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De la inquina al Rey a los chanchullos de agenda: las pifias de Colau

Un ensayo escrito por un autor favorable pero crítico deja en evidencia al Consistorio barcelonés hasta el punto de haberse convertido en un imprescindible entre los socialistas catalanes.

Colau y los suyos se mueven como elefante en una cacharrería en el Consistorio.

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Un libro se ha convertido en objeto de la comidilla política catalana desde su aparición para tormento de Ada Colau y Barcelona en Comú. Sense treva: els cents primers dies de Ada Colau, escrito por Xavier Fina y editado por Pórtic, hace furor entre los críticos de la alcaldesa de la Ciudad Condal, especialmente en los ámbitos del PSC, donde la obra corre de mano en mano.

Lo curioso del asunto es que se trata de un ensayo sobre los cien primeros días de Colau en el Ayuntamiento de Barcelona escrito desde la simpatía. La mirada de Fina es favorable aunque crítica. "Desde el primer día y desde muchos actores no se ha dado tregua a Ada Colau", asegura el autor, que, sin embargo, no duda en apuntar los errores y patinazos del nuevo equipo municipal y en describir con tono ácido algunos acontecimientos.

Por ejemplo, el hecho de que en la sesión de investidura los seguidores de Colau aplaudieran más a los concejales de la CUP -que, siendo tres, sólo proporcionaron un único voto necesario para que pudiera coronarse como alcaldesa- que a los del PSC pese a que recibió el apoyo de todos los concejales socialistas.

Nombramientos controvertidos

Fina, pese a ser favorable, no oculta episodios chuscos o nombramientos polémicos. Por ejemplo, la decisión de suspender la candidatura a los Juegos de Invierno pudo ser coherente pero su gestión resultó nefasta. Colau despreció un asunto que había tenido consenso político, no informó a los grupos de la decisión y no tuvo la deferencia de avisar a los alcaldes de localidades del Pirineo que participaban como socios.

Otra más con el nombramiento de la pareja de Colau, Adriá Alemany, como responsable de relaciones institucionales de su partido. "En la medida en que señalas los comportamientos de otros desde la ética, no puedes dejar ni un resquicio por el que puedas ser acusado de incoherente", valora el autor.

En esa cuestión, deja claro que pesó el papel de Alemany como "pieza básica para colocar a Colau en la alcaldía" y que, por ello tal vez, salvaguarda a su criatura dejando ver su agresividad en Twitter contra las críticas a la alcaldesa.

Ese es otro de los problemas que denuncia el autor: la incapacidad del nuevo equipo para demostrar, en los primeros cien días, que se pueden guardar las formas y trabajar de una cierta manera.

Los nombramientos, como el de la pareja del teniente de alcalde Gerardo Pisarello como asesora de Vivienda, o el de Águeda Bañón, la de las fotos orinando, como dircom del Consistorio son ejemplos de cómo romper la agenda y centrar los debates a base de tiros en los pies.

Al fin y al cabo, el debate no era si Bañón orinaba en obras postporno sino si su perfil laboral, como webmaster del Observatorio DESC, la capacitaba para el cargo.

No es lo único en lo que Fina pone el objetivo. Otro ejemplo es el de la laicidad, que entendida como tal podría ser asumida pero que ha sido desvirtuado por algunos miembros del equipo de Colau: "A una misa no se va porque el Estado es aconfesional y estoy a favor de la laicidad. A una ceremonia no católica se va porque respeto y valoro la diversidad". O se está en todas o en ninguna, vaya.

La operación busto real

El capítulo dedicado a la retirada del busto del Rey Juan Carlos del Salón de Plenos municipal tampoco tiene desperdicio. La retirada tuvo lugar dos días antes de un pleno en el que se debía presentar una batería de propuestas para luchar contra la pobreza bajo el control del teniente de alcalde Pisarello y su comisionado de Memoria Histórica, Xavier Domènech (por cierto, ahora en el Congreso controlando el sector catalán del grupo de Podemos y confluencias).

La ejecución tuvo lugar con convocatoria de medios incluida y logró todo lo contrario: llegar al pleno con un huracán mediático que ocultó las propuestas contra la pobreza. Pisarello y Domènech fueron tan torpes que, como recuerda Fina, quitaron el busto con toda la alharaca justo en la misma mañana en que Colau y Felipe VI coincidían en un acto y se saludaban de forma efusiva. Unos hachas, vamos.

Precisamente Pisarello es considerado como el "Alfonso Guerra" de Colau y protector de Domènech, que en calidad de comisionado de Memoria Histórica depende directamente de él y no del área de Cultura.

La descripción de algunos miembros del equipo municipal palidece al lado de las problemáticas internas en el Ayuntamiento por parte de quienes creen que antes de ellos sólo estuvo el diluvio. Es el caso de la Guardia Urbana, sobre la que algunos continúan viendo con chip de una fuerza de represión y no con el carácter de trabajadores municipales.

Porque esa es otra. El equipo de Colau tiene un problema serio con su desprecio y sus modos hacia los técnicos municipales. Personal del Ayuntamiento que podría colaborar en la mejora de la gestión tiene que soportar la desconfianza de sus responsables.

"No todos los que, procedentes de BComú, se han incorporado al Ayuntamiento consideran que preguntar, escuchar, dudar y dar las gracias sea importante ni necesario", asegura el autor.

Una transparencia de chichinabo

El problema es que la realidad se ha dado de bruces también con el programa político de Colau y compañía. Ya sucedió con la cuestión salarial, donde ellos solos se metieron en un charco. A nadie se le escapaba que cifrar en 2.200 euros mensuales el sueldo de una alcaldesa era inviable. Al final el voto del resto de grupos echó atrás la propuesta de las retribuciones. Pero eso ha generado otras dudas.

Por ejemplo, la cuestión de la transparencia. Se sabe que los cargos vinculados a BComú siguen esa máxima pero no se conoce a dónde va a parar el diferencial. La promesa de ser transparentes hace aguas también y llega a generar capítulos de ditirambo.

Así, se consignan reuniones y poco más. Puede suceder que Pisarello informe de una cena con "compañeros del equipo de gobierno" pero ese encuentro no aparezca reflejado en las agendas públicas de otros miembros de la Corporación.

Todo un catálogo de despropósitos de la mano de un ensayista favorable al cambio pero con el sentido crítico activado.

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