 nos dan, fielmente, la imagen de un socialismo humanamente poderoso pero a la vez dividido y debilitado por esas divisiones y dudas, tan del agrado de sus enemigos políticos, más los cercanos que los lejanos.
Arbeloa documenta en estos dos tomos aquellos años 1933 y 1934 del socialismo español, la importancia de sus decisiones y las consecuencias de las que tomó incluyendo los errores. A diferencia de los anarquistas, los socialistas creyeron posible la Revolución dentro del nuevo sistema, del que se creyeron en gran medida verdaderos propietarios. Es decir, optaron por la democracia… en tanto en cuanto sólo ellos o sus afines tuviesen acceso a la victoria electoral y al poder.
El drama de 1933 y 1934 es justo ése: que el centroderecha se reorganizó y venció, creando un escenario de fragmentación política con un PSOE atónito, creyéndose invencible. El octubre de 1934 fue la llamada “Revolución de Asturias” un golpe sangriento intentado por socialistas, comunistas y anarquistas, a una con la violenta proclamación de la República catalana en Barcelona y con algunos movimientos de la izquierda republicana. Una unión de derrotados en las urnas.
A la vez, Víctor Manuel Arbeloa retrata a los principales líderes políticos y sociales, sobre todo los socialistas; de la mano los partidos políticos, particularmente el PSOE y sus distintas corrientes y banderías, los sindicatos, sobre todo la UGT, con sus diversas facciones a menudo encarnizadas, y todo esto en el contexto de la política española del momento, sus debates, sus huelgas, y sus miedos también.
Lo que más hay que subrayar en el esfuerzo del autor es su voluntad de hacerlo “sin retórica argumental alguna, sin pizca de ingenuo adoctrinamiento, ni al principio, ni en medio ni al final, para que el lector quede bien informado de lo que pasó y saque, si algo tiene que sacar, algunas útiles consecuencias”. Y es que lo que quiere es hacer luz sobre esa parte del pasado, tan a menudo idealizada y borrada, para que cada lecto, una vez informado, tenga su conclusión.
Puede que por todo ello el autor haya empezado diciendo que “los políticos suelen hacer declaraciones contundentes, que terminan en un sí o un no polares, sobre un fondo blanco o negro. Que es lo que suelen buscar los periodistas, que se mueven en la misma longitud de onda que los políticos. Los escritores, y sobre todo los historiadores, saben que el sí y el no, el blanco y el negro, no interpretan bien casi nunca la realidad compleja y completa. Por eso no hacen declaraciones. Escriben, más modestamente, sus reflexiones sobre los hechos estudiados”.
Pero la verdad es así: ahora mismo vivimos un momento de cambio político sumado a una crisis económica, con partidos nuevos que sorprenden y con viejos partidos que no saben qué hacer más allá de proclamar su primogenitura democrática. Por eso, y porque algunos de los protagonistas institucionales son los mismos hoy y ayer, este libro no sólo gustará al historiador, sino también a quien haya de entender esta España de hoy.