Franco tuvo una vida privada distinta y todo un país a sus pies
Franco entró en la Historia: así lo dijo Juan Carlos I. Sigue en ella polémico. Las historias de Zavala hacen conocer mejor al hombre que marcó el siglo XX y a su familia, entorno y "corte"
Antony Beevor, un británico formado en Sandhurst, conocido como quizás el máximo divulgador de historia militar contemporánea, escribió una historia de la guerra 1936-39 ya en 1982 y acaba de publicar otra con Crítica, y ha señalado la singularidad de la historia española del siglo XX: “la guerra civil española es la única excepción al hecho de que la historia la escriben los vencedores, en este caso la han escrito los vencidos”. Beevor, que no es en cuanto a la guerra precisamente un franquista, sí ha puesto de relieve que los vencidos de 1939 fueron derrotados entre otras cosas por “la desastrosa conducción de la guerra que llevaron a cabo los comandantes comunistas y sus consejeros soviéticos” y por su división “y odio mutuo mayor que el que profesaban a Franco”. Además, es de los pocos que aún hoy recuerda que sin la victoria nacional “con un gobierno autoritario de izquierdas o abiertamente comunista, España habría quedado reducida a un Estado similar al de las repúblicas populares centroeuropeas y balcánicas hasta después de 1989”. Maravilloso horizonte.
Pero quizá lo más llamativo es que Beevor se atreve a decir con rigor científico lo que en general es hoy tabú: que Paul Preston no es honesto al estudiar a Franco y al divulgar lo que hoy se considera evidente sin serlo. Porque Francisco Franco, con sus muchos defectos, no tuvo algunos que hoy parecen dogmas laicos de la “memoria histórica”. Beevor y los historiadores imparciales rehabilitan a Franco como militar, pues sin pretender nunca “estrategias dignas de Napoleón”, se ha demostrado que frente a la “memoria” tuvieron más razón Salas Larrazábal y Pío Moa al valorar sus aciertos. Lo cierto es que ganó, y nadie ha olvidado aquello de “En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército rojo, las tropas nacionales han alcanzado sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”. En cuanto a la famosa entrevista de Hendaya, podrá discutirse por qué lo hizo, pero lo cierto es que Franco decidió no entrar en la guerra. Y así sucesivamente: aunque ha tenido cien biografías, Franco siempre necesita una más porque siempre hay alguien dispuesto 120 años después de su nacimiento a reinventar la parte del pasado a la que él para siempre da nombre.
José María Zavala, Franco con franqueza. Anecdotario privado del personaje más público. Introducción del autor. Plaza & Janés, Barcelona, 2015. 510 p. 21,90 € Ebook 12,99 €
José María Zavala no entra en la batalla de las biografías, ni da la razón a Beevor ni se la quita a Preston, pero sí aporta algo más a la memoria en este Franco con franqueza, escrito para Plaza & Janés como Anecdotario privado del personaje más público. Estamos acostumbrados a pensar en él como en líder militar, Jefe del Estado, símbolo político e institucional para bien o para mal. Pero tuvo además una vida privada, poco o nada conocida, que aparte de explicar muchas de las decisiones y actitudes del Francisco Franco público ha sido hasta ahora tratada poco y mal y es amena en sí misma contada en esta recopilación no del todo cronológica del ya experto Zavala.
Su vida como niño y adolescente en El Ferrol, su entorno familiar, con un padre de dinastía naval menor (de Intendencia e Ingenieros) y de vida disoluta y con una madre conservadora, devota y transmisora de una autoimagen de la familia muy particular, explican en gran medida la comprensión por Franco tanto de la sociedad española como de la vida familiar. En todo caso, Franco íntimo se confirma como un hombre con tres amores incorruptibles –España, el Ejército y sus dos mujeres, doña Carmen y Carmencita- y otros menos conocidos pero igualmente interesantes de conocer –las chicas que conoció antes, porque no hubo otras después, el valor, las recompensas militares, la caza, la pesca, el dibujo y la pintura, el cine americano especialmente de vaqueros y de risa. Una nueva visión de Franco.
Lo bueno de Zavala es que evita por una parte aburrirnos con otra biografía de Franco, en el sentido que sea, y confirma por otra desde la vida privada muchas de las cosas que más se niegan desde la “memoria histórica” y que sin embargo ya habían recordado y explicado, para bien, Luis Suárez en su obra masiva (sin ser la especialidad del autor), Stanley G. Payne siempre polémico, el tan injustamente olvidado Ricardo de la Cierva, Jesús Palacios o Pío Moa.
Franco, por cierto, escribía. Discreto, firmando como Jaime de Andrade, como Juan de la Cosa o como Jacking Boor (en asuntos de masonería), pero orgulloso de dejar testimonio de las ideas que consideraba esenciales e irrenunciables. Discreto siempre, tanto de sus heridas como de sus experiencias como actor, tanto de su suerte en las quinielas como de su combinación de rigor y de paternalismo ante los que desde su punto de vista consideró escándalos del régimen. Sólo se saltó sus propias normas de hombre tímido por sus grandes amores, y aun así la boda de su hija con Villaverde y la de su nieta con el duque de Cádiz fueron menos pretenciosas y criticables que tantas horteradas que se han visto después y se han criticado mucho menos, desde la boda de la hija de Aznar a los viajes con Corinna, desde la lactancia propagandística en las Cortes de 2016 al tren de vida hecho habitual para los caciques regionales. Es refrescante ver gracias a Zavala cómo Franco era humano, muy humano en todos los sentidos, pero a la vez cómo comparar su vida privada con las de hoy le dejaría… en nada mala posición.
El cronista oficial de guerra del Cuartel General de Franco, luego Cronista de la Villa y Corte y presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, el Tebib Arrumi (Víctor Ruiz Albéniz), decía: "Franco ha hecho la guerra con la espada del Cid, la vara del alcalde de Zalamea y la lanza de Don Quijote". Nada menos. Y esto el abuelo de Alberto Ruiz-Gallardón, lo que no deja de tener gracia vistos los infructuosos complejos del nieto frente a la sólida y leal firmeza de su propio suegro, don José Utrera Molina. Franco consiguió primero que las dos Españas lo idealizasen y luego que dejasen de existir… pero él siguió siendo un símbolo de todo un siglo de la vida nacional, y ahí sigue, con más fuerza que nunca. En público y en privado, como aquí vemos, no podemos construir una verdadera memoria del siglo XX sin un recuerdo fiable de un verdadero Franco.
Desde aquel mismo abril de 1939 Radio Nacional recordaba a vencedores y vencidos que había mucho por hacer: "Españoles, alerta. La paz no es un reposo cómodo y cobarde frente a la Historia. La sangre de los que cayeron por la Patria, no consiente el olvido, la esterilidad ni la traición. Españoles, alerta. España sigue en pie de guerra contra todo enemigo del interior o del exterior". Dicho con el lenguaje rimbombante de aquellos tiempos, el mensaje expresa mucho de la visión de las cosas del Franco privado. No se trataba de una imposición ideológica, sino de un lento y trabajoso retorno a la que él creía normalidad. Por eso el franquismo no fue un fascismo ni Franco pudo serlo, y por eso el régimen fue a la vez flexible, largo, constante en una cosas, cursi en otras, y ligado a la vida y pensamiento de un militar valiente, con baraka, tímido y peculiarísimo de una cierta burguesía provinciana con una vida inimitable y en muchas cosas admirable y desconocida. Para conocer mejor al Franco verdadero, para quitar loas necias y ataques enfermizos, leer a este José María Zavala, que tan bien conoce la época, conviene a todos. Gustará a amigos e ilustrará a enemigos. Que no es poco.