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Cinco (obvias) genialidades de "La Ciudad de las Estrellas- La La Land"

Esta semana llega a los cines españoles la película de la que todos hablan y unos cuantos ya han visto, la cinta que ha hecho historia en la última edición de los Globos de Oro.

Cinco (obvias) genialidades de "La Ciudad de las Estrellas- La La Land"

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Ya está aquí. Al fin. Esta semana llega a los cines españoles La ciudad de las estrellas - La La Land. Sí, esa película de la que todos hablan y unos cuantos ya han visto, la cinta que ha hecho historia en la última edición de los Globos de Oro.

El segundo largometraje de Damien Chazelle (Whiplash) es una película en la que pasado y presente del cine -del buen cine- se unen de la mano de la música y los sueños para alumbrar una experiencia cinematográfica única, casi mágica.

Con el viento a favor tras su incontestable triunfo en los Globos de Oro, y ahora que su desembarco en los cines es inminente, repasamos cinco obvias genialidades de La La Land, cinta rebautizada en España como La ciudad de las estrellas.

¿Hay algo peor y más cargante que empezar el día con un atasco? Bueno, en realidad sí... un vagón de metro de la línea 10 atestado de gente parado siete minutos entre Alonso Martínez y Tribunal a las ocho menos cuarto de la mañana. Pero basta de chabacanos gruñidos cotidianos. Que Ryan Gosling va en coche -¡y qué coche, oigan!- al inesperado encuentro de Emma Stone, y de un atasco cambiará sus vidas para siempre. Este es, posiblemente, el embotellamiento más genial de la historia del cine y uno de los arranques cinematográficos más enérgicos de la última década.

La La Land es sueños, es amor, es pasión por el cine y por la música. Y como digna heredera de los grandes musicales, la banda sonora de Justin Hurwitz es también una auténtica pieza de colección. Desde la enérgica Another Day of Sun hasta su conmovedor Epílogo, pasando por la sobrecogedora Audition (The Fools Who Dream) interpretada por Emma Stone, la ligera y deliciosa A Lovely Night o la ya premiada City of Stars, el tracklist de La La Land es irresistible. Un puñado de melodías que resuenan en la cabeza una y otra vez y traen de vuelta algunos de los highlights de la película.

Y como buena nieta mitómana de sus mayores, La La Land está trufada de innumerables referencias cinematográficas que rinden tributo no solo a esos musicales de antaño como Un americano en París, Melodías de Broadway, Cantando bajo la lluvia, Los paraguas de Cherburgo, Siempre hace buen tiempo o Todos dicen I love you, sino también a grandes películas de siempre. Y las hay, más allá del planetario de Rebelde sin causa. Descubrirlas mientras se tararean las canciones es el reto ideal para ese casi inevitable segundo visionado.

Decir que Emma Stone y Ryan Gosling molan supera, incluso, los límites de la obviedad con la que fueron concebidos estos párrafos. Pero, tal y como reza uno de sus temas, en La La Land hay Someone in the Crowd que merece su líneas de gloria. Y es que mientras Mia y Sebastián van trazando -y entrelazando- sus caminos en la búsqueda de sus sueños por ahí aparece un resultón John Legend para personificar el lado más industrial del arte y un breve pero memorable J.K. Simons al que solo le falta darle a Gosling con un espumillón en la cara al grito de "¡Not quite my tempo!".

El último cuarto de La La Land es sencillamente inolvidable. Chazelle no opta por la vía fácil y, además de conseguir el público salga del cine cantando y con cuerpo de West Side Story, hace que lo onírico y lo real -que habían estado coqueteando durante toda la película- se abracen para ofrecer un desenlace singular, efervescente y, sí, también conmovedor a esta historia de amor de dos fracasados que se negaron a serlo.